Por qué los ticos estamos hartos de la política

Ágora

Guido Mora

Guido Mora

Quienes rondamos los 40 o 50 años, recordamos la fiesta que significaba la política para los costarricenses, durante los años 70, 80 y 90.

Meses antes de las elecciones, vestíamos nuestras casas con banderas, y calcomanías. Los autos circulaban por las calles con insignias, identificaciones multicolores e himnos de campaña. Se ponían pancartas en las fachadas de nuestras viviendas, identificando nuestra afiliación política ante amigos y familiares.

Visitábamos la Avenida Central, portando banderas y apoyando en grupos, en el auto o a pie, a uno u otro partido o candidato político. La cultura política, ante el proceso electoral, permitía disfrutar los encuentros ciudadanos, sin enfrentamientos físicos o encuentros a golpes, aunque también se presentaban una que otra vez.

Las plazas públicas eran la culminación de esa campaña. Cuando llegaba el día de la plaza pública, la comunidad se vestía de fiesta, se inundaba el pueblo de banderas. El Candidato recorría las calles en compañía de figuras políticas o líderes comunales. Se cerraban las calles para dar pie a una masa humana que esperaba el inicio del acto político, generalmente ubicado en un lugar céntrico del distrito o cantón, en donde se iban a escuchar los discursos y por qué no, ir a ver el desfile de muchachas, ticas guapas que engalanaban la actividad.

El acto de cierre de campaña era todo un acontecimiento: se movilizaba gente de todo el país hacia San José, se cerraba el Paseo Colón o la Avenida Segunda, se medían y contaban cuadras compactas, para calcular cuantos cientos o miles de personas participaban en el acto político, habían marchas o columnas que caminaban, encabezadas por líderes políticos nacionales, desde diversos puntos de la ciudad, hasta el lugar de convergencia. Vaya que era una actividad que se disfrutaba.

El día de las elecciones los ticos madrugábamos y vestíamos camisetas con los colores del partido. Los más jóvenes ayudaban como guías, de mesa o padrón; los mayores como miembros de mesa, fiscales, encargados de transporte, coordinadores de centros de votación o manejo de centros de información. Algunas mujeres preparan ollas de alimentos para los copartidarios. Todo el trabajo de ese día era voluntario, apenas si se pensaba en pagar algún combustible para los vehículos. Nadie esperaba remuneración por una labor patriótica, una ofrenda cívica a la democracia.

En el colegio o la universidad constituía un orgullo ser parte de una agrupación política; era un honor representarla en las contiendas electorales que se efectuaban anualmente en los centros de enseñanza.

Los partidos políticos se preocupaban por impulsar sus ideas, por reclutar cuadros que pudieran promover la concepción socialdemócrata, socialcristiana o comunista.

Era una sociedad ideologizada, donde se combatía no sólo entre la izquierda y la derecha, sino también entre liberacionistas, socialcristianos o simpatizantes de la izquierda costarricense.

Esas eran las vivencias que acompañaban nuestra participación política. Era un orgullo ser parte en estos procesos.
Con el tiempo, vinieron los desencantos.

Presentes desde los años 70 e incrementándose en las décadas siguientes, se produce un aumento en los casos de corrupción y del delito de cuello blanco. Los valores habían cambiado.

Comenzamos a conocer informaciones sobre malversación de fondos públicos, desviación de recursos del Estado a manos privadas, descuido en el uso de los dineros de la hacienda estatal, robo de dineros, pago de mordidas, comisiones, evasiones o elusión de impuestos, delitos todos contra el Estado.

Los partidos políticos y sus líderes lejos de tomar una posición contundente sobre el problema negociaban soluciones, ocultaban situaciones o enmudecían ante escándalos que cada día eran mayores.

Fondos de Emergencia, CATs, Aviación Civil, Alcatel, Caja Costarricense de Seguro Social, Trochas, uso indebido de dineros de la deuda política, para mencionar sólo algunos casos, comienzan a generar una atmósfera oscura para los políticos y la política costarricense, en donde se construye con la aparición de cada uno de estos escándalos, una imbricación entre la política, los políticos y los delitos contra el erario público.

Los medios de comunicación se dieron a la tarea de evidenciar y exhibir a algunos de los implicados. Un sector de la prensa cumplió su tarea patriótica de denuncia. Otro instrumentalizó los escándalos buscando trasladar el manejo político desde los partidos, hacia grupos económicos cercanos y así tener más margen de influencia y acción política sobre el aparato estatal y sus recursos.

El sentimiento en la opinión pública era de asombro primero, se escandalizó posteriormente, enfurecía otras veces y finalmente la inundó un desánimo ante la impunidad, el silencio y la imposibilidad de ver a las personas cuestionadas, procesadas por un sistema judicial y político, que nunca señaló verdaderos responsables físicos e intelectuales de estos actos.

Los políticos y los partidos pecaron por acción o por omisión, transmitiendo un terrible mensaje a la opinión pública nacional: ¡Si los de arriba roban y no los procesan, por qué no nosotros!.

Después el caos: dos expresidentes en la cárcel y otro más autoexiliado por 10 años, esperando que muchos olvidaran cuestionamientos y dudas, surgidos en su paso por la función pública.

El pastel en la cereza, el escándalo más reciente, lo adiciona a esta vergonzosa lista la Administración Chinchilla Miranda, con la desmesurada suma de 24 mil millones de colones, “supuestamente invertidos” en la tristemente famosa trocha: la Ruta 1856.

Contrario a lo que vivíamos décadas atrás, ahora nadie quiere participar en política. Los jóvenes prefieren dedicarse a otro tipo de actividades, antes de ser partícipes de organizaciones que tarde o temprano serán señaladas como corruptas. Los ciudadanos cierran la puerta ante quieren llevan promesas vacías, sin soluciones reales. Hasta Pablo César Wanchope se ofende, cuando públicamente lo comparan con un político.

La política, lejos de ser una actividad que genera orgullo y servicio público, se ha convertido en escarnio, en sinónimo de corrupción, sinvergüenzada y modo de vida de vividores y vagabundos.

Así es, los valores cambiaron. Los cabecillas de poca monta, más especializados en ver como burlan las leyes, que en generar verdaderas soluciones para los problemas nacionales, se apropiaron de los partidos políticos.

La reacción a esta situación hace que los costarricenses brinden su respaldo a un candidato que logró vender su imagen como “no política”. Hartos de la política tradicional, confían el futuro del país a Luis Guillermo Solís, que se presenta como una alternativa distinta a los políticos tradicionales. Será la historia quien evalúe y valore a esta Administración.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en la tristeza que representa el robo de la ilusión, de la fe y la esperanza. El escamoteo que realizaron quienes, con sus innobles y desvergonzadas acciones durante una o varias administraciones, se apropiaron indebidamente de los fondos públicos, en detrimento de las obras que merecen todos los costarricenses.

No se puede pasar por alto la impunidad y la indiferencia de oscuros operadores políticos, cuyos nombres apenas aparecen en la lista de funcionarios públicos, que han callado o han sido cómplices de estas acciones: cómplices silenciosos de la debacle.

Finalmente, la posición de miles de costarricenses, que con el silencio y el temor a denunciar al corrupto, al pequeño y al grande, se han convertido en parte de esta lógica perversa, que debilita y erosiona la democracia costarricense.

Hoy, vemos el futuro con poca esperanza. Algunos como alternativa, se han empecinado en proponer reformas al sistema político costarricense, copiando fórmulas que han constituido un fracaso, en lugares donde se han aplicado. Medidas que sólo concentran la riqueza, multiplican la pobreza y deterioran al Estado solidario.

Otros defienden posiciones y gollerías, que resultan inviables en el estado de cosas prevaleciente.

La mayoría calla y mira con desanimo el inicio de otro proceso electoral, que no ofrece nada nuevo al electorado.

Los partidos y los políticos nos robaron la ilusión, minaron nuestra fe y lamentablemente, no se vislumbra en el futuro cercano, acciones o medidas que devuelvan a los costarricenses la credibilidad en sistema político democrático.

Los políticos y los partidos están en deuda con los costarricenses, por eso estamos hartos de la política…, y de lo político.

Por eso, señores políticos, no queremos más mentiras, les exigimos ser consecuentes y mostrar con hechos, lo que ha abundado en palabras y en demagogia.

Señores: ESTÁ EN SUS MANOS, DEVOLVERNOS LA ILUSIÓN, LA ALEGRÍA Y EL GUSTO POR LO POLÍTICO.

Algunos escándalos públicos por delitos contra el erario público donde tienen vinculaciones personalidades políticas

1- Julio 1985: se descubre fraude de ¢130 millones en el Fraude del Fondo nacional de Emergencias.
2- 1991 Fondo de Desarrollo Agropecuario: ¢18.150 millones distribuidos entre los bancos estatales y el Gobierno, debido al otorgamiento de créditos ventajosos, pero sin garantías suficientes. Trascendió que políticos tuvieron acceso a esos recursos; no obstante, no hubo acusados.
3- CODESA: ¢35,000 millones. Hubo deficiencias en su administración e irregularidades en el manejo de recursos. CODESA fue liquidada en enero de 1996 y por este caso tampoco hubo acusados.
4- 1995 – Fondo de Contingencias Agrícolas: ¢2,797 millones
5- 1994-1998 – Aviación Civil: ¢3,000 millones de colones.
6- 1994-1998 – Fondo de Compensación Social, por ¢400 millones de colones
7- 1997-1998 – Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares: ¢1.387 millones de colones
8- 1998 – Federación Nacional de Cooperativas de Ahorro y Crédito de Costa Rica R.L.: ¢1,150 millones de colones.
9- 1999 – COOVIVIENDA: ¢28,000 millones
10- 1998 – Certificados de Abono Tributario –CAT-: ¢6,000 millones de colones, pagados indebidamente a empresas que simularon exportaciones.
11- CCSS
12- 2001 – 2009- ICE-ALCATEL: Comisiones por más de USD $800 mil dólares, pagadas por ALCATEL para favorecer la compra de líneas por parte del ICE a esta empresa.
13- 2013 – Trocha aérea: Escándalo en Aviación Civil, ¢26,500 millones de colones
14- 2010 – 2014- Ruta 1856 – La Trocha: ¢24,000 millones de colones.
15-2010 – 2014- Miles de millones de colones usados ilegal e indebidamente, provenientes de la deuda política, por parte del Partido Liberación Nacional, el Movimiento Libertario y el Partido Acción Ciudadana.

TOTAL ¢146.514 (CIENTO CUARENTA Y SEIS MIL QUINIENTOS CATORCE) MILLONES DE COLONES, SALIDOS DE LAS FINANZAS PÚBLICAS, DINERO PAGADO POR TODOS LOS COSTARRICENSES Y QUE ALGUIEN VINCULADO A LA POLÍTICA O USANDO SUS VÍNCULOS POLÍTICOS, SE APROPIÓ INDEBIDAMENTE.

Miles y miles de dólares, pagados en comisiones por ALCATEL y en el caso CCSS-Fischel a políticos costarricenses, para beneficiarse de su influencia.

No se incluyen otros, como el caso de la ex defensora Ofelia Tailtelbaum, que sin constituir un daño económico para el Estado, constituyen un daño moral contra el Estado de Social de Derecho, la imagen de lo político y la democracia costarricense.

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Origen de los datos:

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El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas

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