Hablemos de ideología

Ágora*

Guido Mora

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Desde los años ochenta, algunos políticos influenciados por ideas neoliberales, dentro y fuera de Liberación Nacional, han obviado y evitado la discusión y la reflexión ideológica en el accionar político.

Constituyéndose en voceros e impulsores de los conceptos neoliberales, desde entonces han insistido que, en la actualidad, la política está por encima de la ideología; que ya la discusión ideológica ni es necesaria, ni es oportuna, ni le importa a la opinión pública. Que el tema ideológico forma parte del pasado y que no tiene sentido respaldar o impulsar la discusión ideológica en las agrupaciones políticas.

Es posible que eso sea una realidad para la opinión pública.

Para la clase política, la situación es otra. La discusión ideológica en el quehacer político no sólo es necesaria, sino que es imprescindible para lograr discernir, elegir e impulsar las acciones políticas en el ejercicio del poder. Es el mecanismo que nos permite elegir el norte que oriente las acciones del Gobierno.

La decisión de obviar la discusión ideológica, para el caso costarricense, ha conducido a que desde ese entonces a la fecha, la política no tenga un sentido claro sobre cuáles son los objetivos que se deben buscar en el campo del ejercicio del poder en general y del accionar ético en particular.

Porque una discusión ideológica sobre la política y sobre lo político, nos hace analizar y tomar decisiones sobre la orientación, el rumbo y la población que deberíamos seleccionar, como beneficiaria de las obras que se realicen en el ejercicio de un periodo de Gobierno.

Desde los años ochenta, por ejemplo y después de contar con índices económicos, políticos y sociales, por encima de otros países latinoamericanos, Costa Rica ha venido perdiendo espacio, empobreciéndose y transformándose paulatinamente en una sociedad poco solidaria y menos igualitaria. La riqueza se ha concentrado y el modelo aplicado ha privilegiado la acción económica de los sectores más privilegiados.

Al margen de los discursos retóricos, demagógicos y políticos, los resultados de la aplicación del ejercicio del poder y la ejecución de las medidas económicas durante este periodo, sólo han transformado a nuestra Nación en un país empobrecido y desigual.

Puede repetirse que posiblemente sólo han fallado las políticas económicas; es muy fácil decir que es la corrupción la que ha socavado la institucionalidad, la credibilidad y la economía costarricense. O que son las actitudes de sectores sindicales o empresariales las que se han constituido en un obstáculo para el desarrollo de la economía y la política costarricense.

Pienso sin embargo que en el fondo, en el trasfondo de todo esto, el inicio de la transformación de nuestra sociedad y la vuelta a los principios que posibiliten superar el estado de cosas presente, está en una decisión política: impulsar la discusión ideológica que oriente el quehacer político y que conlleve a una elección ética particular, la de promover la idoneidad en la elección o designación de funcionarios en puestos públicos.

Esta es una decisión política, pero ante todo, una convicción ideológica.

Es indispensable que exista la voluntad de los líderes de los partidos políticos nacionales, de castigar a quienes violentan las normas éticas del buen hacer político, que es el peor delito desde que se practica la política institucionalizada, en la Grecia o la Roma Antigua.

Lamentablemente en Costa Rica esta actitud ha estado ausente. Contrario a esto se ha premiado, se ha impulsado y las bancadas políticas de todos los partidos han permitido la sobrevivencia de quienes se han enriquecido en la función pública, caracterizándolo como “el vivillo de la fiesta”, y no como el sinvergüenza que hay que castigar.

El crecimiento económico, el crecimiento de la producción, el crecimiento del Producto Interno Bruto, el desarrollo completo de un país, pasa por la claridad ideológica que tengan sus gobernantes; su clase política; de orientar a ese país por las rutas del progreso social y el crecimiento económico con solidaridad. Esta es sin duda alguna es una decisión ideológica.

Una vez más en Costa Rica, esta orientación ha estado ausente. Repito, no es un asunto que se diga a título personal, es algo que los índices dados a conocer por los Organismos Internacionales nos señalan.

Creo firmemente que en el 2018, más que la elección de un Presidente y de los Diputados, lo que hay es una elección del tipo de país que queremos para el Siglo XXI. Es allí donde los costarricenses debemos poner la mira y separar la paja del polvo para elegir a los más capacitados para realizar la transformación que Costa Rica necesita.

Esperemos que Liberación Nacional asuma ese reto y logre redefinir, a la luz de los tiempos, la estrella que lo guíe y que conduzca al bienestar del mayor número.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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