La oración y reflexión en las actividades

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto Zúñiga

En los últimos días se ha dado una discusión en las redes sociales y algunos medios de comunicación masiva; sobre si se debe hacer o no, una oración o reflexión antes de cualquier actividad o evento sea de índole social, política, empresarial o institucional. En muchos países se tiene por costumbre realizarla o incluso hasta es parte del protocolo que se sigue en un acto debidamente establecido en la agenda o programa predeterminado. Muchos se preguntarán cual debe ser el comportamiento de los asistentes; independiente de si se está de acuerdo o no con una oración de índole religiosa o reflexión general de buenos deseos. Para las personas que tienen fe en Dios o en sus creencias individuales; debe verse como un asunto de invocar los buenos deseos y que el evento se desarrolle de la mejor manera en aras de un objetivo común que es parte del programa.

El creer o no en un Ser Supremo y Eterno; no impide que los asistentes actúen o se comporten de una manera respetuosa a la hora del inicio del evento y el abogar por buenos deseos en una reflexión importante; son principios o reglas del trato social, conforme a las gestiones de cortesía e imagen. Estos saludos preliminares han sido costumbre ya establecida en mucho países y Costa Rica no es la excepción; lo vemos día a día en la apertura y clausura de las sesiones de Juntas Directivas Institucionales, en la empresa privada, en muchas Municipalidades; asociaciones comunales, y todo tipo de eventos sociales, etc.

“En conclusión, el acto de hablar de formular buenos deseos hacia nuestro prójimo demuestra, una vez más, la complejidad del funcionamiento de la cortesía verbal como función «emergente»-en términos de Bravo (2003: 107-108)- de la relación coparticipativa de los interlocutores, cuyas expectativas acerca de los comportamientos adecuados a un discurso cortés giran en torno a una imagen social básica, cuyos contenidos socioculturales se reflejan precisamente, en este caso, en el sistema de valores éticos que reflejan las fórmulas de deseo consagradas por la tradición de una u otra comunidad hispana.” (Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

Entonces, lo más importante en el fuero interno de cada persona; es tener un comportamiento respetuoso con las tradiciones, costumbres y creencias de cada país; así como lo que establece el orden legal. Por ejemplo si a una persona la invitan a un evento en China o Arabia Saudí; a la hora que realicen una oración o reflexión; la persona no va a estar hablando por el celular, viendo Facebook, o poner música o hacer algún ruido extraño; que interrumpa dicha oración o buenos deseos. No tiene nada que ver con las creencias religiosas o ideológicas; pero el comportamiento debe ser digno y respetuoso con las mayorías presentes; esto es fundamental.

Existe una definición muy interesante de San Agustín, en su libro I Confesiones, capítulo 1° expresa: “Orar es tener conciencia inmediata de nuestra religación divina. Es adentrarse firmemente en la sutilidad de lo perenne y eterno para encarnarlo, para asumirlo, es ese fugaz instante que enhebra continuamente nuestra vida. Por ello, la primera manifestación del orante es el reconocimiento de Dios en cada momento y en cada actividad. Reconocer es repetición enfática de conocer.

Los que no creen en Dios; sean ateos que niegan de plano la existencia de Dios o dioses, no consideran que exista un Ser Supremo Eterno y Creador, Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente; se diferencia de los agnósticos que más bien es una actitud filosófica que creen que el ser humano no puede comprender la esencia de un Ser Supremo; es decir trasciende y es inaccesible a la mente humana. Sin embargo como en realidad considero que el porcentaje de estas gentes es menor al resto de la mayorías; por lo tanto si un ateo asiste a un acto y se realiza una oración a Dios; lo menos que puede hacer es tener respeto y quedarse callado; y no imponer su discrepancia o manifestar no estar de acuerdo con las tradiciones y costumbres de las mayorías de los pueblos; sería un craso error de apreciación subjetiva.

Diferente para los que somos creyentes ortodoxos en Dios El Eterno y Creador Universal; y que por supuesto que discrepamos de las actitudes o comportamientos de algunas personas por estar en desacuerdo con la realización de oraciones o reflexiones en los eventos masivos o colectivos o incluso familiares o personales. Y peor aún alegar que luego de dicha oración; no estar de acuerdo con el programa y protocolo, las discusiones y asuntos que se traten en la actividad; que esto es otra cosa y no tiene que ver nada con la oración inicial. Si una actividad termina en pleito o un debate intenso; es independiente de dicha reflexión u oración que cada quien realice en su fuero interno. Ahí si somos respetuosos y tolerantes si se discrepa o no estamos de acuerdo en las decisiones que se tomen; es parte de la libertad de expresión democrática.

En este sentido es importante la iluminación espiritual que llega al ser humano de la voluntad divina, de esa fuente elevada del Altísimo en que creemos; entonces no tiene nada de perjudicial ante nadie realizar una oración o reflexión, y de luchar por el bien común o el bienestar de los ciudadanos. El Ser humano debe nutrirse de una luz infinita y de ahí la creencia de la existencia de Dios como origen de todos los deseos. Esto debe ser algo intrínseco al ser humano en este planeta tierra. La reflexión de los buenos deseos va conectado con la iluminación mental y enviar destellos intelectuales en una sesión o actividad; es capaz de producir una energía positiva para que se tomen las mejores acciones y obras en beneficio de todos y nos permite sacar las conclusiones correctas en todas las áreas sea del trabajo, profesión, producción, empresa e institución pública en que nos encontremos.

Nuestra Constitución Política en su artículo 1 expresa: “Costa Rica es una República democrática, libre e independiente.”. El artículo 26 señala: “Todos tienen derecho de reunirse pacíficamente y sin armas, ya sea para negocios privados, o para discutir asuntos políticos y examinar la conducta pública de los funcionarios. Reuniones en recintos privados no necesitan autorización previa. Las que se celebren en sitios públicos serán reglamentadas por la ley.” En este sentido cada actividad que se realice en lugares públicos tienen su protocolo se basa en reglamentos o programas establecidos y por eso una oración o reflexión al inicio de la actividad se puede establecer según el derecho consuetudinario (por costumbre) o legalmente. Esta es una situación que en nuestro país ha prevalecido sin ningún problema en la mayoría de los casos.

Otro asunto que debemos considerar, independiente de la religión o creencias que profesamos; y que es una realidad legal que debemos respetar; es que nuestro país es un Estado confesional; basado en el artículo 75 de la COPOL que reza: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado, el cual contribuye a su mantenimiento, sin impedir el libre ejercicio en la República de otros cultos que no se opongan a la moral universal ni a las buenas costumbres.” Asimismo el artículo 194 expresa: “El Juramento que deben prestar los funcionarios públicos, según lo dispuesto en el artículo 11 de esta Constitución, es el siguiente; “¿Juráis a Dios y prometéis a la Patria, observar y defender la Constitución y las leyes de la República, …”

Por lo tanto; si constitucionalmente y legalmente está establecido; debemos ser respetuosos con lo indicado en el ordenamiento jurídico y sobre la religión del Estado; además sabemos que la mayoría de los ciudadanos costarricense son seguidores de la Religión Católica; entonces esto sustenta más el pode realizar una oración que en su mayoría pueden ser de estar índole o una reflexión a Dios en general o de buenos deseos. Independientemente de que algunos creamos que debemos avanzar hacia un laicicismo que se universalizó (Estado Laico, como la mayoría de los países del mundo y que incluso el Vaticano profesa que se debe promulgarlo de esa manera); entonces todos debemos ser respetuosos de las creencias religiosas de las mayorías y comportarnos bien cuando se realicen en un acto público o privado; o de lo contrario no asistir.

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