Don Pepe, Canal 11 y la Tragedia del Virilla

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Recientemente, el 14 de marzo, se cumplieron 98 años del suceso conocido como la Tragedia del Virilla. Se ha escrito mucho al respecto, así que solo mencionaré algunos aspectos puntuales de lo sucedido, y más bien mi motivación para escribir es contarles mis recuerdos de la participación como extra en una película que se quiso filmar a mediados de los años 70 del siglo pasado, donde parte de la trama era sobre la tragedia.

El argumento de la película está basado en el cuento de José Figueres “Cubaces Tiernos en Abril”. En la película participaban artistas destacados como Haydée de Lev, Luis Fernando Gómez, Ana Poltronieri y Guido Sáenz. La producción estuvo a cargo de la empresa de televisión “Canal 11”, cuyo dueño en ese entonces era el propio José Figueres.

Canal 11 en aquella época era un excelente canal. De hecho, fue el primero en introducir la televisión a color en Costa Rica, antes incluso que el 7 y el 6. Las transmisiones con programación en color experimentales se dieron desde 1969. En 1971 “Televictoria Canal 11”, como se llamaba oficialmente, inició transmisiones regulares en color, y a tiempo completo desde 1974.

Yo era muy de ver televisión, y el 11 me gustaba mucho. Tenía un noticiario que se llamaba Reporte 11 muy bueno, cuyo director, al inicio, fue el periodista Eduardo Enrique Leiva. También tenía en las noches, de lunes a viernes a la 10 p.m. el programa Telegatunas con Hugo Araya, que en ese entonces era el rey de los chismes faranduleros con su columna “Gatunas”. No me explico como hacían para producir un programa de ese tipo todos los días, con un mercado farandulero tan pequeño como el que había en ese entonces. También me encantaba el programa “La última tanda” que pasaba películas en blanco y negro de la época dorada del cine clásico del cine hollywoodense.

En Canal 11 de aquella época se consagraron en la televisión periodistas como Manuel Emilio Morales, Renato Cajas, Isabel Ovares, Mariano Rodríguez, Mario Segura, al igual que la tía Florita, Mariana Lev, Danilo Arias, Élberth Duran y Marjorie Sibaja.

Los estudios del canal quedaban en avenida 10, entre calles 7 y 9 o a la tica, 75 m al oeste del edificio de AyA en el Paseo de los Estudiantes, a mano derecha. Era un estudio moderno, donde se podía hacer televisión en vivo, con un pequeño anfiteatro. Lastimosamente el estudio se quemó, cuando hubo un gran incendio en esa manzana en lo que fue el supermercado OK, posteriormente el Super Amigos. Hoy ya nada de eso existe. Como curiosidad, por la entrada del Paseo de los Estudiantes al supermercado, era donde estuvo el Cine Latino.

Canal 11 quiso hacerle competencia a las dos grandes televisoras del país, que eran (y son) Telecentro Canal 6 y Teletica Canal 7, pero no pudo mantener el ritmo de inversión necesaria. Sus dueños en ese entonces eran el propio don Pepe, con su amigo Carlos Manuel Vicente, el recordado “Malo” Vicente, que quisieron incursionar en la televisión para darle una alternativa diferente a los televidentes. Como casi todos los emprendimientos de don Pepe, agobiado por las deudas, tuvo que venderlo en 1977 a un empresario llamado Franz Ulrich, que se hizo cargo de las deudas y lo tuvo hasta 1993.

Les transcribo un texto muy interesante sobre esto:

Don Pepe en canal 11

Franz Ulrich llegó a Costa Rica contratado por don Chico Orlich para estar al frente de su beneficio de café y luego se metió en negocios al lado de los hombres más poderosos del partido Liberación Nacional de hace un cuarto de siglo, hasta terminar de dueño de canal 11, con unas «jáquimas» que le heredó ni más ni menos que don Pepe Figueres.

«Conocí muy bien a don Pepe y a don Chico. Trabajé con ellos. Los dos eran personas muy visionarias. Eran dos tipos que veían todas las cosas de la forma más sencilla posible. Tanto que a veces la gente no les podía entender. Eran personas que sabían que dos y dos son cuatro. En cambio, ahora los políticos creen que dos y dos son cinco y medio. Eso dice cualquier político. Por eso la gente ya no les cree.

«Hay que ver cómo le creían a un don Chico todo lo que decía, y hay que ver cómo respetaban a un don Pepe. Eso ya no ocurre con ningún político. Por eso anda todo patas arriba.

«Tengo dos campañas de no votar. Voté dos veces por Carazo, la primera vez para que siguiera luchando, y la segunda vez para que fuera presidente. Es que Carazo era el niño chineado de don Chico y don Pepe. Entre los dos lo prepararon en contra de Daniel Oduber. Ni Chico ni Pepe querían a Daniel y cifraron esperanzas en que Rodrigo lo podía atajar. Incluso, en su lecho de muerte, Chico le dijo a Pepe, ‘Pepe, por favor lucha para que Daniel no sea presidente nunca’. Yo estaba ahí y lo escuché.

«Después de trabajar en café junto a don Chico, me dediqué a otras actividades.

Una vez don Pepe me llamó y me dijo que necesitaba que yo le ayudara a resolver el problema del canal 11. Ya había perdido ‘El Excelsior’, y detrás venía el canal. Acepté el reto. Cuando entré, estaba lleno de deudas. Como trabajaba con don Chico, realmente conocía a todos a quienes don Pepe les debía dinero. Negocié con todos para pagarles un porcentaje de la deuda y todos quedaron contentos. Era mejor eso que nada, y ellos sabían que ya don Pepe no pensaba pagarles. Don Pepe me dijo, ‘eso sí, le advierto que usted va a tener problemas peores que los de un político con el canal, porque todo el mundo va a llegar a pedirle de todo’. Pero no fue eso lo que me llamó la atención. Lo que impactó es que don Pepe me dijo, le hago una propuesta, lo único que me queda libre a mí es una finquita en Aserrí. Entonces, para cuando le vaya muy mal en el canal, y le quiten todo, le voy a dar mi finca, para que vea que no le estoy quitando algo por darle el canal’. Nos quedamos viendo como dos tontos, él porque me lo ofreció y yo porque no se lo acepté. Ya estaba hecho el trato, y no podía aceptarlo. Era como aceptar que estaba esperando un fracaso de mi gestión. Más bien, eso que me dijo me dio fuerzas para levantar el canal.

«Tuve canal 11 por muchos años. Lo adquirimos con todas las deudas. Era de don Pepe. Estuvo en nuestras manos desde el año 77 hasta el año 93».

Extracto de «Conversaciones con la historia»

Una historia interesante que retrata totalmente a don Pepe y sus negocios. Lo digo sin ningún demérito, sencillamente don Pepe era así.

Regreso, a la anécdota de la película que les quería contar.

Dentro de los esfuerzos para brindar una alternativa de calidad a los televidentes, vinieron a Canal 11 dos productores y cineastas cubanos, de los que se me escapa el nombre, y comenzaron a producir algunas series propias del canal muy buenas. La calidad de estos señores cubanos estaban muy por encima de las producciones locales.

Uno de los proyectos que hicieron, fue precisamente, como les conté al inicio, hacer una película del cuento de don Pepe. Supongo que en el guion estaba la parte de la Tragedia del Virilla, donde muere el esposo de la protagonista del cuento.

Salió publicado un anunció en el periódico que se buscaban extras de época (apariencia), para participar en una película, para filmar unas escenas sobre la Tragedia del Virilla. El anuncio me llamó la atención, y me inscribí con un compañero de colegio. Había que estar un sábado temprano en la mañana frente a los estudios de Canal 11. Nos montamos en bus que nos transportó hacia Cuatro Reinas de Tibás, cerca del conocido Puente Negro del tren sobre el río Virilla, lugar de la tragedia.

Pasamos el puente hacía el lado de Santo Domingo, y bajamos por un trillo hacia el lecho del río, justo debajo del puente, donde ya estaban los actores y personal de la película, incluido el director, uno de los cubanos. Recuerdo cuando maquillaron a los autores, algunos con “sangre”. Los extras nos hacíamos los muertos o heridos en el suelo. También el director daba instrucciones a los actores, y se hacían cosas de las que se hacen cuando se filma una película. Calculo que éramos como unas 50 personas.

Participar de extra fue una experiencia muy interesante, que nunca olvidé. Para recordar más detalles conversé con Daniel Murillo, el compañero de colegio con el que había ido, y también se acordaba muy bien de ese día.

No sé que habrá pasado con la película, no recuerdo si incluso se estrenó, pero sería bonito verla si existiera. En cuanto al cuento, si quieren leerlo, es muy bonito y se lee de una sentada. Lo digitalicé y lo convertí a pdf, para incluirlo en EDEL, el sitio web especializado que desarrollé, para los libros que a través del tiempo he convertido a formato digital.

Propiamente sobre la Tragedia del Virilla, en los anexos incluyo dos artículos de Sergio Barquero Ramírez, que tomé de su muro en Facebook, muy completos. Uno acerca de la tragedia y el otro sobre testimonios en la prensa de la época.

Algunos datos sueltos la Tragedia del Virilla::

Felipe Ovares, autor del libro “Tragedia del Virilla 1926”, recordó que en esa ocasión hubo una sobreventa de boletos que también repercutió en el mortal accidente.

En el tren viajaban aproximadamente 388 personas, de las cuales, alrededor de 250 perdieron la vida. Según recuerda Ovares, en esa ocasión la empresa encargada del tren destinó alrededor de ¢700 mil, de esa época, para indemnizar a los parientes de los fallecidos y a las personas que resultaron heridas.

48 metros de longitud, 5 metros de altura y un río con 60 metros de profundidad caracterizan al puente negro, epicentro de una tragedia sin precedentes que aún hoy, 98 años después, sigue latente en la memoria costarricense.

Hice una pequeña galería con imágenes del puente negro, antiguas de la tragedia. También incluyo imágenes del memorial que hay en el cementerio de Alajuela y la placa en el parque de Santo Domingo, lugares que visité recientemente.

Entonces, vean que interesante, tres temas que de primera entrada parecían no tener relación, al final si la tienen.

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Anexos

Tragedia del Virilla

14 de marzo 1926

Sergio Barquero Ramírez

Era el amanecer del domingo 14 de marzo de 1926 en la ciudad de Alajuela, los primeros rayos del sol empezaban a iluminar la estación del ferrocarril donde se citan gran cantidad de personas. Con motivo de un llamado de Monseñor Volio en Cartago para recoger fondos para el Asilo de Ancianos; se había organizado un a fiesta para lo cual se planeó una excursión que partiendo de Alajuela y pasando por Heredia y San José llegaría a la vieja metrópoli.

Numerosas familias luciendo sus mejores prendas y muchas de ellas llevando su almuerzo, se dirigían presurosas a los respectivos vagones del ferrocarril; con la mente puesta en la noble causa de Monseñor Volio se olvidó de la verdadera capacidad del tren.

A las 7.30 a.m. la locomotora No 9 quien tenía como conductor a Don Gonzalo Facio padre del ex canciller Facio, a Don Víctor Calvo como maquinista y a Marco Tulio Vargas y Víctor Rojas como los guarda frenos, dio sus largos y respectivos pitazos anunciando la salida del convoy. Cinco vagones, dos de primera clase y tres de segunda que junto con la 1ocomotora comp1etaban un peso de ciento cuarenta y tres toneladas, partían abarrotados de personas.

En la ciudad de Heredia se detiene en la estación, los habitantes del lugar no quieren perder lugar en los vagones. Cada vagón lleva la extraordinaria cantidad de 125 personas. Hay quienes afirman que se habían puesto a la venta 1000 tiquetes y que desde el sábado estaban agotados.

Poco tiempo después de pasar a la altura de Pirro (Heredia) el tren empezó a tomar una velocidad excesiva, fuera de lo normal; las gentes alarmadas empezaron a gritar y a demandar el paro del convoy.

Mientras tanto en Santo Domingo de Heredia, en la estación al escuchar a la lejanía la aproximación del ferrocarril se ordenan para subir al tren, todos quieren ser los primeros y no perder sitio, obreros, y campesinos esperan pacientemente la hora para ocupar sus respectivos lugares.

La alegría se refleja en la cara de los domingueños al escuchar los pitazos que como de ordenanza realiza la locomotora pronta a llegar a la estación. La alegría rápidamente es cambiada por asombro; la máquina con sus respectivos vagones no se ha detenido y corre con rumbo Este, algunas personas se dejan oír con palabras de desaprobación, otros callan y meditan la poca usual velocidad que el tren llevaba al pasar por el lugar.

Posiblemente el conductor al saber de la cantidad de gente que transportaba decide no parar en la estación de Sto Domingo, por un designio del destino los habitantes del lugar salvarían sus vidas en la catástrofe que sucedería minutos después.

El tren después de pasar la estación se aproxima al puente del Virilla (conocido como «Puente Negro», por el color de la estructura).

Construido en el año de 1901 mediante el contrato Pacheco-Pirie, se levanta a sesenta metros del cauce del río y a cinco kilómetros y medio de San José . El puente del Virilla fue construido en Nueva York y fue armado del lado de Sto Domingo de Heredia en una planicie que se hizo para tal fin.

En ese lugar cuando corren trenes durante la noche se pasa sigilosamente, por el peligro de animales atravesados en la vía y el tráfico de personas que muy frecuentemente lo usan.

La curva antes de llegar al puente, la velocidad del tren así como el estado de la vía (desgaste de los rieles) y el sobrecargo de pasajeros son las posibles causas del accidente.

Pasaron la locomotora y los dos primeros carros pero por la velocidad el último vagón se descarrila y produce una especie de «latigazo» a los restantes vagones; el carro fatal pega contra la estructura del puente y se hace añicos al tiempo que se desprende el techo y las personas son lanzadas al vacío; (muchas posiblemente mueren al golpe con el aire las demás se estrellan en la ladera y en las rocas del río. Astillas de metal y madera son armas mortales para las infelices víctimas que mueren al instante.

La alegría se ha eclipsado en un segundo. Un segundo vagón queda como balancín en el puente y empieza a vaciar sus pasajeros a aquel abismo que parece la boca del infierno. Cuerpos completamente destrozados de hombres mujeres y niños están en la ladera, en las rocas y en los restos de los carros, algunos de ellos cuelgan en las copas de los árboles.

El tercer carro queda atravesado sobre el puente, el tren se ha partido en dos y se detiene pocos metros después del puente, varias personas se devuelven y tienen que perforar el vagón atravesado para poder pasar. El fatídico tren avanza hacia San José a dar la mala nueva.

Una señora que había quedado colgando de un árbol, el cual le había salvado la vida; en el momento de tratar de rescatarla se rompe la cuerda que la sostenía y la mujer se estrella en el fondo del abismo ante las miradas horrorizadas de las personas que trabajaban en la labor de rescate.

El guarda-frenos Marco Tulio Vargas recibe heridas de consideración y Víctor Rojas salió ileso.

Varias personas empiezan a bajar por las escarpadas rocas al lecho del río y empiezan a buscar los destrozados cadáveres que allí se encuentran.

Un niño que viajaba en el tren se encontraba al lado de los cadáveres de sus padres, cuerpos horrorosamente mutilados, el niño milagrosamente se había salvado.

En San José se recibe el siguiente telegrama:

«Como a las nueve, a la entrada del Puente del Virilla, se volcó con dos carros pasajeros tren de excursión. Hay numerosos heridos y muertos.»
Corresponsal.

El telegrama era enviado por el corresponsal del «Diario de Costa Rica» en Sto Domingo de Heredia.

Vehículos y camiones así como trenes se habían convertido en ambulancias; médicos, enfermeras, policías, bomberos y soldados se movilizaban a la zona de la tragedia. El Hospital San Juan de Dios se preparaba a recibir gran cantidad de heridos. El Dr. Moreno Cañas al saber la noticia se vino a pie desde San José para prestar ayuda.

Mientras tanto en el Virilla la pesadilla continuaba, una joven de 17 años de edad estaba colgando de un tirante en el puente. Pedía auxilio, después el cansancio la venció desprendiéndose para dar con su cuerpo en la profundidad del río, quedando completamente destrozada y con el cráneo abierto.

Una señora en estado de embarazo fue lanzada al abismo y como un muñeco roto se estrella en las rocas dando a luz en ese momento.

Los cadáveres enteros no podían ser identificados desde los primeros momentos, tal era el estado en que habían quedado; eran escenas de horror que crispaban los nervios. Los cadáveres triturados estaban por todas partes.

Un señor todavía con su sombrero se encuentra sentado en la ladera, tenía las vísceras sobre sus piernas.

Un joven entre los fallecidos no presentaba ninguna señal de haber sido golpeado, su ropa estaba en orden pero sus zapatos nuevos estaban destapados, es posible que este hombre cayó de pie y del golpe murió reventado, otros cuerpos se encontraban decapitados, los hierros del vagón habían realizado tan macabra tarea. Un hombre recibió tan fuerte golpe en la cabeza que ambos lados de las orejas formaban una especie de tortilla de una pulgada y media de grueso.

Otro pasajero quedó estrujado por el cuello en el vagón destrozado, muriendo ahogado; unos momentos de vida fueron vanos al tratar de salvarse.

El primer tren que partió hacia Heredia llevaba 23 muertos y 37 heridos, por orden del Superintendente del ferrocarril Mr. F. Sheegh todos los cadáveres tenían que salir del lugar de la tragedia en su respectiva caja.

A las 5 p.m. llega a Alajuela el primer ferrocarril con 34 cadáveres, las cajas se disponen en corredores donde los familiares los identificaban. Sobre pizarras se escriben los nombres de los fallecidos.

A las 9 p.m. llega nuevamente el ferrocarril a Alajuela esta vez trae 101 ataúdes, el Gobierno ha decretado duelo nacional por tres días, el pabellón permanece a media hasta y se suspenden las labores escolares lunes y martes.

Se instala un teléfono en el puente del Virilla para agilizar las acciones de salvamento, llega el Mayor Ortiz de la comandancia de Heredia y primera autoridad que se hace presente al tiempo que el maquinista y el fogonero son detenidos en la Segunda Sección de Policía (Poco tiempo después daría inicio un largo juicio para averiguar las causas del accidente).

Al lugar del suceso empiezan a llegar sacerdotes que proporcionan los santos óleos a los heridos, muchos de los cuales mueren en pocos segundos.

En el río un hombre al reconocer a su señora y dos hijos suyos que formaban parte de las hileras de cadáveres recibió tan fuerte impresión que le motivó la muerte inmediatamente. Este hombre venía en uno de los carros delanteros que no recibieron daño.

En Alajuela sucede lo mismo con una señora que identifica en la morgue del hospital a sus cinco hijos colocados en una misma caja.

Los encargados de las labores de salvamento últimamente lo que encuentran en el río son fragmentos humanos, el agua del río por varios segundos se torna de color rojo.

La Prensa

Martes 16 de marzo de 1926.

El Heroísmo de los Domingueños

Los Domingueños fueron los primeros héroes del domingo y los que más lucharon en la santa tarea del salvamento.

Un boyero que estaba cerca del río, vio como el tren se despegaba y como las personas volaban como racimos para estrellarse en el fondo del abismo. Lleno de pavor corrió a Sto Domingo y todo desencajado recorrió todo el pueblo pidiendo socorro a gritos. Una ráfaga de horror penetró en todas las casas y el pueblo en masa salió disparado hacia el abismo fatal.

Minutos después de la catástrofe Santo Domingo estaba en el río, los médicos con cuanto material sanitario encontraron; los hombres con coyundas y mecates; las mujeres con baldes, cafeteras, botellas de licor, todo lo que pudiera servir para reanimar a los heridos, para salvar a los desgraciados. Muchos se desmayaron a la vista de tantos y tan increíbles horrores, hasta los más viejos se dedicaron a salvar heridos, penetrando en los coches destrozados. La mayoría han perdido las ropas que llevaban empapadas de sangre y desgarradas en el ardor del salvamento. Los domingueños hicieron el máximo esfuerzo, ellos llevaron la parte más dura del salvamento, muchos de ellos no pudieron dormir esas noches; la oscuridad del dormitorio se les presentaba llena de muertos, de cabezas cortadas, de vientres abiertos, de pechos aplastados.

El domingueño que «La Prensa» hace referencia era don Rafael Zamora Chacón, …»fue tan golpe que los terrenos prójimos al suceso, simbraron por el impacto»…

Eladio Saénz Zumbado

«Yo ayer iba como viajero en el tren en que ocurrió la catástrofe, a que esta causa se refiere; tomé el tren en Heredia é iba en el último carro de atrás y el balcón último y me pude dar cuenta que el tren caminaba a demasiada velocidad desde que salió de Heredia, de tal modo que en Pirro, casi nos bota a los que íbamos en el último balcón; por Sto Domingo también paso a mucha velocidad y al bajar la cuesta del Virilla lo mismo caminaba a mucha velocidad sucediendo lo ocurrido en el puente del Virilla en donde pegó un carro en uno de los bastiones y descarrilando y destrozándose los tres últimos carros.

Leónidas Rodríguez González

«Ayer iba yo como pasajero en el tren en que ocurrió la catástrofe a que esta causa se refiere y observé que desde Heredia iba el tren a mucha velocidad; yo iba en el balcón de adelante del tercer carro y pasó el tren por Sto Domingo tan de prisa que algunos de mis compañeros no se dieron cuenta de que habíamos pasado por Sto Domingo e iba tan de prisa que las ruedas se oían golpear en los rieles, pues parecía que no tuvieran ni tiempo de rodar y saltaban las ruedas de la gran velocidad que llevaba. El maquinista paró la máquina con los carros que llevaba como a 200 varas de distancia del puente

Daniel Calvo Castillo

«Yo iba en el tren de excursión que salió para Cartago el domingo último y pude notar que apenas pasó el tren la cuesta de Pirro tomó gran velocidad el tren al extremo que no se veía las cercas de los potreros y cafetales a los lados de la línea y vibraban demasiado los carros a tal extremo que me alarme y dije a mis compañeros «lo que es aquí vamos a morir nosotros», en esa carrera pasamos la estación de Sto Domingo y me alarmó más el hecho de que el tren no paró en Sto Domingo, tomando la gradiente de la cuesta del virilla con una velocidad nunca vista; yo viajaba en el cuarto carro, contando de la cola hacia adelante.

Al entrar el carro en que yo iba al puente del Virilla, se sintió un socollonazo espantoso, y en ese instante se rompieron los vidrios, chocamos unos contra otros parecía que todo había brincado y el carro se despegó de los otros tres, quedando de cola, una vez que pasó el puente y medio atarantado por el suceso me tiré del carro y regresé a mi casa.

Berta Argüello Rodríguez

“Como iba muy ligero el tren las gentes iban rezando dentro del carro.”

Jesús Montero Cascante

«Como el carro estaba muy lleno de gente yo venia parado por dentro de la puerta de atrás que estaba cerrada, el tren desde que pasó por Pirro caminaba a una velocidad espantosa a tal extremo que yo y algunos compañeros Íbamos rezando.

Cuando Íbamos pasando el puente del Virilla se sintió una sacudida espantosa que ladeó el carro hacia el lado izquierdo pegando en los bastiones del puente, la sacudida fue tan espantosa que el techo del carro en el lugar donde yo estaba caía desastillado; los vidrios de las ventanas del lado izquierdo se quebraban y los pasamanos de los asientos se despegaron y los vidrios de la puerta donde yo estaba se quebraron.

Judit Pérez Loaiza de Méndez

«…después de haber dejado el tren la estación de esta ciudad (Heredia) tomó una velocidad desusada y alarmante a tal extremo que a menudo el carro en que viajábamos se ladeaba más de lo corriente, en los pasajeros no se oía más que palabras parecidas a estas; «Que barbaridad por que nos llevarán tan ligero», «Quién sabe que va a suceder». A tal extremo era el temor que yo tenía de continuar el viaje que estoy segura que si el tren se hubiera parado en Sto Domingo yo lo hubiera dejado, pero desgraciadamente no pasó así, pues el tren pasó a tal velocidad por Sto Domingo que ni la estación vi, así bajando la gradiente del virilla y cuando pasamos en puente sentí que el carro se ladeaba del lado izquierdo se oyó un traquido en el techo del carro, despegándose las tablas que cayeron encima de mis compañeros.

Alejo Lizano Vargas

«…después de la curva del puente en Pirro, el tren tomó mucha velocidad al extremo que nos alarmó y decíamos unos a otros si esto continúa así, algo grave va a suceder, esa velocidad se sintió porque el tren pegaba como brincos y jalonazos, las cercas de los lados de la línea no se podían distinguir…nos dijimos unos a otros si parara en Sto Domingo era mejor que nos apeáramos, esto va a dar un mal resultado…

…pero no fue posible porque el tren pasó a tal velocidad que ni se distinguía la estación, la gradiente del Virilla la pasamos como si fuera camino plano y recto, volaba el tren; cuando el tren daba la vuelta al puente del Virilla sentimos nosotros un fuerte golpe que recibió el carro en que íbamos en el bastión del lado izquierdo, el carro se inclinó del lado izquierdo amenazando volcarse, pero por dicha volvía a tomar su línea y cual no fue la sorpresa de nosotros al sentir semejante estruendo ver una humareda de polvo que salía de las rocas de la peña a la izquierda del puente, entonces yo me tiré del balcón en que iba para averiguar que desgracia había sucedido.
Yo vi como el carro que quedó suspendido en el abismo vaciaba los pasajeros que caían al río y posiblemente murieron todos.

Filadelfio Benavides Cambronero

… el tren iba con bastante velocidad, la gente estaba con pánico, y desde que pasamos por Sto Domingo, con demasiada velocidad y donde el tren no se paró se oían exclamaciones como esta; «Paren el tren» «nos vamos a descarrilar » .

Francisco Calvo Aguilar (Sto Domingo de Heredia)

…me dirigía yo a San José y tomé el camino detrás del panteón con intención de salir al puente del Virilla por los potreros, como llamamos corrientemente, por dentro; iba en uno de los potreros como a doscientas varas del referido puente cuando oí que venía un tren a toda marcha bajando la cuesta del Virilla; un instante después cruzaba la curva y entraron máquina y los primeros carros al puente, el tercero de; la cola para la máquina lo vi como que se levantó de adelante y pegaba en uno de los lados de la armadura del puente y dio un revoleonazo y quedó como haciendo presa en la boca del puente…

… la máquina y tres carros siguieron adelante y pararon como a cien varas arriba del puente y cuando esto ocurría vi que muchos pasajeros salían como volando de las ventanillas y de los balcones del tren; caían al río unos y otros en la ladera del potrero que da al río. Como a mi me acompasaba un hijo mío, como de 12 años le dije que se devolviera a avisarle al Jefe Político y don Julio Umaña, y que le dijera que viniera pronto al puente, que trajera gente, que le avisara al Padre Mendoza y porque había muchos heridos y moribundos por causa de una contingencia en el puente del Virilla. Yo me quedé prestando todo el auxilio que podía, hasta como a las ocho de la noche.

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