Cuentos para crecer: Por qué la luna es libre

Por qué la luna es libre

¡Oh, cuánto Sol amaba a Luna! Ella era tan pálida y adorable. Sol se moría por hacerla su esposa.

—Eres más bella que las tenues nubes y más encantadora que la rosa más fresca. Te quiero sólo para mí —le dijo Sol.

Luna estaba acostumbrada a brillar en solitario por las noches y le gustaba que fuera así. Si se sentía sola, había millones de estrellas con quien hablar, los meteoros para jugar carreras con ellos y los planetas que la hacían reír.
De modo que a Luna se le ocurrió una idea y le contestó:

—Me casaré contigo, Sol, con una condición. Debes regalarme un bello traje. Me encantan los huipiles bordados. Me gustan las blusas blancas ribeteadas con listones. Y adoro las faldas largas, que flotan en el viento nocturno. Puede ser cualquier cosa, ¡pero debe quedarme perfecta, debe ser exactamente de mi talla!

Aunque estaba cansado de calentar la tierra e iluminar el cielo todo el día, Sol se quedó despierto toda la noche observando a Luna, tratando de elegir el regalo. No se decidía.

—Debes lucir aún más hermosa cuando seas mi mujer —dijo Sol—. Puedo traerte lo que quieras. Por favor dime qué te gustaría, mi amor.

Por fin decidió llevarle una falda tejida con hilo de oro y delicadas tiras de luz estelar.

—Ay, todas las estrellas envidiarán a mi nueva novia —pensó Sol.

Pero cuando Sol volvió a ver a Luna, se quedó sorprendido al descubrir que no era más que una forma muy fina, una sombra apenas de su antigua figura.

—¡Ay, mi amor! —gritó—, el amor te ha quitado el apetito. Te ves tan delgada.

Sol atravesó volando el firmamento y le pidió a su sastre personal que achicara la falda para que le quedara a la nueva Luna, larga y esbelta.

Cuando volvió, Luna, que ya había engordado un poco, no pudo deslizar la falda por sus caderas.

—¡Auch! —exclamó. Y se puso azul de tanto contener el aliento y tratar de meter su ser lunar en la estrecha falda.

—La talla es completamente incorrecta. Esta falda me está exprimiendo y dejándome sin luz.

—Ay, mi amor, lo que pasa es que ahora estás un poco más rellenita, pero esta falda te va a quedar de maravilla cuando regrese —dijo Sol.

Sol se apresuró a cruzar las montañas y le pidió al Relámpago que le añadiera a la falda unos tablones de su luz resplandeciente para que las caderas más amplias de Luna entraran sin problemas.

Pero para entonces, la Luna ya estaba un día o dos más gorda. Contuvo la respiración y contrajo el vientre lo más que pudo.

—¿Crees que estoy tan redonda como una tortilla? —gimió. Y al escaparse, su aliento heló la cara ardiente de Sol. —¿Cómo pudiste pensar que esta falda me iba a quedar bien?

Durante treinta días, todo un mes, Sol lo intentó una y otra vez, pero nunca pudo adivinar la talla exacta de Luna. ¡Siempre cambiaba! La medía cuidadosamente para que la ropa le quedara perfecta. Pero trajera lo que le trajera —otra falda, un sombrero o un abrigo— estaba muy pequeño, apretado o suelto en el momento en que ella se lo probaba.

Por esta razón, Sol nunca pudo casarse con Luna. Ahora, todos los días, justo antes de irse a dormir al cielo del oeste, Sol observa a Luna, que a veces está delgada, a veces redonda, con frecuencia a medio camino, pero siempre brillando con su centelleante luz plateada. Y lo único que le queda es contemplarla del otro lado del cielo cuando cae la noche.

Y cada noche, antes de acostarse, el Sol suspira larga y tristemente por su amor rechazado. Y cada noche, mientras atraviesa el cielo, Luna ríe de placer y de alivio.

Mary-Joan Gerson
Fiesta femenina
Cambridge, Barefoot Books, 2003

El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

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