Golpe en Gabón, un asunto de familia

Guadi Calvo

Gabón

El golpe del pasado miércoles treinta de agosto, es el sexto, desde el 2020, que se produce en una ex colonia francesa, en las que la vieja metrópoli, nunca ha dejado de tener injerencia política y económica. Sin duda, el gobierno del presidente Emmanuel Macron, debe estar concentrando la máxima atención, particularmente la cancillería y la Dirección General de Seguridad Exterior, en esta cadena de asonadas militares, que más allá de sus propias características, todas han tenido un profundo sentimiento anti-francés. Que se ha traducido en la expulsión de las operaciones militares, que prácticamente ocupaban esos países, ataques por parte de manifestantes a embajadas, oficinas consulares y diferentes empresas, de ese origen.

Esa sucesión de golpes supera el promedio de cuatro, que se producían al año, desde principios de la década del sesenta, hasta fines del siglo XX. En el comienzo del XXI, aunque pareció morigerarse esa tendencia, desde principios de esta década, esa pauta va en aumento.

Es importante señalar que los últimos dos golpes, el de Níger en julio pasado y ahora el de Gabón, fueron decididamente inesperados, lo que no sucedió tan claramente, con el de Mali en mayo del 2021, que rectificó el rumbo, que se le había dado en agosto del año anterior, el de Burkina Faso, de septiembre del 2022, que tuvo los mismos argumentos que los de Malí y el Níger: la pésima conducción de la guerra contra las khatibas vinculadas a al-Qaeda y el Daesh, enseñoreadas en vastas regiones de esos tres países, alguna de ella colindantes, a lo que hay que sumarle, corrupción, constantes, crisis económica. Mientras que el de Guinea (Conakry) en septiembre del 2021, podría tener lecturas más políticas, vinculadas a la puja del poder y la corrupción del presidente derrocado, Alpha Conde. En abril de 2021, también en el Chad, se produjo un golpe militar, aunque este difiere, por ahora, del sentimiento tan marcadamente anti-francés por parte del gobierno. (Ver: Chad y una vecindad en llamas).

Respecto a Gabón, lo primero que hay que señalar, que el pequeño país de apenas 2.3 millones de habitantes, pero extremadamente rico en petróleo, por lo que se le llamó el “Kuwait africano”, no es un país saheliano, región que, se ha convertido en el epicentro de las acciones de los fundamentalistas, sino que se encuentra en lo que se considera el África subsahariana, y que este país, en particular, hasta ahora, ha estado libre del flagelo terrorista, aunque no del de la familia presidencial Bongo, que entre padre e hijo suman 56 años ininterrumpidos, en el poder, Omar desde 1967 hasta 2009 y Alí, desde entonces hasta el pasado miércoles.

Alí, llegaría a la presidencia tras la muerte de su padre, después de haberse desempeñado como ministro de Asuntos Exteriores hasta 1989, para después ser nombrado a cargo de la cartera de Defensa, puesto que ocupó, durante diez años. Por lo que, su conocimiento con el mundo militar era muy profundo, para que el golpe lo hubiera tomado tan de sorpresa.

En 2019 se había producido un intento de golpe, mientras Alí, se reponía de un ACV, que lo sorprendió en un viaje por Arabia Saudita, accidente por el que estuvo casi un año fuera del gobierno. Así todo, la intentona fracasó y los cabecillas fueron detenidos, tras lo que Bongo, regresó a su cargo.

El golpe de esta semana, una vez más, como ya ha pasado en los casos precedentes, ha tenido un notorio apoyo popular produciéndose grandes manifestaciones en las calles de Libreville, la capital del país. Seguramente hastiados y agobiados por las casi seis décadas del gobierno de los Bongo, a pesar de que el país tiene uno de los PBI más altos del continente, un tercio de la población se encuentra debajo del umbral de pobreza.

Mientras que la familia Bongo, tras la instauración de un partido único, una constitución y un sistema electoral corrupto, donde, desde la constitución del 2003, el cargo del presidente era vitalicio, a pesar de que, en la reforma de 1990, se permitía la existencia de partidos de oposición. Aunque, nunca existieron elecciones verdaderamente democráticas, siempre amañadas a medida de los Bongos.

La corruptela política ha permitido que los sectores vinculados a la explotación minera y petrolera, hayan acumulado extraordinarias ganancias. Se estima que la fortuna de Alí Bongo, el presidente derrocado el miércoles, superaría los mil millones de dólares en activos, la mayor parte, en cuentas secretas en bancos del exterior, además de unas cuarenta propiedades en Francia, lo que lo convierte en el hombre más rico del país.

El golpe, aparentemente, ha sido la respuesta del ejército gabonés, al resultado de las elecciones del pasado 26 de agosto, donde Alí Bongo, con el Partido Democrático Gabonais (PDG), fundado por su padre en 1967, se imponía una vez más, en este caso, por un “módico”, 64,27 por ciento seguido por Albert Ondo Ossa, un 30,77 por ciento.

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