Los retos de la socialdemocracia

Ágora *

Guido Mora

Guido Mora

Contrario a lo que muchos apostatas convertidos al neoliberalismo y de lo que los eternos enemigos del social estatismo puedan afirmar, no puede ignorarse mezquinamente el papel del Partido Liberación Nacional en el desarrollo del Estado Costarricense.

Desde 1948, las huellas del pensamiento socialdemócrata impregnan cada uno de los logros que ha obtenido Costa Rica como Nación.

Los altos estándares de educación, salud, desarrollo social y económico, se deben en gran medida a la aplicación de políticas sociales y a la ejecución de medidas solidarias promovidas y ejecutadas por el Estado, liderado por visionarios con una perspectiva muy clara del país que se deseaba construir. El promotor de estas medidas ha sido mayoritariamente el Partido Liberación Nacional.

El Estado Paternalista, el Empresario y el de Transformaciones Económicas y Ajuste Estructural, cumplieron en su momento el objetivo para el que fueron diseñados. La corrupción, el clientelismo político, el favoritismo a favor de los grupos financieros e importadores y el cambio de paradigma los arruinaron o los superaron.

Las estrategias de desarrollo han tenido que irse modificando unas veces paulatinamente, producto de la evolución pausada y otras de una gran rompimiento, como resultado de esta revolución contemporánea, llamada globalización. En este caso concreto, la globalización ha generado una ruptura social, económica y política a lo largo y ancho de esta bien denominada Aldea Global.
El actual modelo de desarrollo y la contemporaneidad globalizada, tiene la particularidad de que sobrepasa y supera el estrecho esquema de los Estados Nación.

Las economías pasan de funcionar de un estrecho marco nacional, a un campo de juego internacional, donde se desarrolla la economía global, conducida a placer por las corporaciones internacionales, que tienen la capacidad de subyugar a una economía nacional, con el fin de someterla a sus exigencias, a cambio del “favor de instalarse” en el territorio geográfico determinado.

De igual manera, la aplicación incondicional de los esquemas económicos impulsados por los Organismos Financieros Internacionales, han generado más riqueza que nunca antes en la historia de la humanidad. Paradójicamente también hoy día hay más desigualdad e inequidad.

Los recursos se han concentrado en cada vez menos manos, dedicándose a inversiones bancarias especulativas y abandonando paulatinamente la inversión productiva, que genera empleo y distribución de la riqueza.

La sociedad privilegia el enriquecimiento, el consumo y el despilfarro. Los Gobiernos han participado de estas orgías económicas y han permitido, para su beneficio y el de algunos de sus líderes o socios, que el negocio que deslegitima el quehacer público sea visto como norma y no como una violación.

La realidad ha dejado rezagado el pensamiento socialdemócrata –no solo como fenómeno nacional sino también a nivel mundial-, que no ha logrado rediseñar la estrategia que le permita luchar contra sus adversarios históricos. En el quehacer cotidiano, lamentablemente algunos de los cabecillas partidarios se han conformado en una especie de sindicato partidista, cuyo único interés consiste en prolongar sus prebendas, garantizarse un puesto en un eventual próximo gobierno o continuar flotando en esa atmósfera política en la que ya no aportan pensamiento, sino más bien, lastre para el reposicionamiento de la socialdemocracia.

Los líderes partidarios los mantienen en sus puestos, al fin y al cabo, son quienes manejan la estructura cantonal y provincial, aunque por su trayectoria, apenas si lleven a votar a grupos de conocidos, amigos y familiares.

Este lamentablemente es el estado de cosas que prevalece. Una realidad que obliga a la reflexión y a la recomposición de la propuesta liberacionista.

Es impostergable y urgente: la socialdemocracia debe ser repensada.

Para la sociedad costarricense, adquiere carácter de premura recomponer la social democracia de manera que los futuros gobiernos liberacionistas no continúen siendo partícipes y promotores de la realidad socio económica actual.

Costa Rica no puede continuar emulando o aplicando medidas que ya han fracasado en otras zonas geográficas del mundo. Si algo caracterizó la acción de los Fundadores de la Segunda República fue el pragmatismo y la capacidad de no dejarse influir por las ideas prevalecientes en esa época. Si así hubiera sido, Costa Rica habría terminado siendo una dictadura.

Este mismo espíritu debe embargar a quienes hoy desean renovar la socialdemocracia.

La sociedad costarricense es hoy más plural, a pesar de esto, los intereses particulares o gremiales no puede estar por encima de los nacionales.

Un Estado democrático fuerte, debe entrar en equilibrio con los poderes fácticos, que hoy lo sobrepasan; con el propósito que se perfile e impulse un proyecto país, cuyo objetivo no sea únicamente el de resolver los problemas inmediatos que sufre la sociedad costarricense de inicios del Siglo XXI, sino que diseñe el país que los costarricenses requerimos para los próximos 20 o 30 años.

Según Ignacio Ramonet, “la democracia actual se ve amenazada por al menos diez causas: 1) Demasiadas desigualdades (ricos cada vez más ricos, pobres más pobres). 2) Crisis del Estado y de lo público, atacados por las teorías neoliberales adictas al “Estado mínimo”. 3) Carencia de una sólida cultura democrática. 4) Nefasto efecto de los casos de corrupción de políticos (tan frecuentes en España -y agrego en Costa Rica). 5) Dificultades en la relación entre los partidos y el resto de la sociedad civil. 6) Subordinación de la actividad política a los poderes fácticos (mediáticos, económicos, financieros). 7) Sumisión de los Gobiernos a las decisiones de organizaciones supranacionales (y no democráticas) como el Banco Central europeo (BCE), el G-20, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Organización Mundial del Comercio (OMC), etc. 8) Incremento de los enfrentamientos entre la sociedad civil y los Gobiernos. 9) Discriminaciones o exclusiones hacia categorías sociales o de género (inmigrantes, homosexuales, sin papeles, mujeres, etc.). 10) Dominación ideológica de grupos mediáticos que asumen el papel de oposición, y defienden sus intereses y no los de los ciudadanos.(RAMONET, Ignacio, Democratizar la democracia, Le Monde Diplomatic, noviembre 2015).

Me parece que es necesario comenzar por algo.

Es posible que el establecimiento de una agenda para evaluar el impacto de cada una de estas diez amenazas a la democracia costarricense sea un buen inicio. De repente, este ejercicio permitiría diseñar las medidas que puedan servir como un punto de partida para construir el andamiaje que debería soportar la recomposición del pensamiento socialdemócrata y la construcción de la Costa Rica del Siglo XXI.

No se trata únicamente de importar ideas de otras latitudes, sino de analizar la problemática que caracteriza nuestros sistemas políticos, comunes en el ejercicio de la democracia y entrenarnos en su solución.

Costa Rica necesita un Liberación Nacional renovado; que articule soluciones inteligentes y novedosas contra los problemas sociales y económicos; que sea consecuente en la lucha contra el delito y la corrupción y que equilibre el papel del Estado, fortaleciéndolo, para reorientar su papel, contra las voces de neoliberales y de poderes fácticos que pretenden debilitarlo y empequeñecerlo ya para anteponer sus propias agendas o para seguir apostando al mito de la teoría del derrame, que nos tiene postrados en esta interminable crisis económica mundial.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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