El expresidente Daniel Oduber enjuicia la política económica del Gobierno de Carazo (IV)

Serie documentos históricos (Especial para Cambio Político)

Daniel Oduber Quirós

Lic. Daniel Oduber Quirós

IV

LA INFLACIÓN NO ES IMPORTADA

En el punto anterior demostré que el aumento de los precios del petróleo incidió directamente en forma poco significativa sobre la tasa de inflación en los últimos dos años. Puede argumentarse, por supuesto, que aunque el petróleo contribuyó poco al aumento de los precios en forma directa, ocasionó aumentos en otros rubros. La mejor forma de estimar esos efectos indirectos o inducidos es por medio de lo que los economistas llaman la tabla del insumo – producto que expresa las interrelaciones entre los distintos sectores de la economía. Costa Rica no cuenta todavía con esas tablas en la forma que se requiere, pero un estudio reciente realizado por el Centro de Estudios Centroamericanos de Integración y Desarrollo, SIECA (Documento ECID EIP EF – 001-79), para Guatemala, utilizando ese instrumento de análisis, concluyó que los aumentos experimentados en el precio del petróleo entre 1972 y 1976 – que fueron muy superiores relativos a los que han tenido lugar desde 1978 – sólo afectaron significativamente el precio de los combustibles, la electricidad (Guatemala depende en gran medida de energía termoeléctrica) y la pesca, y en mucho menor grado otros pocos productos y el transporte. Aún cuando dicho estudio se refiere a Guatemala, la similitud de la estructura productiva de los países centroamericanos hace razonables suponer que el impacto del alza en los precios del crudo es semejante en nuestro país.

El escaso eslabonamiento de integración entre los distintos sectores de nuestra economía hace que el efecto del precio del petróleo no se propague a otras actividades en la medida en que lo hace en los países industrializados. Esto refuerza la conclusión de que no dice verdad el Gobierno cuando afirma que la inflación que vivimos se debe al aumento en el precio del petróleo.

Tampoco concuerdan las cifras del Banco Central con el estribillo de que la inflación es importada en el sentido de que nos viene por el aumento en los precios de los productos que importamos. El desglose que presenta el Banco Central del Índice de Precios al por mayor entre los artículos de origen nacional e importado señala que cerca del 85 por ciento del aumento en los precios durante 1978 y 1979 se debió a aumentos en los precios de los artículos nacionales y sólo 15 por ciento se debió a artículos importados. Por otra parte, el índice de precios de las importaciones creció un 14,8 por ciento en 1979 y, representando las importaciones sólo 35 por ciento de la producción total, cae de su propio peso que la inflación de 24 por ciento que experimentamos ese año no es de origen externo.

Pero si las razones anteriores resultan insuficientes para convencer a quienes valiéndose de su investidura intentan confundir al pueblo, puede recurrirse a otros criterios para determinar si la inflación que padecemos es importada o producto de los desatinos de política económica interna incurridos por el actual Gobierno. Uno es el utilizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y que cita el expresidente José J. Trejos en un artículo suyo publicado el 26 de octubre de 1977 en La Nación. Según ese criterio, la inflación tiene origen fundamentalmente interno cuando el déficit fiscal llega a representar una proporción elevada respecto del gasto total. Desde 1977, en que el déficit llegó al 23.6 por ciento del gasto total esa relación aumentó a 28.5 por ciento en 1978 y a la increíble cifra de 37.8 por ciento en 1979 (Memoria Anual 1979, Contraloría General de la República, Pág. 37). Es decir, los ingresos corrientes del Gobierno apenas cubrieron el 60 por ciento del gasto total.

Ante la falta de imaginación y ayudados por su ineptitud para racionalizar el gasto y mejorar los ingresos los economistas neoliberales del Gobierno recurrieron en forma irresponsable al “petróleo bancario”, o sea la emisión inorgánica de dinero. El crédito al sector público aumentó de ¢2.378.9 millones en 1977 a ¢5.721 millones en 1979, lo que significa más que una duplicación en sólo dos años es decir un incremento de ¢3.342.1 millones financiados con papeles sin respaldo real. Estos son los desaciertos económicos que han provocado la inflación que vivimos, y no el petróleo.

A las anteriores barbaridades debemos añadir la desacertada política que ha propiciado el Gobierno, inspirado por el modelo que promueven los “Chicago Boys”, en materia de precios. La liberación de los precios de productos indispensables por un lado y la falta de estímulo a la producción por otro han hecho que los alimentos no sólo son caros sino que no se consigan. La carne, los huevos y la leche han desaparecido de la dieta de las familias de ingresos medios y bajos por sus elevados precios respecto a los ingresos de esas familias. Otros productos escasean, alentados por expectativas especulativas o por falta de previsión de las instituciones gubernamentales responsables como el caso del Consejo Nacional de la Producción (CNP) y los frijoles.

Finalmente, el señor Carazo trata de confortarnos diciéndonos que estamos mejor que otros países, entre ellos Chile, Argentina, Brasil, y otros más. Esto no es nada nuevo, como lo demuestran las cifras de la tabla siguiente, que señalan que entre 1970 y 1976 Costa Rica tuvo tasas promedio de inflación menores que muchos países. Incluso en 1976 y 1977, antes de asumir el señor Carazo el Gobierno, nuestro país tuvo tasas de inflación menores a las de países industrializados como Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea, pero de 1978 en adelante el aumento de nuestros precios internos superó y este año duplicará al de esos países.

TASAS DE INFLACIÓN PROMEDIO
1970 – 1975

Daniel Oduber - Cuadro 4

FUENTE: World Development Report, 1979. Banco Mundial.

El Presidente debe enfrentar la realidad y asumir su responsabilidad para con el país y el pueblo. Por favor, no más excusas, engaños y mucho menos consuelos. Recordemos que, después de todo, “mal de muchos”, consuelo de tontos”.

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