El perro guardián

Diálogo con Canelo

Ariel Nazario

Canelo

Trato de explicarle al señor Canelo que en nuestra sociedad – y como el es un perro de esta sociedad – necesita permiso para trabajar.

– “Usted no tiene ni rango de perro de servicio, que, por el color de su piel canela y su estatura, la gente confunde el que usted me arrastre con alguna actividad propia de un perro de servicio, sin fijarse que no lleva un chaleco que lo identifique.”.

En tantas ocasiones Canelo ha insistido en trabajar en “seguridad”. Pero el pobre se cree que eso es cuestión de ladrar y gruñir, posiblemente porque en el parque de doña Fontán, solo el pastor alemán de un profesor universitario es sin duda alguna el peso pesado de la comunidad. Había uno – mix – grande y con cuatro colores de parchos blanco, crema, negro y marrón, lindo, bueno y bonito, que se murió de un soplo en el corazón.

Ahora bien, tampoco se puede decir que Canelo sea el más bravo. Con excepción de un par de aguajes, allí hay varios chiquitos e incordios que nada más de ver a Canelo, es como que les entra el diablo por dentro y avanzan hacia nosotros. Ya la madre se da cuenta y no hace nada más que llegar Canelo, que amarra las dos fieras, porque así se comportan. Ni hablar de los dos muy cursis Pomerania que van al mismo paso que la dueña o encargada, que, por alguna razón, su mirada – si mira – solo arroja desagrado. ¡Que ruegue a Dios que Canelo no se encuentre solo con alguno de los dos pichones parejeros! Hay dos orientales (siberianas) que juntas y orgullosas se pasean como princesas en los tiempos de Versalles y siempre se detienen brevemente para decir “hola” al señor Canelo. Y nunca puede faltar el Golden que se desplaza no digo por el parque, sino por todo el vecindario, con la encargada que camina con la misma secuencia y prisa que el perro, por horas.

Pero como Canelo insiste le dije que lo primero que hay que averiguar es dónde se obtienen los formularios para solicitar la licencia de perro guardián. Incluso, hay una ley que reglamenta el negocio de perros guardianes, y como la colegiación de los perros guardianes es compulsoria, le dije que hay que tomar un curso en algún lugar donde entrenen perros.

Insisto con él en que no tiene raza de perro guardián. Que para lo que serviría es para identificar contrabando de jamón cocido y otros embutidos. Pero eso seguramente no lo exime de tener que ir a una escuela – posiblemente un internado – a estudiar para perro guardián; para lo cual tendrá que dormir en la jaula, solo comer croquetas (así le dicen en Instagram a la comida seca), y el bebedero será sin hielo. Tendrá que soportar el ruido de los cohetes, petardos, y cualquier tiroteo que se forme en tan delicada misión. Y finalmente, le digo que no tiene un certificado de nacimiento que es requisito para todo, y no creo que lo hayan inscrito en Arecibo – Barrio Santana específicamente – donde nació.

“Bah”- pareció contestarme dándome la espalda y acomodándose debajo del escritorio, no sin antes virar su cabeza hacia mí murmurando: “Después de todo, ¿Quién protege su sueño y guarda la casa, desde que se acuesta hasta que se levanta? ¡Este cachorro del Barrio Santana! ¡Y sin certificado!

Roosevelt, Puerto Rico

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