Las declaraciones de Antonio Álvarez

Por Guido Mora

Guido Mora

El deterioro de la imagen del Partido Liberación Nacional y la disminución del respaldo en los procesos electorales no se ha dado por generación espontánea, ni de forma repentina. Aunque muchos no quieran reconocerlo, la erosión continua, algunas veces más acelerada. Esto ha sido una realidad a lo largo de más de 20 años y se ha manifestado en la pérdida incesante de credibilidad y respaldo electoral.

Por eso, no es de recibo que uno de los responsables y principales protagonistas en este largo período venga ahora a señalar culpables y a criticar la situación que sufre esa agrupación política.

Antonio Álvarez ha sido actor, protagonista y corresponsable, juntamente con otros “destacados actores políticos”, de la crisis que sufre Liberación Nacional: la gestada antes de 2006 que se distanció del partido y sin duda, a partir del 2008, que decidió cerrar “Unión Para el Cambio” y regresar a regentar el Partido Liberación Nacional, del cual se ha convertido en “eterno candidato”.

Por esto no puede evadir su responsabilidad en la crisis política que sufre el PLN.

Bajo esta premisa, por corresponsabilidad y complicidad, ninguna de las personas que han ocupado puestos de dirección en ese partido, a lo largo de los últimos lustros, sea en la Asamblea Nacional, el Directorio Político, el Comité Ejecutivo, expresidentes, candidatos y precandidatos, pueden eximirse de su responsabilidad: algunos han pecado por diseñar y ejecutar acciones y medidas -avaladas por esas instancias de poder-, que han permitido que Liberación Nacional se convierta en el defensor del sector financiero. Otros por no hacer nada por oponerse o evitarlo, disfrutando de las mieles del poder, desde la Asamblea Legislativa o los Gobiernos Locales.

Algunos de forma personal o como integrantes de foros y grupos de discusión fuimos críticos de este proceso: finalmente fuimos señalados como izquierdosos e incómodos; cómo molestos o intransigentes, el tiempo nos ha dado la razón. Aunque en ocasiones se nos ha “apartado del trabajo partidario”, debemos también asumir nuestra responsabilidad por no haber generado una crisis más profunda y frenar la perdida de los derroteros que constituyeron el “Acta de bautismo” de Liberación Nacional.

La mayoría de los costarricenses, que algún día fueron liberacionistas, sencillamente se han alejado del partido, buscando otras opciones políticas que representen y canalicen mejor sus intereses sociales, económicos y políticos.

La realidad ha estallado en la cara de la cúpula liberacionista.

Sin embargo, siguen sin aceptar que esa pérdida de respaldo político es el resultado de que Liberación Nacional dejó de ser el instrumento político de las grandes mayorías sociales y políticas a las que representó por décadas: sindicatos, trabajadores, agricultores, trabajadores públicos y emprendedores privados.

El partido que luchaba por favorecer los intereses de esos diversos grupos sociales, se transformó en el representante y defensor del sector financiero, del cual Antonio es el más conspicuo representante.

La ausencia de pronunciamientos y propuestas, ante los problemas que aquejan a los costarricenses: la lucha contra la delincuencia internacional, que azota todas nuestras provincias y asesina a nuestra juventud; la denuncia y lucha contra la desigualdad que se ha incrementado y flagela nuestra sociedad, convirtiéndonos en unos de las naciones más desiguales del mundo; la lucha contra la pobreza, que sufren miles de costarricenses y la lucha contra la corrupción, han dejado de ser importantes para muchos representantes del Liberación Nacional contemporáneo.

En el entretanto, aparecen las voces de salvadores o mesías, aparecidos de la nada, ausentes por años de la Patria, que no conocen la idiosincrasia costarricense, quienes como predicadores neopentecostales, prometen la salvación, a cambio de algunas monedas.

Futuro incierto le espera a nuestra sociedad, si continúa transitando por estos tortuosos caminos y políticos que sólo conducen a la perdida de credibilidad de nuestra debilitada democracia.
Urge un golpe de timón, los costarricenses lo exigen y lo necesitan.

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