Ucrania: la Organización de Seguridad Europea traiciona sus principios

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

El regreso de los salios de Marte, los sacerdotes griegos que glorificaban la preparación para las guerras, está consiguiendo hoy arrasar no sólo con la información veraz, sino incluso con las entidades institucionales que tanto rédito dieron a la preservación de la paz en Europa durante la guerra fría. De hecho, han conseguido que la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que pareció haber alcanzado sus propósitos más elevados en la reunión de París de 1991, y ha servido de ejemplo para otras regiones del globo, hoy parece reconfigurarse, para transmutarse en una némesis de sí misma, llevando adelante una traición de sus principios fundantes y su enriquecedora experiencia.

El desarrollo y los resultados de su reciente reunión en Múnich así lo reflejan. Ante la ausencia de representantes de la Federación Rusa, en vez de tratar de mostrar su disposición a la distensión con el ausente, se ha producido un verdadero aquelarre de salios del atlantismo, para mostrar todo su músculo disuasivo frente al gobierno ruso. De esta forma, un exultante encargado de asuntos exteriores de la UE, el español Josep Borrell, cierra la conferencia celebrando que la reunión de la OSCE en Múnich haya logrado la unidad de criterios de los europeos frente a la amenaza del oso ruso.

No importa que eso sea sólo parcialmente cierto (Alemania ha resistido la tentación de mandar tropas a la zona), lo relevante es que muestra el clima de la Conferencia: una competencia por demostrar quién es el más atlantista ante la crisis de Ucrania. Sólo el presidente francés, Enmanuel Macron, ha mantenido su decisión -con mucha mesura- de continuar intermediando.

Para captar la dimensión de esta transmutación radical parece aconsejable hacer un poco de historia de la CSCE, cuyo nombre ha cambiado recientemente por OSCE (cambiando Conferencia por Organización, pero sin variar su naturaleza en lo fundamental). Como se recordará, la CSCE es la iniciativa organizacional que surge del Acta de Helsinki de 1975, el intento más robusto logrado en el curso de la guerra fría para que no se llegara al conflicto militar en Europa. Al establecerse la CSCE, con el acuerdo de los países europeos y los dos bloques en competencia, liderados por las superpotencias de entonces, Estados Unidos y la URSS, lo hace sobre la base de una categoría fundante: la distensión. Todos los firmantes se comprometen a realizar los esfuerzos necesarios para aumentar los niveles de distensión en el continente europeo.

Ese propósito fue puesto a prueba con la crisis de los euromisiles a mediados de los años ochenta, pero, primero la conferencia de Madrid en 1984, que sirvió para que la CSCE no se rompiera en medio de la crisis, y sobre todo la Conferencia de Estocolmo, dos años después, que estableció el conjunto formal de “Medidas destinadas a fomentar la confianza, la seguridad y el desarme en Europa”, constituyeron un protocolo robusto firmado por todas las partes que doto al viejo continente de elevados niveles de seguridad.

Este título del conjunto de medidas logrado en Estocolmo no es casualidad: se produce en la capital de un país neutral como Suecia, donde su primer ministro, Olof Palme, promovía un cambio de doctrina, desde la estrategia basada en la disuasión a la doctrina de la seguridad compartida. Así, la tesis de que la seguridad propia de un país depende de su capacidad de disuadir y amenazar al otro, es superada por la que plantea que la seguridad aumenta si se es capaz de ofrecer seguridad al diferente. En ese sentido, las medidas de confianza mutua se constituyen como poderosos instrumentos del propósito fundador, la distensión.

Tras la disolución de la URSS al inicio de los años noventa, al producirse la desaparición del enemigo sistémico, la CSCE se reúne al año siguiente en Paris y acomete la reorientación de sus actividades. Sobre la base de la promesa de ambas superpotencias de no regresar a la competencia hegemónica en Europa, la CSCE se convierte en una entidad de verificación de la ejecución de las medidas de confianza y desarme. Fue una sesión, la de París, quizás demasiado optimista. Pero lo cierto es que las promesas de haber instalado la seguridad europea de forma estable, parecía conseguida.

Difícilmente podría imaginarse el retorno a la dinámica de enfrentamiento que se refleja en la crisis de Ucrania. Pero lo verdaderamente paradójico es que los instrumentos de verificación de la CSCE (hoy OSCE) sigan siendo respetados por todas las partes, por ejemplo, en cuanto al mantenimiento del alto el fuego en el este de Ucrania y, sin embargo, tenga lugar una reunión política de la OSCE, completamente unilateral, que celebra la disuasión y se olvida de la doctrina de la seguridad compartida, como fundamento de la distensión. La reunión de Munich ha servido mucho más para aunar los miembros de un bloque, en una perspectiva confrontativa, que para mantener su reconocida trayectoria. En esencia, representa una evidente traición a sus principios fundacionales.

O lo que es peor, una esquizofrenia entre el ámbito político de la OSCE y sus niveles técnicos y operativos (la SMM, por su sigla en inglés) que están dando cuenta efectivamente de las violaciones en el enfrentamiento en Donbás y Lugansk con bastante imparcialidad. Por ejemplo, su último informe de este pasado sábado muestra las más de mil violaciones en sus distintas categorías, la mayoría referidas a explosiones, pero también a impactos de proyectiles, donde se identifica que proceden de ambos lados del conflicto. Es cierto que las fuerzas pro rusas mienten cuando aseguran que ellos no usan artillería pesada, pero no es menos cierto que el gobierno ucranio tampoco dice la verdad cuando asegura que no dispara contra su oponente; aunque en este caso pudiera existir un problema mayor: simplemente el gobierno ucranio no esta pudiendo controlar a los destacamentos formados por los paramilitares del Pravy Sektor, el partido de extrema derecha que compone esas fuerzas de choque, y que acaricia una guerra frontal con Rusia.

Mientras la probabilidad de un enfrentamiento armado en Ucrania crece diariamente, los participantes en la reunión de Múnich aparecen ante los medios muy satisfechos de la supuesta recuperación de su unidad frente a Rusia. Algo que favorece la tesis de Putin acerca de la agresividad occidental. Que espectáculo tan lamentable. Los salios de Marte parecen nuevamente satisfechos de sus augurios.

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