Cuentos para crecer: Pequeñas historias zen

Pequeñas historias zen

Pequeñas historias zen

—¡Miguel! ¡Miguel! ¡Hay un oso fuera! —dijo Carlos.

—¿Cómo? ¿Un oso? —preguntó Miguel.

—Sí, un oso. ¡Es muy grande! ¡Y está en nuestro jardín! —aseguraba Carlos.

—¿Y qué hace un oso en nuestro jardín? —preguntó Miguel.

—Está sentado. Y tiene un paraguas —contestó Carlos.

—¿Un paraguas?

Cuando los chicos salieron al jardín, su hermana, Andrea, ya estaba hablando con el oso.

—Siento haber aparecido sin avisar —se excusó el oso—. El viento arrastró mi paraguas desde mi jardín hasta el vuestro. Y pensé que debía recogerlo antes de que molestara a alguien —concluyó con un ligero acento de panda.

Entonces, Miguel se presentó al panda. A continuación Andrea presentó a Carlos, porque este se mostraba un poco tímido con los osos que no conocía.

Y así fue como Andrea, Miguel y Carlos conocieron a Lago Tranquilo.

Al día siguiente, Andrea fue a la casa de Lago Tranquilo a tomar una taza de té.

—¡Hola! —dijo Andrea, mientras cruzaba la puerta de la casa.

—¡Pasa! ¡Pasa! —decía una voz a lo lejos.

Luego, escuchó a la voz que decía:

—¡Oh, sí…! ¡Sal! ¡Sal! Estoy en el jardín.

Lago Tranquilo estaba metido en una tienda de campaña.

—Es un regalo de mi tío Ry —añadió desde la tienda el oso—. Siempre me regala algo por su cumpleaños, para celebrar el día en que nació. Me gusta tanto, que ahora estoy viviendo aquí —concluyó.

Lago Tranquilo invitó a Andrea a sentarse con él en la tienda.

—¡Me has traído una tarta! —exclamó Lago Tranquilo—. Es un detalle precioso por tu parte. ¿Es tu cumpleaños? — preguntó el oso.

—No — contestó Andrea.

—Tampoco el mío —aseguró Lago Tranquilo—. Pero déjame que te haga un regalo por el cumpleaños de mi tío. Te contaré una historia.

²²El tío Ry y la Luna²²

Mi Tío Ry vivía solo en una pequeña casa en lo alto de una colina. No poseía grandes cosas, pero llevaba una vida tranquila.

Una noche descubrió que tenía un visitante. Un ladrón estaba hurgando entre las pocas pertenencias de mi tío.

El ladrón no se había dado cuenta de la presencia de mi tío Ry y, cuando mi tío le dijo “Hola”, el ladrón se pegó tal susto que por poco se cae al suelo.

Mi tío sonrió al ladrón y le dio la mano, diciéndole: “¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Es un detalle por tu parte visitarme!”

El ladrón abrió la boca para hablar, pero no se le ocurrió nada que decir. Como a mi tío Ry nunca le gustó que la gente se fuera de su casa con las manos vacías, empezó a buscar en su pequeña cabaña un regalo para el ladrón. Pero no había nada que darle. El ladrón empezó a buscar el camino de salida. Lo único que deseaba era irse.

Al final, el tío Ry encontró la solución.

Se quitó su única toga, que estaba vieja y hecha jirones. “Por favor, toma esto”, le ofreció al ladrón.

El ladrón pensó que mi tío estaba loco. Agarró la túnica, salió disparado y desapareció en la oscuridad de la noche.

Mi tío se sentó a mirar la luna. Su plateado brillo se derramaba por las montañas haciendo todo serenamente bello.

—¡Pobre hombre! —se lamentó mi tío—. Todo lo que tenía para darle era mi raída toga. Si hubiera podido darle esta luna tan maravillosa…

—Tu tío parece encantador —dijo Andrea—. No creo que yo hubiera podido darle mi única ropa.

—Ya, lo entiendo —dijo condescendiente Lago Tranquilo—. Pero siempre estará la luna.

—Ha sido una bella historia —dijo Andrea.

—Gracias, y por cierto, la tarta está muy rica —exclamó Lago Tranquilo.

—Muchas gracias —contestó Andrea—. La he hecho yo misma.

Pequeñas historias zen

Al día siguiente, Miguel fue a ver a Lago Tranquilo.

—¡Estoy aquí! —gritó Lago Tranquilo desde el árbol.

—¿Puedo subir? —preguntó Miguel.

—Sí, si tienes cuidado —advirtió Lago Tranquilo.

—¿Qué pasaría si pudiéramos volar? —preguntó Miguel.

—Podríamos dibujar sombras en las nubes —respondió Lago Tranquilo.

—¿Pero qué pasa si nos caemos? —preguntó impaciente Miguel.

—Si nos caemos, puede ser que rompamos algo —respondió Lago Tranquilo.

—Eso no estaría nada bien —dijo Miguel.

—Quizá—dijo Lago Tranquilo.

—¿Quizá? —preguntó curioso Miguel.

²²La suerte del granjero²²

Érase una vezun viejo granjero que trabajaba el campo desde hacía muchos años.

Un día, su caballo se escapó.

Al oír la noticia, sus vecinos fueron a visitarlo.

—¡Qué mala suerte! —le dijeron compadeciéndose.

—Quizá —les respondió el granjero.

Al día siguiente el caballo volvió, trayendo consigo dos caballos salvajes.

—¡Qué buena suerte! —exclamaron sus vecinos.

—Quizá —volvió a responder el granjero.

El siguiente día, su hijo intentó montar uno de los caballos salvajes, pero este lo tiró al suelo y se rompió la pierna.

De nuevo, sus vecinos vinieron y le mostraron su compasión por su mala suerte.

—¡Qué mala suerte! —le dijeron.

—Quizá — contestó el granjero.

El día después de lo sucedido, los militares se presentaron en el pueblo para reclutar jóvenes para la guerra. Entonces, viendo que la pierna de su hijo estaba rota, no se lo llevaron.

—¡Qué buena suerte! —gritaron los vecinos.

—Quizá —respondió el granjero.

—Ya lo entiendo —dijo Miguel—. Quizá la buena y la mala suerte a veces se confunden. Nunca se sabe lo que puede suceder después.

— Sí —afirmó Lago Tranquilo—. Nunca se sabe.

Al día siguiente, Carlos fue a visitar a Lago Tranquilo.

—Miguel dijo que no podía traerme todas mis cosas a la piscina. Estoy muy enfadado con él. Siempre me está diciendo lo que tengo que hacer. ¡Así que me lo he traído todo!

—Ummm… —dijo Lago Tranquilo—. La piscina es un poco pequeña. No sé si vas a poder entrar con todo lo que llevas.

—¡Veamos! —dijo Carlos.

—¡Veamos! —repitió Lago Tranquilo.

Lago Tranquilo miró a la piscina.

—Parece que las cosas pueden bañarse, pero nosotros no —aseguró irónico el oso.

—He traído demasiados trastos —dijo Carlos.

—Está bien —dijo Lago Tranquilo—. Luego te ayudo a llevarlos de vuelta a casa.

—¿Por qué Miguel siempre me dice lo que tengo que hacer? —le preguntó con interés Carlos.

—Si estuviera él aquí, podría subir muy, muy alto…

—… saltaría sobre él así… y haría una gran PIRUETA.

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Más tarde, Carlos y Lago Tranquilo tomaron el té.

—Carlos —dijo Lago Tranquilo—, te has pasado todo el día enfadado con Miguel. ¿Has podido darte cuenta realmente de lo bien que lo hemos pasado tú y yo?

Carlos se quedó pensativo, mirando el humo que salía de su taza.

—Siento haber traído todos estos trastos —se lamentó Carlos.

—No es para tanto —lo animó Lago Tranquilo—. Pero sí tendrás que llevártelos. Agárrate fuerte, y te contaré una historia.

²²Una pesada carga²²

Dos monjes peregrinos llegaron a una ciudad donde había una joven esperando bajarse de su palanquín. La lluvia había hecho grandes charcos y ella no podía cruzar sin estropearse sus prendas de ropa de seda. Permaneció entonces allí, mirando enfadada e impaciente, mientras regañaba a sus sirvientes, que no tenían donde dejar los paquetes que llevaban, así que no podían ayudarla a cruzar los charcos.

El más joven de los monjes se dio cuenta de la situación, pero siguió andando y no dijo nada. Entonces, el viejo monje la subió a su espalda, la llevó a través del agua, y la dejó al otro lado. Ya a salvo, ella simplemente lo apartó de su camino y se fue sin tan siquiera agradecérselo.

Mientras continuaban con su camino, el más joven estaba preocupado dándole vueltas al asunto. Después de varias horas, incapaz de aguantar más su silencio, dijo en voz alta:

—¡Aquella mujer era una egoísta y una maleducada, pero tú la cargaste sobre tu espalda y la llevaste! ¡Y ni siquiera te lo agradeció!

Entonces, el viejo monje le replicó al joven:

—Dejé a la mujer hace horas. ¿Por qué tú sigues cargando con ella?

—¿Crees que has cargado suficiente? —preguntó Lago Tranquilo.

—Sí —respondió con seguridad Carlos.

—Bien —dijo Lago Tranquilo.

Y así es como Andrea, Miguel y Carlos, y por supuesto Lago Tranquilo, se hicieron amigos.

Pequeñas historias zen

«Nota del autor: ¿Qué es el zen?

Zen es una palabra de origen japonés que significa meditación. Dentro de la tradición zen las enseñanzas de Buda siempre han sido transmitidas de maestro a alumno.

El método de meditación de Buda era sentarse muy tranquilo, pero permaneciendo completamente alerta, dejando fluir los pensamientos por la mente sin detenerse demasiado en ninguno.

Cuando miramos a un lago, y el agua está tranquila, podemos observar perfectamente el reflejo de la luna. Pero si el agua esta revuelta, el reflejo de la luna se ve fragmentado y disperso, por lo que resulta muy difícil verla tal y como es. Nuestra mente es igual. Cuando la mente está agitada, somos incapaces de ver el mundo como es realmente.

El nombre de Lago Tranquilo procede de este concepto. Este personaje está basado en parte en el artista y profesor zen Sengai Gibon (1750-1838), cuyas pinturas se utilizaban como apacible método de enseñanza. Era conocido por su sentido del humor y por sus métodos de enseñanza poco ortodoxos. El personaje del Tío Ry está basado en Daigu Ryokan (1758-1831), uno de los más prestigiosos poetas japoneses.

Pequeñas historias zen son pequeñas meditaciones para reflexionar que agudizan nuestra habilidad para actuar con intuición. No tienen ningún fin en sí mismo, pero suelen hacer cuestionarnos nuestros hábitos, deseos, concepciones y miedos.

Las historias El tío Ry y la Luna y Una pesada carga proceden de la tradición literaria budista-zen, y han sido transmitidas a través de los siglos. La historia de La suerte del granjero tiene sus raíces en el taoísmo, una religión milenaria. Hay muchas versiones de estas historias, pero he seleccionado estas, porque creo que son las mejores para los más pequeños.

Jon J Muth
Pequeñas historias zen
Madrid: Edaf, 2009

El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

cuentosn@cuentosparacrecer.com

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