El expresidente Daniel Oduber enjuicia la política económica del Gobierno de Carazo (I)

Serie documentos históricos (Especial para Cambio Político)

Daniel Oduber Quirós

Lic. Daniel Oduber Quirós

I

LLEGÓ EL MOMENTO DE RECTIFICAR

Desde el 8 de mayo de 1978 me impuse el propósito de intervenir lo menos posible en la política del país, con el objeto de darle oportunidad al actual Presidente y a su equipo de Gobierno de conducir la administración pública de acuerdo con los programas anunciados durante la campaña electoral, y dentro de un clima de absoluto respeto tanto a las ideas de quienes profesamos posiciones ideológicas distintas como a las instituciones democráticas que el pueblo costarricense, bajo la inspiración del partido Liberación Nacional, ha logrado construir durante las últimas tres décadas.

Guardé silencio hasta donde pude. Pero todo fue en vano. El irrespeto de la actual administración por los valores de nuestro pueblo; el menosprecio de la inteligencia; el abuso de la buena fe; la arrogancia en el poder, y la ineptitud para gobernar, son todos factores que me obligaron a salir a la luz pública y ahora a estas líneas, por medio de las cuales denunciaré los engaños y señalaré los desaciertos más importantes de la política económica que se ha venido forjando al amparo de la administración Carazo. Me referiré a diversos aspectos de la economía nacional, entre los que destacan la situación fiscal, la subejecución presupuestaria, la deuda interna bonificada, la política de balanza de pagos, el endeudamiento externo, el crédito bancario, la política monetaria, la producción, los precios, y la inflación.

Desde que el señor Carazo asumió la Presidencia de la República, todos los indicadores económicos señalan un progresivo y acelerado deterioro de nuestra economía. La producción cae; los precios suben; el déficit fiscal se triplica; las reservas de divisas se consumieron; el déficit de nuestra balanza comercial alcanza cifras sin precedentes; la desocupación comienza a palparse en las distintas actividades; el empresario, el trabajador y la ama de casa se quejan. Pero todo esto parece no preocupar al Gobernante ni a sus más inmediatos colaboradores.

El señor Carazo, en vez de enfrentar los problemas y de buscar soluciones responsables, descubrió un nuevo estilo de gobernar, que no es precisamente el que ahora anuncia como el Gobierno por decreto. Lo que caracteriza a su estilo presidencial es el gobernar por excusa, por omisión, o por improvisación.

Después de desperdiciar largos meses buscando, sin éxito, pruebas de corrupción en los funcionarios públicos de administraciones anteriores, todas las energías del Gobierno las ha dedicado ahora a buscar e inventar excusas que justifiquen su incapacidad para resolver los grandes problemas, que amenazaban incluso con mirar la base misma de nuestra institucionalidad y de nuestra paz social. Así han ido encontrando para cada problema una excusa, todas enmarcadas dentro de la excusa medular, que reza: “todos nuestros problemas los heredamos de Liberación Nacional, y en particular, de la administración Oduber”. Las otras excusas son el modelo cepalino, los precios del petróleo, la ineficacia de la Asamblea Legislativa, y la incomprensión de la prensa. Estos son los cinco pilares sobre los que descansa toda la compleja racionalización que hace el Gobierno actual de su incompetencia para gobernar. Si el déficit fiscal aumenta, la culpa la tiene la inacción de la Asamblea Legislativa; si el proceso inflacionario recrudece, la culpa la tienen los precios del petróleo; si las reservas monetarias bajan, la culpa la tiene la administración Oduber; si la gente se queja, la culpa la tienen la prensa y los periodistas que no informan correcta y objetivamente sobre la realidad nacional.

Por otra parte, ese proceso de autojustificación ha llevado a los más altos funcionarios de la actual administración a irrespetar la inteligencia de sus conciudadanos por medio del uso del dato falso y de la información tendenciosa. El Presidente de la República y su Ministro de Hacienda nos anuncian cada semana por la televisión, que lograron subejecutar más de 1000 millones de colones del Presupuesto Nacional y que han reducido a cifras sin precedentes el aumento del gasto público. Nada más alejado de la verdad. El Banco Central recurre a campos pagados y utiliza cifras artificiosamente construidas para hacer creer al pueblo que el crédito se ha dedicado a financiar a los sectores productivos y no al Gobierno. El Presidente dice sin pudor por la televisión que su Gobierno no utilizaría el crédito bancario, pero los bancos están cerrados para los productores porque sus recursos van a los gastos corrientes de la Administración Central.

El Ministro de Hacienda acaba de anunciar en la Cámara de Comercio, sacando un dato fuera de contexto, que la inflación en este año va a ser de poco más de un 5 por ciento, cuando las mismas cifras oficiales indican que los precios aumentaron casi un 10 por ciento durante los primeros cuatro meses de 1980 y probablemente lleguen a un 21 por ciento para fin de año. Esto es engañar al pueblo y abusar de la buena fe que los costarricenses tienen en sus gobernantes, aunque no hayan votado por ellos. Se puede engañar a algunos, algunas veces; pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo, reza un proverbio. Y ante el engaño, no puedo callar.

Mas importante aún, la ineptitud manifiesta, las decisiones inoportunas, las medidas contradictorias, la falta de visión en las metas y de coordinación en las acciones, la inmadurez y la inexperiencia en la administración pública, la irresponsabilidad en la conducción de los asuntos de interés nacional y la arrogancia en el ejercicio del poder de este Gobierno han deteriorado y hacen peligrar ya no sólo la recuperación económica, sino también las instituciones, los valores democráticos y la justicia social de nuestro país.

Sólo hay un campo en donde sí han sido siempre consistentes, el de la nacionalización bancaria, a la que con la colaboración del Banco Central de Costa Rica –han intentado desnaturalizar y desprestigiar todo el tiempo. Lo cierto es que la situación actual de los bancos comerciales del Estado se debe a las políticas dictadas por el actual Gobierno en materia monetaria y crediticia, y ejecutadas diligentemente por el Banco Central.

Debo aclarar que no me mueve el interés político al escribir estas líneas. No pretendo ni haré una apología de mi Gobierno, a pesar de que mi gestión y la de mis colaboradores, es puesta en entredicho a diario por los nuevos mandarines económicos del Gobierno actual. El pueblo sabe lo que hice y lo que no hice. Mi interés es el mismo que debe tener todo buen ciudadano, de exigir respeto, seriedad y competencia y responsabilidad a sus gobernantes. Mi propósito no es defender los logros del pasado, sino denunciar errores del presidente. Sólo así podremos ofrecer a las generaciones venideras una Costa Rica con porvenir en paz y libertad.

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