Narcotráfico, lavado de dinero y corrupción

Ágora*

Guido Mora

Guido Mora

Los últimos días hemos visto varios acontecimientos relacionados con el tema del narcotráfico, unos suscitados en México y otros en Costa Rica. A saber: la re captura mediante la “Operación Cisne Negro” del tristemente célebre Joaquín Guzmán Loera, más conocido como el “Chapo Guzmán” –hemos conocido la versión detectivesca y policial-; las conversaciones de este famoso personaje con la guapísima Kate del Castillo –parte de la faceta novelesca con escenas románticas y mensajes de amor- y la fiesta que supuestamente realizó un empresario de la Zona Norte de Costa Rica, con la presencia de los hijos del Chapo, –el episodio tico, de la trama internacional-.

Estos acontecimientos envueltos en el oscuro mundo del narcotráfico, que parecen más bien parte de la novela La Reina del Sur, ocultan realidades escalofriantes propias del tráfico de estupefacientes, como son la muerte de millones de personas: consumidores, traficantes, víctimas de la violencia que genera esta actividad, delincuentes y policías, unos bregando por extender el negocio y otros por combatir este flagelo.

Violencia descarnada que se refleja en el asesinato y el ajuste de cuentas de miles de personas, en manos de quienes recurren a las formas más salvajes e atroces de las que puede ser capaz el ser humano.

Por otra parte, son también reveladoras e impactantes las declaraciones del “Chapo Guzmán” que en la entrevista que concede a Sean Penn y a Kate del Catillo, afirma contundentemente: “Yo no soy el problema, aunque me maten el problema sigue, el día que yo no exista no va a mermar en nada el tráfico de drogas, yo ya tengo mis reemplazos quienes se encargarán de seguir. Yo no soy el problema, el problema es Estados Unidos que pide la mercancía, siempre que haya demanda habrá gente que quiera estar en el negocio, ustedes son el problema. Yo no causó problemas, yo solo me defiendo, el problema es el gobierno, ese al que ustedes le dan todo el poder, ese gobierno que pide su tajada y luego se hace como que no sabe nada y viene a buscarme. El problema es la falta de trabajo y la miseria que el gobierno paga mientras ellos se llenan de dinero…”.

Estas afirmaciones nos recuerdan que el problema del narcotráfico, no podrá resolverse si se enfoca solamente desde la óptica del productor, sino que también debe atenderse y resolverse desde la perspectiva del comprador. Razón lleva el “Chapo”, al afirmar que mientras haya mercado, existirá el tráfico y para desgracia de México y Centro América, el primero hace frontera con uno de los mayores mercados del mundo y nosotros nos encontramos en el paso entre los productores y el destino final de los estupefacientes.

Problema mayúsculo enfrentamos los latinoamericanos tener al norte, en los Estados Unidos, un mercado de doble moral, que criminaliza la importación del producto, pero permite el cultivo, la comercialización y el consumo interno de drogas en algunos de sus Estados.

Hay sin embargo otra cara del problema y esta tiene que ver directamente con las relaciones del narcotráfico con empresarios nacionales, políticos y Gobiernos.

En Honduras, en octubre del año pasado, el Gobierno de ese país, a solicitud del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, decomisó 19 empresas del Grupo Continental y cinco viviendas, propiedad de Jaime Rosenthal, su hijo y su sobrino, acusados de lavar dinero procedente del narcotráfico, a través de dichas empresas y de un banco de su propiedad.

No es casualidad que Rosenthal fuera uno de los designados a la vicepresidencia durante el Gobierno de José Azcona del Hoyo (1986-1990) lo que hace suponer que en otros países de la región, el narcotráfico pueda haber permeado también sectores políticos y económicos, con el fin de blanquear las inmensas sumas de capital que genera.

Casualmente, en diciembre pasado veía un programa en CNN en que Arístegui entrevistaba al Dr. Eduardo Buscaglia, ciudadano estadounidense, experto en el tema, que se desempeña como Presidente del Instituto de Acción Ciudadana (México) y que ha sido entre otras cosas Director del International Law and Economic Development Center, Investigador Principal en Derecho y Economía («Senior Law and Economics Scholar») en la Universidad de Columbia (Estados Unidos de América), Profesor Invitado de la UNAM (2012), del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y de la Universidad Iberoamericana (2013).

El Dr. Buscaglia conversaba sobre el libro que presentó ese mismo mes en México, intitulado “Lavado de dinero y Corrupción Política: El arte de la Delincuencia Organizada Internacional”, texto que logré conseguir y leer, y del cual extraigo algunas cifras, que nos permiten comprender la magnitud del problema que enfrentamos como sociedad.

Una de las primeras premisas expuestas en el texto consiste en comprender que el dinero producto del lavado, sirve para financiar todo tipo de actividades delictivas y en no pocas ocasiones, llega a manos de empresarios, políticos, sindicatos y organizaciones que financian actividades políticas.

Señala Buscaglia que para la primera captura del Chapo Guzmán, “ninguna autoridad política mexicana impulsó acusaciones o procesos contra las redes de negocios y franquicias empresariales, o contra políticos asociados a sus actividades, ni toco ningún activo ligado al Chapo…” y agrega “Así prevaleció un pacto de impunidad política aunado a una parálisis premeditada del sistema judicial mexicano… Contrario a otros países… la captura de uno de los hombres más adinerados del mundo, según el ranking la Revista Forbes, debía haber derivado en la detención y el procesamiento de cientos de políticos corruptos, empresarios y sindicalistas lavadores de dinero… sin embargo, esto nunca sucedió”. Buscaglia, Edgardo, Op Cit.

Agrega el autor que “Es importante tomar en cuenta, desde un punto de vista integral –político, económico, cultural-, que las sociedades más desarrolladas y más prósperas son a la vez aquellas donde las personas físicas y las organizaciones e instituciones –públicas, privadas y asociaciones civiles-, aceptan de forma libre ser legal y democráticamente sujetas a reglas deseables de comportamiento. Estas reglas se aplican por medio de Estados o supra estados, cuyas prácticas se denominan gobernabilidad… No debe pasarse por alto que los niveles de gobernabilidad son indirectamente proporcionales al flujo de dinero ilícito que proviene de las múltiples clases de delitos. Ibid.

Este autor menciona que el volumen del delito del blanqueo de capitales representó, según datos de la Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito entre el 2% y el 5% del PIB mundial. Concretamente para el año 2011, esta organización indicó que el lavado de dinero había ascendido al 3,6% del PIB mundial, que corresponde a la exorbitante suma de 2.1 billones de dólares, haciendo los mismos investigadores la salvedad de que estas cifras se podrían quedar cortas, pues la tasa de intercepción y congelamiento de estos capitales permanece aún muy baja y ni siquiera llega al 1% del flujo anual de dinero sucio. Ibid.
Aunque la corrupción política -continúa Buscaglia-, no se toma en cuenta en la delincuencia organizada, es importante señalar que hay una predilección por las redes criminales de infiltrar la política y el sector formal de la economía, a fin de corromper autoridades y blanquear capitales. Ibid.

¿A qué viene todo esto, dirán ustedes?, pues sencillo, el propósito del lavado de dinero consiste en insertar el dinero sucio en la economía formal y particularmente en las economías formales del mundo desarrollado, aunque para hacerlo, tengan que recorrer un largo camino: la intención final del delincuente es atesorar grandes fortunas y utilizar el dinero para adquirir bienes y servicios disponibles sobre todo en las naciones industrializadas. Para esto, los narcotraficantes están dispuestos a corromper todos los estratos empresariales, políticos y sociales, pagando un peaje a quienes colaboren con el blanqueo del dinero.
Costa Rica no es una isla y nuestro país no está exento de este flagelo.

Las autoridades costarricenses y cada uno nosotros, habitantes de nuestro país debemos ser vigilantes de fortunas aparecidas por arte de magia, de políticos dispuestos a derrochar dinero en la compra de votos o en campañas millonarias que pagan la pauta de propaganda política para los procesos electorales y que persiguen la compra de conciencias.

El lavado de dinero atenta contra el funcionamiento normal de la economía, pues el trasfondo del negocio es la legitimación de capitales y no los procesos productivos, la generación de empleo o el incremento de la productividad o las exportaciones de una Nación.

Hay que ser vigilante y exigir a las autoridades bancarias, policiales y políticas la ubicación e investigación de sospechosos de este delito, para atacar de raíz el problema y evitar que este flagelo corrompa las bases del Estado Costarricense.
Soy optimista, creo que aún estamos a tiempo de evitar el contagio y la infección generalizada de nuestro sistema político y nuestra sociedad.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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