Ulate, Calderón y Echandi

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Ulate, Calderón y Echandi

He venido escribiendo sobre hechos y vivencias personales que llamo históricos, pero conocidos por muy pocos. Esta vez referiré tres experiencias también personales, aunque no podría calificarlas de históricas. No puedo resistir el deseo de dejar constancia de vivencias separadas con tres prohombres de nuestra Costa Rica. Hago a un lado diferencias políticas e ideológicas que pudiera tener con los señores expresidentes de la República don Otilio Ulate Blanco, el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia y don Mario Echandi Jiménez.

Don Otilio Ulate ejerció la Presidencia de la República de 1949 a 1953. Su Administración se caracterizó por la honestidad, la austeridad fiscal y su prédica por la unidad y la paz de las familias costarricenses, tomando en cuenta que recién había transcurrido la revolución armada de 1948. A mi juicio se equivocó al aspirar de nuevo a la Presidencia en 1962 por el Partido Unión Nacional, intento fallido. Digo que se equivocó porque su candidatura obtuvo poco apoyo, que se vio reflejado en la poca votación que tuvo, alrededor del 13% de los votos.

En ese entonces funcionaba el Comité Costarricense de la Juventud (CCJ), organización no gubernamental que agrupaba a los sectores más representativos de la juventud de Costa Rica, como lo fueron la Juventud Liberacionista, Juventud del Partido Unión Nacional, Juventud del Partido Republicano, Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica (FEUCR), Clubes 4-S, Juventud Obrera Católica (JOC) y la Juventud de la Confederación Costarricense de Trabajadores Rerum Novarum. Por primera y única vez en la historia se había logrado un esfuerzo de unidad de la juventud costarricense.

En el CCJ cultivé una profunda amistad que persiste al día de hoy con Francisco Cordero Gené, dirigente de la Juventud del Partido Unión Nacional. Le solicité a Francisco la posibilidad de tener una visita y reunión con don Otilio, sin intención política alguna, sólo con el deseo de encontrarme personalmente con una figura de la historia nacional. Ambos Francisco Cordero y don Otilio Ulate accedieron y la reunión se hizo posible a mediados de 1969. Nos dimos cita en su oficina en las cercanías del antiguo Hotel Europa. Fue una conversación amplia con un don Otilio jovial y agradable. Sus palabras eran auténticos consejos políticos a dos jóvenes que incursionábamos en ese campo. Casi al final de la conversación ante mi pregunta de por qué se presentaba como candidato de su partido a una elección tan claramente desfavorable en ese momento, don Otilio nos dio una nueva lección: “Miren jóvenes, me imagino que ustedes tienen vocación política y deben saber que una de las características de un político es nunca perder la fe y las ilusiones de alcanzar sus metas en el servicio a los costarricenses. Sigan adelante y nunca pierdan la confianza en ustedes mismos; la lucha política es para los idealistas”. Sabias palabras del señor Expresidente que a esta fecha no las hemos olvidado.

Fue una satisfacción e inmenso orgullo haber saludado y conocido personalmente al Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia. En 1970, iniciando apenas nuestro trabajo en la Asamblea Legislativa, el diputado y amigo Lic. Rolando Laclé Castro, a solicitud mía, me llevó a la oficina del Dr. Calderón, ubicada en las cercanías del barrio La California. ¿Cómo no iba a desear yo conocer personalmente al creador de la Caja Costarricense del Seguro Social, el Código de Trabajo, las garantías sociales y la Universidad de Costa Rica? Ya en su despacho, con Rolando, encontré al doctor sentado en su escritorio, traje entero, gafas oscuras, circunspecto. Una vez presentado, Rolando nos dejó solos para que conversáramos. Era muy serio y formal, de pocas palabras. Nuestra reunión fue de 15-20 minutos y me quedó muy grabado parte de sus palabras: “Estamos en una guerra en la defensa del derecho y la libertad de los costarricenses. Las leyes sociales que dimos en los años 40 aún no están consolidadas. Hay intereses que están en franca competencia por destruirlas, y yo he comprometido mi vida en defensa de las garantías sociales como un todo”. Más claro no pudo ser el Dr. Calderón Guardia y aún resuenan en mí sus palabras. Valga decir que esta reunión fue un par de semanas antes de su fallecimiento. Y un par de semanas antes de concluir nuestro periodo legislativo, se aprobó por la Asamblea el benemeritazgo del Dr. Calderón.

También en 1973 sucedió algo inaudito tras bambalinas en la Asamblea Legislativa. El diputado Romilio Durán Picado retó a duelo al también diputado Oscar Saborío Alvarado. Bromas de mal gusto entre algunos diputados hicieron que funcionara el “teléfono chocho” (distorsión de mensaje o palabras que se produce con la transmisión de varios oyentes). Don Romilio, un hombre de carácter fuerte, en determinado momento se sintió ofendido y retó a duelo a don Oscar. Romilio inmediatamente nombró de padrino a don Luis Alberto Monge, entonces Presidente de la Asamblea Legislativa. Don Oscar nombró de padrino a don Mario Echandi Jiménez, Expresidente de la República. Como padrinos de un duelo de esa naturaleza, se hubieran tenido que reunir para ponerse de acuerdo sobre día, hora, modalidad y tipo de armas a usar. No obstante, para don Luis Alberto era absurdo en pleno siglo XX, participar en algo en lo que él no creía. Ya tarde de la noche don Luis Alberto me encargó visitar al diputado Saborío para informarlo que había convencido a don Romilio de desistir de un duelo en estos tiempos. Llegué a casa del diputado Saborío y ahí estaba reunido con don Mario Echandi y un grupo de amigos. Don Mario mostró enorme satisfacción y respondió con este mensaje: “Digale a Luis Alberto que he estado tratando de comunicarme con él, que no se preocupe porque también hemos convencido a Oscar. Como dijo mi padre, lo más sagrado para nosotros es la sangre de los costarricenses, no vale derramar una sola gota si no es en defensa de la Patria”. Todos suspiramos con enorme tranquilidad. Y afortunadamente el hecho ni siquiera trascendió a la prensa.

Confieso que hago estos relatos más que por históricos, por orgullo, satisfacción personal y hasta vanidad de haber tenido encuentros personales sin prejuicios políticos con tres Beneméritos de la Patria: don Otilio Ulate Blanco, el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia y don Mario Echandi Jiménez. Hoy debo agregar al mismo don Luis Alberto Monge. Los cuatro ganaron su sitial en la historia de Costa Rica por sus servicios a la patria. Los encuentros con ellos significaron para mí lecciones magistrales de política.

Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.

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