El expresidente Daniel Oduber enjuicia la política económica del Gobierno de Carazo (XV)

Serie documentos históricos (Especial para Cambio Político)

Daniel Oduber Quirós

Lic. Daniel Oduber Quirós

XV

EPÍLOGO

He analizado distintos aspectos de la situación económica nacional, y explicado las principales causas de la profunda crisis que vivimos. La conclusión más importante que se saca de todo este análisis es que la crisis económica ha la que hemos sido empujados desde hace dos años y el resquebrajamiento que comienza a producirse en nuestras instituciones es fundamentalmente consecuencia de los errores del presidente Carazo y de su equipo de Gobierno, y no de factores externos ni de situaciones heredadas. No significa esto que el país estuviera sobre un lecho de rosas en mayo de 1978, ni que se pretenda ignorar la existencia de problemas de orden estructural, típicos de economías como la nuestra.

Todo lo contrario; es precisamente el reconocimiento de esas características estructurales, como la dependencia externa y la vulnerabilidad que esa dependencia implica; la importancia de nuestro sector agrícola; el crecimiento del Estado y de sus funciones en proporción mayor que el aumento de sus ingresos, y la insuficiencia del ahorro nacional para financiar los proyectos de inversión necesarios para nuestro continuado desarrollo, que exigen de nuestros gobernantes una visión clara de hacia dónde vamos, un conocimiento preciso de nuestras capacidades reales y una determinación firme para movilizar todos los recursos del país de manera que caminemos con paso seguro hacia una Costa Rica más próspera, más libre y más justa.

Al Gobierno actual se le reclama su incompetencia, no su origen ideológico; su actitud, no su condición social; sus errores, no su legitimidad. En la búsqueda de la noticia espectacular, el presidente Carazo ha olvidado sus responsabilidades más elementales de gobernante. Los propuestos programas para la paz y la organización de caravanas a Monimbó son ahora más importantes que el aumento de la producción y el combate contra el flagelo inflacionario. Mientras que el Presidente sueña en el extranjero con establecer una Universidad para la Paz, el país despierta convulsionado al borde del abismo que amenaza con destruir su capacidad económica y acabar con su paz social.

La paz no se alcanza con planteamiento fantasioso, sino que se construye pacientemente con nuestras acciones cotidianas y se nutre del respeto a las ideas y a las personas. La arrogancia es enemiga de la paz, y el aventurerismo político y militar puede conducir a la guerra. El hambre, la desocupación y el desaliento constituyen también formas de agresión moral y de violencia. Con sus acciones y sus omisiones, los actuales gobernantes están empujando al país hacia el caos y creando condiciones que pueden arrastrarnos inexorablemente hacia la violencia.

Al concluir esta serie de temas, quedan muchos sin abordar, errores por denunciar y engaños sin desenmascarar. Esta administración es tan prolija en desaciertos y fantasías que la pluma se mueve con mucho menos rapidez que sus ocurrencias. Referidos al campo económico, en estos capítulos no he abordado temas y hechos de similar importancia, como la corrupción y el trasiego de armas. Las muchas denuncias de corrupción que hizo el señor Carazo como candidato y las múltiples pesquisas que ordenó realizar como Presidente a funcionarios y ex funcionarios liberacionistas, sólo tuvieron como resultado la posposición indefinida de acciones sobre asuntos nacionales que demandaban la atención inmediata de la nueva administración. En cambio, las pruebas de corrupción que en vano y tan afanosamente buscaron en los liberacionistas, irónicamente comenzaron a aflorar en el Gobierno del partido Unidad. Primero fue el contrabando de ganado; luego los fenecidos negocios de La Verbena; y más recientemente el trasiego de armas, para mencionar algunas. Sin excepción, aquellos funcionarios públicos que creyendo en las promesas de campaña del señor Carazo, denunciaron situaciones de corrupción fueron despedidos o se vieron obligados a renunciar. Al tiempo que el presidente Carazo viaja a Europa a sentar cátedra sobre la paz, Costa Rica se convierte en centro internacional para el tráfico de instrumentos de guerra.

Tampoco me referí a otros importantes temas económicos, como el desempleo y el uso de las reservas monetarias. Las cifras oficiales todavía no reflejan el inquietante y peligroso aumento que se ha producido en el desempleo al disminuir la producción. Posiblemente unas 20.000 familias de costarricenses engrosarán las filas de los desempleados al terminar este año, lo que provocará graves demandas políticas y sociales.

Por otra parte, al actual Ministro de Hacienda se le fue la mano cuando hace unos meses aseguró ante el plenario de la Asamblea Legislativa que las reservas monetarias del Banco Central estaban bajando por decisión propia ya que, según él era inconveniente e innecesario mantener niveles elevados de divisas. Hoy el mismo Ministro gestiona desesperadamente nuevos préstamos externos en Washington y en México, mientras en el país el colón ya ha sufrido una devaluación de hecho y el Banco Central ha gastado incluso los dólares que constituían obligaciones a la vista por lo que las reservas monetarias netas son negativas desde hace más de dos meses.

Pero aún sintiéndose con el agua al cuello, el Gobierno prefiere seguir recurriendo al engaño y buscando excusas antes que aceptar errores y rectificar rumbos. El nuevo Ministro de Economía acaba de anunciar por la prensa, con extraordinaria candidez, que la inflación de este año será de poco menos de un 5 por ciento, que el déficit comercial será de sólo ¢240 millones y que no hay dólares por culpa de la huelga bananera.

Hay personas sobre las que existe la duda de su ignorancia, hasta que hablan.

Costa Rica atraviesa quizás la peor crisis de este siglo. Pero más grave aún es el hecho de que cada día nuestra capacidad de sobreponernos a esa crisis, disminuye. Los mecanismos de ajuste se agotan y las instituciones se debilitan. En verdad nunca antes se había destruido tanto, por tan pocos, en tan poco tiempo. Las perspectivas son sombrías y el tiempo apremia.

Para los costarricenses que hoy vivimos esta amarga pesadilla, no es ya consuelo pensar que las instituciones sobreviven a los hombres, porque las instituciones mismas peligran.

Llegó para el Gobierno la hora de las grandes rectificaciones, de reconocer con humildad sus graves errores y modificar sus políticas y sus actitudes. Sólo los ríos no se devuelven, decía un gran estadista costarricense. Si las firmes denuncias que los ciudadanos hacen al Gobierno en esta hora sólo sirven para acentuar la crisis y no para solucionarla, entonces la historia condenará con razón a quienes por su arrogancia y miopía inexcusablemente pusieron en peligro la propia base de nuestra institucionalidad y de nuestro sistema democrático.

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