Los cómplices del fraude electoral en Venezuela

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Se cumplieron las previsiones más pesimistas: pese a los 22 puntos de ventaja que las encuestas otorgaban como promedio a la oposición venezolana, el chavismo institucional ha proclamado la victoria de Maduro por un 51,2 % de los votos emitidos. Se ha constatado así la lógica mas tóxica: el régimen de Maduro no esta en condiciones de abandonar el poder, pase lo que pase en Venezuela. Simplemente, no puede. Es tan grande la carga de las tropelías cometidas, de las violaciones morales y a los derechos humanos, que los personeros del sistema están convencidos de que el abandono del poder les supondría exponerse a una lluvia de demandas inasumible. En realidad, buena parte de ellos están convencidos de que tendrían que abandonar el país si el chavismo dejara de gobernar Venezuela.

Pero ese convencimiento extremo hace bastante inviable la opción defendida por algunos aliados del chavismo y una buena cantidad de pragmáticos: que el abandono del poder de Maduro y los suyos se diera luego de una negociación que ofreciera garantías de que los dirigentes chavistas no sufrirían graves represalias.

Al abandonar esa opción, sólo queda un escenario: la resistencia a brazo partido, desconociendo cualquier crítica mínimamente razonable, o, dicho en otros términos, la fuga hacia adelante, hacia el endurecimiento dictatorial. Es en ese camino que pueden producirse fisuras en el régimen autoritario. Cierto, la presión internacional, solicitando el conocimiento de las actas electorales, es un poderoso factor de presión, pero no resolverá la dramática situación si el régimen sigue fuertemente cohesionado. Será la necesidad de Maduro y sus escuderos de endurecer su gobierno, lo que puede provocar contradicciones internas que debiliten su consistencia.

En todo caso, es importante que la mirada democrática no se centre únicamente en la felonía perpetrada. Es necesario ampliar la lente para observar los cómplices que le sirven de puntos apoyo internos y externos al régimen de Maduro. Por otra parte, la lista no es tan larga si se trata de los cómplices más destacados.

En primer lugar, están los países que han reconocido esa misma noche los resultados fraudulentos. Existe un grupo motivado por factores geopolíticos, al estilo de la vieja guerra fría: China y Rusia, en primer lugar. Y luego, la complicidad de otros regímenes ideológicamente aliados: Cuba, Nicaragua y Bolivia. Importa destacar este último caso, porque se constata algo que ha sido motivo de debate en la izquierda latinoamericana: el gobierno boliviano y el partido que lo apoya, el MAS, no pertenecen a la izquierda democrática. La posición de los gobiernos brasilero y chileno, al exigir la revisión electoral, establece la distancia necesaria al respecto.

Por cierto, la respuesta de Maduro ha sido consistente con esa fuga hacia formas más autoritarias: ha retirado el personal diplomático venezolano de siete países latinoamericanos, Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, por no reconocer la victoria de Maduro y poner en duda el resultado electoral.

Y finalmente, hay que mencionar a los cómplices del régimen chavista que, por diversas razones, han dado cobertura al gobierno de Maduro y su fraude electoral. Entre ellos destaca un dirigente socialista español, Rodríguez Zapatero, que se ha negado a sumarse al reclamo internacional de que se hagan publicas las actas de los resultados electorales. Esta negativa de Zapatero resulta más notable por cuanto otros simpatizantes de Maduro, invitados también por el gobierno venezolano como observadores externos, como los expresidentes Leonel Fernández de República Dominicana y Ernesto Semper de Colombia, se han sumado a la demanda internacional de conocer todas las actas del escrutinio.

El argumento usado por Zapatero hasta el momento, para no desmarcarse del régimen chavista, ha consistido en que era necesario establecer opciones que favorecieran la negociación entre el régimen y la oposición. Pero ese argumento resulta hoy un insulto o una quimera. Por convencimiento ideológico o por estupidez política, Zapatero es hoy el símbolo de la complicidad con un régimen de dictadura. Por recónditos caminos se llega a descubrir la naturaleza poco recomendable de uno de los aliados más encendidos de Pedro Sánchez en la arena política española. Y sería utópico esperar alguna crítica abierta del PSOE de Sánchez de esta nefasta complicidad de Zapatero con el régimen autoritario de Maduro. Pareciera que la decencia moral y política no es un capítulo relevante de la guía de Sánchez para la regeneración democrática.

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