Francia: las lecciones de los años treinta

En la náusea parda con la que nos abruman los poderes fácticos

Johann Chapoutot

Macron

Por un lado, la posibilidad de una unión de izquierdas que muchos creían irreconciliable. Por otro, el peligroso compromiso entre liberalismo autoritario y fascismo, un clásico del siglo XX que el macronismo lleva utilizando desde 2017.

Como dijo el filósofo Gérard Granel en 1990, «los años 30 están sobre nosotros», porque los ingredientes de la catástrofe fascista y nazi siguen ahí: la explotación de los seres humanos, la devastación del mundo, el darwinismo social de la «competencia» y la «competitividad», la elección de los ricos, para quienes «mejor Hitler que Blum». Pero en historia, como en política, nada está escrito ni jugado. En la náusea parda con la que nos golpean los poderes fácticos, necesitamos perspectivas, y hay que agradecer a François Ruffin que haya expuesto la alternativa el domingo por la noche: la crisis económica y social y la desesperación pueden llevar al nazismo, por supuesto, pero también pueden llevar al Frente Popular.

Ante el ataque a la Cámara de Diputados el 6 de febrero de 1934, un vasto movimiento social compuesto por militantes socialistas, comunistas y sindicalistas forzó un frente unido. Los aparatos de la izquierda, considerados irreconciliables y fracturados por la escisión de 1919-1921 entre leninistas y socialistas, siguieron su ejemplo y concluyeron un acuerdo de gobierno: una apuesta ganadora en las elecciones municipales de 1935 y en las legislativas de 1936.

Es difícil imaginar el esfuerzo que tuvieron que hacer los comunistas para aliarse con los «partidos burgueses» y, por su parte, los radicales para unir fuerzas con los «bolcheviques». Salvaron a Francia en 1936 de una derecha que juraba austeridad, orden y, ya puestos, soluciones autoritarias. Nos legaron las conquistas sociales que aún hoy nos permiten vivir una vida humana, y esta dignidad se ganó en las urnas, en las huelgas, en el equilibrio de fuerzas con una patronal seducida por la solución nazi y admiradora de Hitler.

Sacar lecciones hasta el final

Pero el Frente Popular tardó mucho en llegar, y hay que extraer de él las enseñanzas hasta el final. Los Radicales (Parti républicain, radical et radical-socialiste, para utilizar su nombre exacto) eran el equivalente ideológico y sociológico del PS actual, un partido de representantes electos, moderado, dividido entre una derecha sensible al orden y a la autoridad, muy alejada de los movimientos sociales, y algunas buenas figuras de izquierda, como Jean Zay, Pierre Mendès France y, sí, Edouard Daladier. Sin embargo, fue Daladier quien, después de haber unido a la izquierda, hizo en 1938 el mismo cambio que en 1926 y 1934: después de haber elegido a la izquierda (cártel, neocártel, luego Frente Popular), los radicales, dos años más tarde, rompieron la alianza y cedieron el poder a la derecha (1926) o se aliaron con ella (1934 y 1938).

Es destacable esta suerte de giros políticos y programáticos. Es el mismo Partido Socialista (PS), que fue elegido bajo un programa a la izquierda aliado con el PCF en 1981, el mismo que protagonizará el «giro» a la «austeridad» de 1983 preconizado por Jacques Delors, quien ganaría en 1997, llevando a cabo una política de privatizaciones más marcada que la de Chirac y Balladur. Se trata del mismo PS firmante de los acuerdos de Nupes en 2022 antes de romper con ellos un año más tarde, dicho partido presenta la misma la misma coherencia de marcha atrás. Giros drásticos e impredecibles, que pueden allanar el terreno a la derecha y a la extrema derecha.

La moral de un “trader” que «asume» sus responsabilidades

Otra lección de los años 30, ahora a la derecha. No tiene sentido detenerse en los motivos de Emmanuel Macron en esta disolución. Es muy posible que imagine que saldrá victorioso de esta nueva «apuesta». La reunión de las instituciones monárquicas de la V República y una psicología infantil lleva a creer en la taumaturgia: tras sobrevivir a la secuencia de los chalecos amarillos mediante una represión violenta y masiva, un cheque de 10.000 millones y el «gran debate», imaginó apagar el incendio de Nueva Caledonia con su sola presencia (fracasó) y, por tanto, en el franglais[1] de los directivos del La República en Marcha (LREM): «asumir su riesgo».

Una moral de «trader», que «asume» tanto más de buena gana cuanto que nunca sufre las consecuencias de sus actos: una victoria de RN perjudicará a los extranjeros, a los pobres y a los débiles, así como a los militantes de izquierda y a los ecologistas, es decir, a aquellos que ya son vilipendiados por los macronistas y por RN. Porque en general están de acuerdo en todo. Tras un pequeño volantazo soberanista y socialista, con Philippot, Marine Le Pen ha vuelto a los fundamentos de la extrema derecha: proempresarial, antisocial y antiecológica.

Los «liberales» y la extrema derecha tienen siempre el mismo enemigo: la izquierda redistributiva, que se opone a un orden social injusto y a una economía que destruye a las mujeres, a los hombres y a los seres vivos. Tienen las mismas ideas predilectas: un sistema fiscal que favorece a los ricos, la promoción de las jerarquías «naturales» (en detrimento de todas las minorías, incluidos los trabajadores, las mujeres y los jóvenes), la exaltación del «orden» (injusto y, por tanto, impugnado e impuesto a porrazos), una relación distante y distraída con la norma y el Estado de derecho, la destrucción del medio ambiente y la represión masiva de los «ecoterroristas»…

La apuesta del desgaste del poder

Muchos se preguntan qué cambiará si un RN está al frente de Matignon[2] y de Interior: serán los mismos blindados Centaure[3] los que rodarán contra los opositores de la A69[4] y los Kanaks[5], los mismos LBD[6] los que sacarán ojos, las mismas granadas las que arrancarán manos. Fueron los liberales italianos y las élites sociales quienes instalaron a Mussolini en el poder en 1922, los liberales autoritarios quienes, junto con los empresarios, eligieron a Hitler a finales de 1932, y los partidos liberales (FDP, FPÖ, CNI, luego UDF) quienes, por «anticomunismo», acogieron y reciclaron a los antiguos fascistas, nazis y colaboracionistas de Europa en 1945.

Una última lección para reflexionar: la apuesta del desgaste del poder. Deshagámonos de la presunción de que «dándoles las llaves, demostrarán su inutilidad y quedarán desacreditados en el futuro». Ya escuchamos este razonamiento en 1922 y 1932, y más nos habría valido escuchar a Goebbels, que escribía en su diario: «Vamos a entrar y no volveremos a salir, salvo muertos». Una promesa cumplida por el hombre que mató a sus hijos y a su mujer antes de suicidarse delante del búnker.

No olvidemos que en los años 30 los nazis eran vistos como socios políticos y económicos de primer orden: habían destruido la izquierda más antigua y mejor organizada del mundo, habían reactivado los fundamentos de la economía alemana con pedidos masivos de armas y habían hecho de Alemania una zona óptima para las inversiones, donde todos los capitales se precipitaban, mientras que el Punto[7] o la JDD[8] de la época soñaban con conseguir una entrevista con el famoso «canciller Hitler».

Algunas élites eligen lo peor

Con un 50% de RN en la policía, unos medios de comunicación de derechas y un gobierno débil y violento que, desde el asunto Benalla[9] hasta la represión de los ecologistas, ha adoptado meticulosamente el vocabulario, la gramática y las ideas de RN, es mejor evitar correr este riesgo, Tanto más cuanto que una victoria electoral puede desencadenar rápidamente militantes identitarios que saben que pueden contar con simpatías en la policía, algunos de cuyos sindicatos, el 19 de mayo de 2021, se manifestaron ante la Asamblea Nacional, en presencia del Ministro del Interior y del Prefecto de Policía de París, contra la «Justicia» y la «Constitución».

El compromiso entre el liberalismo autoritario y el fascismo es un clásico de la historia del siglo XX. Se teje ante nuestros ojos desde 2017, con los medios de comunicación que nos imponen los encuadres y los temas de la extrema derecha, con un gobierno que se ha aliado con ella (para instalar un dúo exclusivo, o incluso para votar con ella), y en detrimento de una población cuya cada encuesta muestra que imagina, desea y sueña con otra cosa que no sea el individualismo rudo, la toxicidad gerencial, la competencia permanente y la devastación del mundo. Ciertas élites eligen lo peor para sus propios intereses y lo imponen a un pueblo hipnotizado por medios de comunicación tendenciosos. ¿Quién recuerda que, en fecha tan reciente como 1933, la inmensa mayoría de los alemanes rechazaba la guerra?

Notas:

[1] Mezcla de inglés y francés. Similar al spanglish.
[2] Residencia oficial del Primer Ministro.
[3] Carrocería militar del Ejército Francés.
[4] Proyecto de infraestructura vial que ha obtenido una enorme contestación social.
[5] Población autóctona de Nueva Caledonia.
[6] Lanceur de Balles de Défense. Lanzadores de pelotas de defensa. Hace referencia a un tipo de antidisturbios.
[7] Revista semanal francesa de actualidad política.
[8] Le Journal du Dimanche. Revista similar a la anterior que se publica los domingos.
[9] Escándalo de violencia policial de una figura cercana a Macron.

Johann Chapoutot es profesor de Historia Contemporánea especializado en Alemania en la Universidad de la Sorbona, miembro del Instituto Universitario de Francia (IUF) e investigador invitado por la Freie Universität de Berlín. Su trabajo se centra en la ideología, la propaganda y la cultura del Tercer Reich, así como en la recepción y la reinterpretación de esta ideología en la Alemania de posguerra.

Fuente: https://www.liberation.fr/idees-et-debats/dans-la-nausee-brune-dont-nous-accable-le-pouvoir-les-lecons-des-annees-30-20240611_P5EDZ446ZJDZHPYTBNGGN6GDT4/

Traducción: Felipe Dapoza para sinpermiso.info

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