El géiser de agua fría más alto del mundo está en Alemania

Por Karin Willen (dpa)

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Sobre el kilómetro 615 del curso del río Rin se encuentra el géiser de agua frío más alto del mundo. Foto: Andreas Pacek/Geysir.info gGmbH/dpa

A pocos kilómetros de la ciudad de Andernach, en el estado federado de Renania Palatinado, se encuentra el géiser de agua fría más alto del mundo. Y en dicha ciudad, directamente a orillas del río Rin, en su kilómetro 613, está el Centro Informativo del Géiser de Andernach, con detallada información sobre el vulcanismo en la región de Eifel.

El edificio es de aspecto moderno, casi no tiene ventanas y fue construido con piedra volcánica. Su forma imita la rotura de la roca por la fuerza del agua.

El centro no solo proporciona una visión de los fenómenos científicos por medio de exposiciones interactivas e instalaciones, sino que también se pueden experimentar de manera vívida las fuerzas que actúan bajo la tierra.

Así es como los visitantes tienen la oportunidad de descender de manera virtual al interior de la tierra, a 4.000 metros de profundidad.

Se desciende en un ascensor a través de una estilizada chimenea volcánica por las distintas capas de roca, que se muestran en pantallas, hasta llegar al magma, donde se originó el géiser.

La primera lección: el dióxido de carbono (CO2) de origen volcánico es lo que impulsa este géiser que se encuentra en «Namedyer Werth», una península del Rin.

El C02 que alimenta la fuente de «Namedyer Werth» procede de las enormes cámaras de magma del volcán Laacher See. La última vez que entró en erupción fue hace 12.900 años, transformando vastas zonas en un paisaje lunar con devastadores flujos piroclásticos y gigantescas corrientes de ceniza.

El interior de la tierra no descansa

«En la actualidad, el CO2, al igual que las aguas termales de otros lugares, nos muestra que el interior de la Tierra aún sigue activo», explica Ralf Schunk, director científico del Centro Informativo.

Agrega que, desde 2013, los sismólogos han estado midiendo terremotos a profundidades de entre 10 y más de 40 kilómetros. Esto podría indicar que la roca fundida se está moviendo de nuevo bajo la corteza terrestre.

El geógrafo, sin embargo, no espera una pronta erupción volcánica. «Las cámaras de magma pueden tardar varios miles de años en volver a llenarse», tranquiliza.

Hasta ahora, el géiser de agua fría está totalmente controlado. En Andernach, el dióxido de carbono volcánico impulsa de manera explosiva las aguas subterráneas a 60 metros de altura, desde una profundidad de hasta 350 metros.

Pero lo que se presenta aquí, en el kilómetro 615 del río Rin, no es un espectáculo totalmente natural. La fuente, por decirlo de alguna manera, se puede encender y apagar. Se empuja una válvula corrediza hacia delante y reina el silencio, al menos superficialmente.

A principios del siglo XX se descubrieron depósitos de CO2 en la península del Rin. En las aguas cercanas a la península, las mofetas de gas carbónico burbujeaban visiblemente. Incluso hoy en día, los gases volcánicos suben a la superficie en la región de Eifel y en el valle del Rin, especialmente donde el valle del Rin Medio limita con la zona Osteifel (Eifel Oriental).

Extracción industrial de ácido carbónico

«El CO2 se escapa a través de las grietas y fisuras de la roca y se encuentra con las aguas subterráneas bajo una densa cobertura de pizarra», explica Schunk el fenómeno natural. El agua acumula el gas a presión. Si la presión es demasiado alta debido a la llegada continua de más dióxido de carbono, este escapa de manera inadvertida a la superficie de la tierra en muchos lugares.

En 1903 se realizó la primera perforación en busca de agua mineral en «Namedyer Werth» y se dio así vida al géiser. Se comenzó a explotar allí agua mineral y medicinal, así como también ácido carbónico, de manera industrial.

Pero la extracción de CO2 no fue rentable por mucho tiempo, por lo que se cerró el pozo. Aproximadamente un siglo después se volvió a perforar, pero esta vez para el turismo.

Desde 2006, se produce cada dos horas -y por espacio de 12 a 15 minutos- una erupción del «géiser de agua fría más alto del mundo».

La altura y lo poco común del géiser a orillas del Rin le valieron incluso una entrada en el Libro Guinness de los Récords en 2008. Aunque hay fuentes más altas en otras partes del mundo.

El Géiser Gigante del Parque Nacional de Yellowstone, por ejemplo, lanza las masas de agua a 83 metros de altura. Sin embargo, la fuente de Wyoming expulsa el agua de la tierra solo rara vez y, al igual que los otros cerca de mil géiseres que hay en el mundo, es agua caliente vaporizada por el magma.

En Andernach, el CO2 presiona hacia arriba y las aguas subterráneas son, en el mejor de los casos, ligeramente templadas.

El géiser hace pausa en invierno

«El ritmo lo marca la mezcla de gas y agua que se forma constantemente de nuevo en la tierra», explica Schunk. «Si su presión supera el peso del pozo lleno de agua, el gas se disuelve, sube por la tubería del pozo, empuja el agua que hay delante y el géiser vuelve a escupir», añade. Solo por la noche, cuando hay crecida y en invierno, la mano del hombre frena la erupción corriendo la válvula de cierre.

Pero cuando la fuente está activa, los visitantes son testigos de un espectáculo natural que a menudo solo se atribuye a destinos más exóticos. El barco de vapor «Namedy» traslada a los visitantes hasta el lugar. El embarcadero está justo enfrente del museo. La travesía hasta la península donde está el géiser dura un cuarto de hora.

Tras un paseo de 200 metros entre álamos negros, los visitantes llegan al lugar de la erupción, cubierto de piedras de basalto. El agua ferruginosa coloreó las piedras de un rojo oxidado. También se puede oler algo del azufre que llega de las profundidades.

Dependiendo de la dirección del viento, uno puede darse una buena ducha de agua mineral, que es especialmente popular entre los niños en el verano.

Compromiso entre la conservación de la naturaleza y el turismo

Lo que Andernach ofrece hoy en día a los visitantes es un compromiso largamente negociado entre la conservación de la naturaleza y el turismo. Desde mediados de los años 80, el «Namedyer Werth», con sus 21 hectáreas de bosque como planicie aluvial, que conforman el hábitat de varias especies de animales y vegetales raras y son también lugar de cría de muchas aves, es una reserva natural.

El número de pasajeros permitidos en el barco limita la cantidad de visitantes que pueden acercarse a este espectáculo natural para que se pueda conservar el bosque primitivo.

El géiser no es la única reliquia visible de las turbulentas eras geológicas de la región. Los cráteres y las calderas volcánicas también son testigos del vulcanismo en la región de Eifel. Los primeros se formaron por explosiones de vapor cuando el magma caliente se encontró con el agua, y algunos de ellos sirven hoy como idílicos lagos de baño.

Las segundas son calderas volcánicas que se formaron debido al hundimiento de cámaras de magma vaciadas. El lago Laach, por ejemplo, que también es una reserva natural pero donde está permitido el baño, es una caldera llena de agua, producto de la última gran erupción volcánica en Osteifel hace 12.900 años.

A más de dos kilómetros al este del monasterio Maria Laach, construido en la alta edad media y cuya iglesia de seis torres es en sí misma una atracción turística digna de ser visitada, siguen apareciendo emanaciones de gas carbónico, las llamadas mofetas, cerca de la orilla.

dpa

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