Crisis económica, frustración social y escalada de violencia

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Ya desde 1954, Talcot Parsons había realizado análisis y publicaciones en donde caracterizaba el período de frustración colectiva que se presentó en la Alemania nazi, previo a la Segunda Guerra Mundial y que tuvo como resultado, el incremento de la ira y la violencia en la sociedad civil.

En la sociedad contemporánea costarricense -y en otras sociedades latinoamericanas y europeas-, hemos observado el surgimiento de tendencias neofascistas, fortalecidas por estos procesos de crisis económica a las que nos ha condenado el capitalismo, que promueve manifestaciones de intolerancia, fobias, iras y violencia, como resultado del incremento de las frustraciones sociales, que sufre la sociedad postmoderna.

A partir de la lectura de algunos teóricos y del seguimiento de las realidades nacionales e internacionales, he iniciado un proceso de análisis sobre el comportamiento pasivo-agresivo, que se ha presentado in crescendo en la sociedad costarricense, tanto a nivel individual como colectivo, en la conducta cotidiano -doméstica y urbana-, y el observado en las redes sociales, particularmente Facebook y Twiter.

Sin mencionar los acontecimientos propios de la violencia provocada por los actos delictivos vinculados a los asaltos y al tráfico de drogas, que ya de por si deben abrumarnos, quisiera retrotraer algunos acontecimientos recientes que son dignos de mencionar y que deben preocuparnos profundamente.

La muchacha que destroza un vehículo, el individuo que mata a golpes a un asaltante y los continuos conflictos entre conductores, para mencionar algunos, no son sino manifestaciones individuales y el resultado de la frustración colectiva, que genera un estado social y un estado de derecho que, acompañado con promesas vacías y compromisos incumplidos por parte de los políticos que han gobernado este país, no han logrado satisfacer las necesidades básicas de grandes grupos sociales y económicos.

Los niveles de frustración y de ira que estas acciones expresan, se manifiestan no sólo en la concreción de las acciones violentas, sino también, en los comentarios, algunas veces vacíos y la mayor de ellos sin fundamento, de quienes expresan su criterio sobre una noticia o un video, que transmite un diputado, un ministro o el mismo Presidente de la República.

Hace unos días, en una oficina pública, escuchaba a un costarricense decir que no le gustaba el Presidente, que no le gustaba el Gobierno y aunque ni leía ni sabía mucho de política, sencillamente, no estaba de acuerdo con lo que “el Gobierno” apoyaba, impulsaba y respaldaba en el ejercicio de estos tres meses de esta Administración.

Esta actitud negativa e irracional no es sino, la manifestación inconsciente, ante la ausencia de logros y metas que, por años, les fueron prometidas y que se transmutaron en un fraude histórico-político, que genera una sensación de burla y una estafa política, perpetrada por los gobernantes que han conducido el país los últimos veinte años.

Analizando esta situación desde una perspectiva histórica y en una línea de tiempo, el actual gobierno del Presidente Carlos Alvarado, posiblemente se encuentra cosechando el caldo de cultivo de años de frustración, de ira, de mentiras y engaños, que probablemente alcancen el culmen en la Administración de Luis Guillermo Solís quien, ante la expectativa que labró de realizar de grandes transformaciones sociales y políticas, defraudó a grandes masas de costarricense.

La culpa posiblemente no sea sólo del expresidente Solís -aunque históricamente debe asumir su responsabilidad-, pero la rigidez de la administración pública y el enmarañado estado que hemos construido a lo largo de más de cuarenta años demostró, que la realidad jurídica prevaleciente es más fuerte que cualquier voluntad de transformación. Las discusiones prolongadas e infructuosas, sostenidas por años sobre reformas fiscales, del estado y la eliminación de beneficios para diversos sectores sociales, son evidencia clara de la poca o nula capacidad de transformación y adaptación, que caracteriza el comportamiento institucional que nos rige.

La gran preocupación, a todo esto, es que hay que realizar y concretar acciones que permitan transformar el accionar del Estado costarricense. Es importante que, sin perder capacidad de acción y sin erosionar la solidaridad que ha caracterizado a nuestra sociedad, se racionalicen las acciones del Estado, con el propósito de sean más eficientes y efectivas, favoreciendo no a los mismos grupos de siempre, sino a sectores sociales que realmente requieren el apoyo de todos, para superar la problemática social en que se encuentran inmersos.

Es muy importante que psicólogos, sociólogos, politólogos y economistas, entre otros, hagamos un esfuerzo para poder dilucidar y luchar de manera efectiva contra un cáncer que está carcomiendo nuestra sociedad.

Debemos abocarnos a detener la violencia, las agresiones, la crítica sin sentido, el odio y, ante todo, combatir la ira que ha envuelto a la sociedad costarricense, que nos ha posicionado sobre un barril de pólvora que alguien, con una sola chispa, puede hacer detonar.

Como sociedad y cada uno contribuyendo en lo que nos sea posible, debemos alimentar la tolerancia, promover la discusión inteligente, con argumentos bien fundamentados y evitar las provocaciones. Debemos ocupar nuestros lugares, nuevamente, en una mesa de diálogo que nos permita dirimir las diferencias, en un marco de discusión cívica constructiva, que es la manera como los costarricenses hemos preservado nuestra paz, en este convulso Continente.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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