Albricias: Restauración Nacional una experiencia fallida

Ágora*

Guido Mora
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Guido Mora

Cinco meses bastaron para que se resquebrajara la alianza de las sectas evangélicas en la Asamblea Legislativa.

Don Carlos -el escalador-, denominado de esta manera por su habilidad para “treparse” en el Monumento Nacional reclamó, desde el primero de mayo pasado su propiedad. El rumor de las luchas intestinas dentro de las ilustres filas restauradoras era un secreto a voces en los corrillos legislativos.

Avendaño estigmatizó como amenaza la imagen de Fabricio Alvarado. Primero lo separó de toda actividad política y administrativa en la Asamblea Legislativa, luego lo denunció ante las autoridades, argumentando la creación de una estructura paralela y, finalmente, lo marginó de toda actividad partidaria.

La reacción del excandidato era previsible. El espacio político que tiene hoy a 14 diputados de Restauración en la Asamblea Legislativa, es producto de la convergencia de múltiples factores, pero ninguno depende de Carlos Avendaño quien, de no ser por Fabricio Alvarado, con toda certeza ni siquiera hubiera obtenido un residuo mayor y mucho menos un subcociente, para ocupar una curul legislativa.

Fabricio, que es la figura entorno a la que gira el fenómeno evangélico neopentecostal que vivimos en el proceso electoral pasado, reclama el protagonismo que cree merecer y, con el tiempo calculado para inscribir otra agrupación política, se separa de Avendaño y promueve la fundación e inscripción del Partido Nueva República, con miras a participar en las elecciones municipales del próximo año.
La realidad se impone, difícilmente pueden dos pastores ser dueños de la misma alcancía. Esto es una verdad a voces en las sectas neopentecostales y hasta en los partidos confesionales: para muestra un botón.

Con el tiempo seremos testigos de la distribución del poder y la repartición de cuotas, lo cierto es que el dinero y la responsabilidad de los manejos de recursos públicos -buenos o malos-, se lo deja Avendaño pero, en mi criterio, pierde su activo más importante: a Fabricio Alvarado.

Las condiciones sociopolíticas que provocaron lo que se dio en llamar el “shock religioso”, esperemos que no se vuelva a repetir. Tenemos la esperanza de que esta escisión constituya el retorno de los partidos religiosos confesionales, a los niveles naturales de participación política: cuando mucho, deberían elegir uno o dos diputados en el futuro cercano.

Lo cierto del caso es que Avendaño ya tiene el “ahorro” para impulsar la candidatura de su delfín.

Fabricio por su parte, estamos seguros de que contará con los recursos que le permitan inscribir la nueva agrupación y participar como candidato en el próximo proceso electoral. Al fin y al cabo, hasta ahora, el Salmista, es la figura más confiable para los grupos conservadores, que están dispuestos a difundir el Evangelio de la Prosperidad, a librar la lucha contra la ideología de género y a batallar contra las manifestaciones del mal sobre la tierra.

Esperemos que su maestro lo promueva de salmista a profeta, para que logre consolidarse como vocero de ese bloque neopentecostal y que, en este efecto de suma cero, se provoque un efecto de eliminación, para bien de Costa Rica.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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