Lo que se necesita es liderazgo

Luis París

Luis París Chaverri

El objetivo fundamental de los partidos políticos es obtener cuotas de poder que les permita influenciar la realidad social con su propia visión e imprimirle el sello de su ideología al rumbo del Estado y de la sociedad en general.

Para poder lograr esos objetivos en un sistema democrático como el costarricense, no basta con ganar el poder ejecutivo, es necesario, además, tener un liderazgo capaz de construir mayorías en el parlamento, instancia, por cierto, cada vez más fragmentada.

La facilidad para lograr mayorías en la época del bipartidismo quedaron atrás y hoy la nueva realidad impone mayores dificultades para la aprobación de las iniciativas del gobierno central, por lo que es indispensable que quienes aspiran a dirigir los destinos del país, posean y ejerzan un legítimo y verdadero liderazgo, un liderazgo conciliador y concertador, que se sustente –fundamentalmente- en su credibilidad.

En ese sentido, es evidente la falta de liderazgo del presidente Luis Guillermo Solís, realidad reconocida y confirmada por el diputado de la fracción oficialista y fundador del PAC, don Ottón Solís, al proponer a distintas agrupaciones políticas un acuerdo de “Gobierno Nacional” para el período 2018-2022, como medida para lograr alianzas en temas trascendentales para el país, descartando que eso sea posible en los dos años que le restan a la actual administración del PAC.

La desavenencia y discordia entre los diputados del partido gobernante es prueba fehaciente del débil liderazgo del señor presidente, ya que por su afinidad partidaria esa bancada legislativa es -como la lógica y la práctica política indican- la llamada a jugar el papel de principal aliado del gobierno para el trámite y aprobación de los proyectos de su interés.

Esta bienintencionada propuesta del diputado Solís Fallas pretende la conformación de un gobierno multipartidista para ejecutar un programa acordado de previo por varios partidos políticos que en teoría lograrían al menos las dos terceras partes de los miembros de la Asamblea Legislativa, condición necesaria para su viabilidad.

La propuesta para que el presidente de la República designe a los ministros y presidentes ejecutivos con personas de otras tiendas partidarias y de acuerdo al porcentaje de votos obtenido por cada una de ellas, es trasladar al gobierno central los problemas y las dificultades del multipartidismo parlamentario, ya que cada jerarca así nombrado trataría de imponer en su entidad la plataforma programática de su partido, convirtiendo el gobierno en una verdadera “torre de Babel”.

Además, un reparto de cuotas como la que se propone, toparía con el problema de definir cuáles ministerios o instituciones le corresponderían a cada partido, ya que no todas esas entidades tienen igual importancia.

Argumenta don Ottón que “está demostrado que lograr acuerdos sobre transformaciones de fuste una vez que un partido está en el poder es prácticamente imposible. El acuerdo Calderón-Mora-Sanabria que permitió la gran reforma social es una de las pocas excepciones”, olvidando que Óscar Arias logró que el pueblo se manifestara mayoritariamente a favor de la aprobación del TLC con Estados Unidos de América y que gestionó una mayoría calificada de dos terceras partes en un parlamento multipartidista como el actual, lo que le permitió la aprobación de las leyes complementarias.

Esta “transformación de fuste”, que incluye el rompimiento de los monopolios estatales en telecomunicaciones y seguros, fue posible por la capacidad de convocatoria y de convencimiento del expresidente Arias Sánchez y es un hecho que demuestra la posibilidad de lograr acuerdos entre diversas fuerzas políticas, si desde la presidencia de la República se ejerce un verdadero liderazgo, con credibilidad y con apoyo popular.

Recordemos también que en la administración Chinchilla Miranda, el propio don Ottón y doña Laura, ejerciendo sus liderazgos en las respectivas fracciones legislativas, lograron la aprobación de una reforma fiscal, la que fracasó por decisiones de instancias judiciales, pero que es otro ejemplo de que sí es factible lograr acuerdos para temas importantes en el seno del parlamento, a pesar de su atomización.

Atribuir el problema a una falsa premisa de ingobernabilidad cuando éste se debe esencialmente a la falta de liderazgo, solo tiene justificación en la frustración que el diputado Solís debe sentir por el actuar errático del gobierno de su propio partido y en su amarga experiencia como miembro de una fracción oficialista conflictiva y dividida.

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