El debate demócrata sobre Kamala Harris

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Un enorme suspiro de alivio recorrió las filas del Partido Demócrata con el anuncio del Presidente Biden de retirarse de la campaña electoral. Pero ese anuncio llevaba una adenda relativamente inesperada: proponía a su Vicepresidenta Kamala Harris como su sucesora en tanto candidata presidencial. Algo que ha tenido efectos diversos. Una mayoría de lideres del partido han mostrado su apoyo a Harris, pero no todos. Algunos líderes importantes no están de acuerdo con las formas del proyecto Biden.

Entre los más significados, el expresidente Barak Obama, quien inmediatamente salió a los medios para asegurar que confiaba en los procedimientos regulares del partido, que pasan por la celebración de una Convención, prevista para agosto, donde se elige formalmente al candidato demócrata a la presidencia. Y todo indica que el partido no va a poder evitar la realización de una Convención abierta, donde puedan presentarse diversos candidatos.

Otro sector del partido, que apoya a Harris, tampoco está de acuerdo con la fórmula usada por Biden para proponer a su vice como candidata. Considera que, si de verdad el presidente quiere fortalecer la candidatura de Harris, debería renunciar ya a su cargo, lo que haría de Harris la presidenta de Estados Unidos automáticamente y en esa condición se enfrentaría a Trump con mayor prestancia.

Pero la mayoría demócrata que apoya a Harris está demasiado ocupada en reconvertir a marchas forzadas la campaña electoral y no deja de vitorear cualquier cosa que favorezca a su nueva candidata. Por eso, las dudas que surgen en el seno del partido se evitan radicalmente en público. Pareciera, según algunos observadores californianos, que el partido está considerando a Harris como la única tabla de salvación que tienen a mano.

Los asesores de Harris no están tan preocupados por los memes y bulos que emiten los partidarios más radicales de Trump, de carácter xenófobo y sexista. Entre otras razones, porque hay un ejercito de jóvenes voluntarios dispuestos al combate en las redes sociales. Lo que realmente les preocupa son los discursos mas estructurados del trumpismo, que seguramente serán los que utilizará su candidato en la campaña.

Dos cuestiones destacan en este sentido. La primera, el consenso extendido de que Kamala Harris no es una ideóloga, sino una pragmática que no ha dudado en evitar los asuntos espinosos cuando afectaban su carrera. Ello le ha provocado incurrir en algunas contradicciones en el curso de su vida política, que serán utilizadas sin duda por el comando de campaña republicano.

La otra acusación es que Harris “es una californiana, demasiado californiana”. Es decir, una liberal no solo en asuntos políticos sino también en cuanto a las costumbres. Y en este contexto, el discurso articulado, como el que usa el seguidor de Trump, Matt Walsh, tiene más efecto: “(Kamala) se inició en la política acostándose con (el alcalde) Willie Brown. Se convirtió en vicepresidenta porque Biden necesitaba una mujer no blanca en su candidatura. Ha hecho una carrera pidiendo limosna a hombres poderosos”. Algo que es frecuentemente respondido por Harris con desplantes: “Si, fui novia de Brown, ¿Y qué?” O cuando le acusan de que el alcalde le hiciera nombramientos importantes: “Si te ofrecieran ser presidente de una conferencia de salud, ¿Te negarías?”.

En la actualidad, Harris enfatiza que todo eso sucedió hace treinta años y que no es relevante para la vida política actual. Pero su noviazgo entonces con un alcalde treinta años mayor, que la introdujo en la elite política del Estado, la elevó a cargos importantes y le hizo costosos regalos (del estilo de un BMW último modelo) ya tuvo un fuerte impacto en la California de los años noventa, como para que pase desapercibido en los Estados Unidos de hoy.

Algunos observadores estadounidenses creen que la prevención de Obama de evitar que se desconozcan los procedimientos formales de la nominación guarda relación con esa idea de que Harris es de nuevo ungida por un hombre que es su jefe en buena medida. También porque Obama no se deja arrastrar por el entusiasmo forzado de la mayoría demócrata sobre la candidatura de Harris. Hasta el momento, las encuestas muestran que la ventaja del candidato republicano es mayor incluso que frente al candidato Biden.

La única certeza existente, en la que coincide la mayoría de los observadores, consiste en que Harris es una figura completamente opuesta a Trump. Es una mujer multirracial, dos generaciones más joven que Trump, y bastante californiana en sus maneras, aunque sea muy cautelosa en política. Es difícil saber si ese contraste tan patente operará o no a su favor. Pero será una magnifica prueba para saber cual es la cultura política predominante en la mayor potencia militar del mundo. La tesis de que Trump engaña al electorado norteamericano ya es poco creíble. Si la mayoría de los votantes elige a Trump es porque le considera expresión de su propia convicción política.

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