La trinchera del odio

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Ya lo habíamos planteado meses atrás, en febrero pasado, fecha en que publicamos una columna intitulada “Restauración Nacional: Una amenaza para la democracia”, donde analizamos el avance de las corrientes conservadoras, recubiertas bajo el velo del discurso religioso.

En esa columna, hacíamos mención no sólo el comportamiento de este partido político en particular, sino que señalábamos el fortalecimiento de un movimiento político-religioso conservador, extendido por toda América Latina, orientado a explotar, mediante la instrumentalización de temores y fobias, los sentimientos religiosos. El objetivo de estas acciones consiste en manipular las carencias y expectativas religiosas, con el fin de favorecer los intereses de un grupo de individuos, identificados como apóstoles o pastores, que se benefician con su ascenso en el poder y el favorecimiento de los sectores político-económicos que representan.

Pasados unos meses desde esa publicación, hemos logrado observar cómo esta situación se transforma en algo mucho más profundo y peligroso. En declaraciones divulgadas recientemente por la diputada Carmen Chan -por cierto descendiente de un emigrante- y su asesor, David Segura -ex candidato a diputado de ese partido político-, manifiestan que ellos, usando recursos públicos, -y con la aparente complicidad de Fabricio Alvarado, excandidato de esa agrupación- han manejado, desde las oficinas de la Asamblea Legislativa, páginas de Facebook y otras publicaciones, que promueven el odio y alientan fobias, que sólo perjudican la convivencia pacífica entre los costarricenses.

Estos actores políticos han escogido una trinchera: la trinchera del odio, que a lo único que puede llevarnos es a profundizar las rupturas en una sociedad, que de por sí, ya está resquebrajada.

Estos funcionarios públicos -porque son funcionarios públicos, utilizando inadecuadamente recursos de todos los costarricenses- con sus acciones, han elegido librar esta batalla, desde esta trinchera, extraña a los valores que hemos privilegiado los costarricenses como sociedad. Estos actores políticos, mediante el uso de mensajes recubiertos con argumentos pseudoteológicos, explotan las necesidades espirituales y religiosas de importantes sectores de la población, abrumados por el desempleo, la falta de dinero y las frustraciones generados por este modelo de desarrollo excluyente, por el que los políticos nos han obligado a transitar las últimas décadas y que ha tenido, como resultado, el incremento de la pobreza en la sociedad contemporánea.

La situación ni es sencilla, ni es fácil de superar. El Gobierno necesita legitimidad para ejecutar las acciones orientadas a resolver los problemas que, como sociedad, no hemos logrado atender y solucionar a lo largo de más de dos décadas.

Es imprescindible frenar esta tendencia, no podemos permitir que, mediante el uso de tácticas fascistas y neonazis, se perpetúen los llamados al odio, a la búsqueda del enemigo externo y el fomento de fobias, a partir del uso de discursos religiosos conservadores, que tanto dolor han generado en otras sociedades de Centro y América Latina.

Al igual que se hizo con los ataques a otras figuras públicas, debemos externar el repudio generalizado a las ofensas, a los exabruptos y al uso de bienes y recursos públicos, para fomentar prácticas antidemocráticas, totalitaristas e inconstitucionales, ajenas a la idiosincrasia y a la tradición solidaria y civilista de los costarricenses.

La manipulación de masas de gamberros irracionales, para amedrentar a otros seres humanos no puede ser permitida ni debe de pasar inadvertida para quienes albergamos ideales democráticos.

Hago un llamado a que nos manifestemos organizadamente, para acallar y cubrir con nuestras manifestaciones, estas trincheras del odio que, de mantenerse abiertas, solo pueden provocar la generalización de la batalla y la profundización de repercusiones incalculables, que posiblemente lamentemos profundamente en un futuro cercano.

Los insto, estimados lectores, a promover una actitud pacífica contra la violencia, denunciemos y coadyuvemos a detener el uso de estas tácticas. Debemos entender que el enemigo de nuestra democracia está en la indolencia, el desinterés y la escasa participación de cada uno de nosotros en los asuntos públicos.

El enemigo de nuestro sistema político no está fuera de nosotros, sino en el corazón y la desidia de todos los costarricenses.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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