Semillas de esperanza en Guatemala

Y usted… ¿qué opina?

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Si uno pudiera cambiar la historia… seguramente lo haría para borrar la locura del fanatismo ideológico y los horrores criminales que han cometido algunos seres humanos; pero eso es imposible. La historia es el pasado y ahí está para siempre, como el ADN sobre el cual se construye la historia de los pueblos, para bien o para mal, pero siempre con la esperanza de un futuro mejor y más justo.

Me refiero a la historia de Guatemala y de Centro América, ahora que Bernardo Arévalo, un político e intelectual de primera línea y un social demócrata auténtico de ideas progresistas y de larga, sólida y consistente trayectoria democrática, tiene la posibilidad de ganar la Presidencia de la República en ese hermano país y cambiar la historia, al menos hacia el futuro, para que nunca jamás la violencia criminal como instrumento político, el asesinato de sus mejores hombres y mujeres, la marginación y persecución de los indígenas, vuelvan a suceder en Guatemala y en ningún otro de Centro América.

Igual podríamos decir de El Salvador y ni qué decir de Nicaragua. Tanto que las atrocidades y los golpes de Estado en Honduras parecían “pequeña minuta”, en aquellas conflictivas y duras décadas para la democracia, de los años 60, 70, 80 y 90 del siglo pasado y en parte de este siglo XXI en Centro América.

Fueron años terribles y deshumanizados y sus retumbos llegaban hasta nuestra pacífica y desarmada Costa Rica y subían, en muchos casos, hasta las montañas de Heredia, en La Catalina, en donde se protegía la vida de no pocos exilados y en donde, muchos de nosotros, en la plenitud de nuestra juventud y llenos de idealismo, nos formábamos políticamente y, en nuestra vida universitaria, escribíamos a favor del Mercado Común Centroamericano, convencidos de que la integración económica y el desarrollo económico regional, traerían paz, democracia y una mejor vida para todos los países de Centro América.

Muchos queridos y admirados profesores y mentores fueron asesinados a plena luz del día por los militares, en auténticas cacerías humanas , como cuando la fatídica Mano Blanco asesino en una calle de ciudad de Guatemala, mientras dos helicópteros militares volaban alrededor y daban las instrucciones, al recordado Alberto Fuentes Mohr y, por el mismo tiempo, al carismático Meme Colom Argueta, quien ya estaba inválido en una silla de ruedas por un atentado anterior, de sus mismos asesinos, bajo las órdenes de un personaje civil abominable de ingrata memoria y que se llamó Mario Sandoval Alarcón, quien en su locura fascista llegó a decir “Si tengo que deshacerme de la mitad de Guatemala, para que la otra mitad pueda vivir en paz, lo voy a hacer”, según se registra en el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Esa era la Guatemala de la paz de los cementerios.

Ahora, tantos años después, renace la esperanza. Confieso que el resultado electoral de la primera vuelta, en Guatemala, me ha llenado de entusiasmo y de gran optimismo democrático. Veo en el MOVIMIENTO SEMILLA y en la candidatura de Bernardo Arévalo, la fuerte y constructiva posibilidad real de un renacer en ese hermano país. Una esperanza para la libertad y la democracia y para un gobierno decente, honorable y justo con ese pueblo.

He vuelo a recordar, con especial cariño, al economista Gert Rosenthal y al sociólogo Edelverto Torres Rivas, guatemaltecos que vivieron y dejaron honda huella intelectual en Costa Rica y que compartieron, con muchos de nosotros, esos mismos sueños para Guatemala y para Centro América y me vienen a la memoria costarricenses del nivel académico y de la condición humana y ética de Rodolfo Solano Orfila, del doctorcito Carlos Manuel Castillo y del abogado José Miguel Alfaro, mi maestro de Derecho Comunitario y el Director de mi tesis de grado en la Facultad de Derecho. Ninguno de ellos está con nosotros ahora, pero de jóvenes compartimos con esos extraordinarios maestros y mentores, esa aspiración integracionista del MCCA y todos ellos, no me cabe la menor duda, compartirían esta alegría y entusiasmo por la candidatura de Bernardo Arévalo y estas semillas de esperanza, después de una noche larga de violencia criminal política y de profunda corrupción en Guatemala.

En ese hermano país y es casi surrealista recordarlo, si no fuera por lo dramático y criminal que fue en la realidad de los hechos, hasta un general iluminado y renacido cristiano como fue Efraín Ríos Montt, que se presentaba como un enviado de Dios y espero se esté quemando en la última paila del infierno, aunque el infierno no exista, pero eso debería ser su condena, ordenó fríamente el asesinato selectivo de cientos de indígenas en sus territorios, al mejor estilo de los nazis en la Alemania de Hitler. A ese nivel de locura se llegó.

El discípulo y compinche del tal Sandoval Alarcón de la Mano Blanca, a quien en vida apodaban el Mico, fue en El Salvador el mayor del ejército Roberto D’Aubuisson, autor intelectual del asesinato en plena misa, por un francotirador militar, de monseñor Arnulfo Romero. Ese militar era un enemigo obsesivo de la Orden los Jesuitas y de todo aquel que, dentro o fuera de las aulas universitarias, tuviera la osadía de “pensar críticamente”, al mejor estilo de un famoso y cruel dictador salvadoreño con rango de general, en los años cuarenta del siglo pasado, a quien la historia recuerda por una masacre sin piedad alguna, de más de 20.000 salvadoreños. Ese era su ídolo y mentor.

Uno fundó en Guatemala la Mano Blanca y el otro fundó en El Salvador ARENA. Fue tal la crueldad y la maldad de estos dos oscuros personajes que, en una comparación ridícula, porque sin duda eran lobos del mismo linaje, hasta el general López Arellano, a quien apodaban el Mecánico en Honduras, parecía un dictador blando y un empresario respetable dueño de la aerolínea SAHSA, como también quería aparecer así, ante los ojos del mundo, el supremo dictador Anastasio Somoza Debayle, dueño de vidas y haciendas en Nicaragua.

Estos dos de Guatemala y El Salvador eran compinches de Pinochet en Chile y de los militares argentinos que tiraron vivos al mar a más de 300 opositores, entre ellos a tres de las líderes de las Mujeres de la Plaza de Mayo y a dos monjas católicas francesas, Recuerdo esto ahora porque, en estos días finales del mes de junio del 2023, es noticia que el infame avión de esos crímenes fue localizado en algún lugar perdido de los Estados Unidos y fue regresado a Buenos Aires, como pieza de un Museo del Recuerdo, para que nunca se olviden las atrocidades de las dictaduras en el Cono Sur de América Latina.

¡Tampoco debemos olvidar las atrocidades de Centro América, las de entonces y las que siguen sucediendo en el presente!

Contra todo eso, es que la candidatura de Bernardo Arévalo es un testimonio y una esperanza para Guatemala. También para América Latina. Una esperanza de que, en democracia, en paz, con libertad, justicia, decencia, tolerancia e igualdad entre todos los seres humanos, es posible hacer HISTORIA de la buena y de la que siempre debe triunfar sobre el autoritarismo y las dictaduras, sean estas de extrema derecha o de extrema izquierda, fascistas o comunistas.

Tengo otra razón de tipo personal y anecdótica. Cuando era universitario, escribí un artículo sobre el doctor Juan José Arévalo, presidente democrático y reformador de Guatemala, padre de Bernardo Arévalo, quien envió hasta el aeropuerto de San Isidro de Pérez Zeledón, dos aviones bimotores de LACSA que habían sido confiscados en La Sabana y enviados al aeropuerto La Aurora, para traer las armas que ayudaron a don Pepe Figueres, su amigo de ideales, para pelear y ganar la Revolución de 1948. Ahí comenzó nuestra II República.

Fue un artículo de estudiante y, en ocasión de una visita del doctor Arévalo a Costa Rica, don Pepe me hizo el honor de invitarme con Luis Alberto Monge a tomar café en la Lucha. El expresidente guatemalteco nos regaló uno de sus libros y ahí está en mi biblioteca, como una joya y un recuerdo sobre esos dos hombres extraordinarios y sobre el camino que ellos señalaron, tan alejado de la barbarie incivilizada y deshumanizada que sufrieron, por muchas décadas, los pueblos y países de Centro América. El libro en cuestión es sobre educación, porque Juan José Arévalo era ante todo un maestro y un educador, pero nunca olvidaré su “Fábula del Tiburón y las Sardinas”, como un punto obligado de referencia y lectura para todos los jóvenes de ese entonces y también los de ahora, para que nunca más, los grandes poderes e intereses políticos y económicos del mundo, nos metan en la locura de otra Guerra Fría, como la que se vivió en esas décadas y para que siempre tengamos la dignidad y la vocación inclaudicable, en el siglo XXI, de ser países democráticos, libres, soberanos, independientes y dueños de nuestro propio destino.

¡Que así sea! Los auténticos demócratas, más allá de nuestras diferencias sobre el cómo alcanzar las metas del desarrollo, el progreso y el bienestar de nuestros pueblos, unos más a la izquierda, progresistas y reformadores y otros más en el centro ideológico, según se participe de las distintas corrientes y partidos políticos democráticos, pero todos sin excepción, siempre, con un compromiso sustantivo e inquebrantable con el sistema de vida en libertad y democracia , justicia y equidad social, opuestos a los autoritarismo y a todas las dictaduras, sean estas fascistas, comunistas o de los militares sin cerebro.

¡Bernardo Arévalo es esa opción y la semilla de esa esperanza en Guatemala!

Bernardo Arévalo

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