Igualdad de oportunidades y crisis en la educación

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Tal como lo señalé la semana pasada, pienso que en la búsqueda del “bienestar del mayor número”, la estrella que debe de guiar el accionar político de los partidos socialdemócratas, debe ser la igualdad de oportunidades.

No hay otra manera de promover esta iniciativa, sino mediante la universalización, la promoción y el fortalecimiento de la educación.

La vinculación al mercado laboral pasa, ineludiblemente, por obtener una formación de calidad, que permita a las nuevas generaciones de costarricenses, adquirir los conocimientos necesarios para fundar, desarrollar o trabajar en las empresas del presente y el futuro.

En estos tiempos que vivimos, el conocimiento es indispensable para obtener un puesto de trabajo. La educación y la formación técnica, académica o científica, constituyen el único instrumento viable para luchar contra la desigualdad.

Lamentablemente la educación costarricense enfrenta una profunda crisis: una crisis de valores y de calidad.

Esta afirmación no es una ocurrencia de quien escribe. Las alertas son múltiples y provienen de diversas fuentes. El problema no es de recursos económicos: el Gobierno destina aproximadamente el 8% del PIB a esta actividad. A pesar de eso, los resultados de esta inversión dejan mucho que desear.

Según el informe elaborado por la OCDE “a pesar de que Costa Rica gasta más en educación, como proporción del PIB (8,3%, incluyendo gasto privado) que el promedio de países de la OCDE (5,2%), y absorbe cerca de un quinto del gasto público total, los niveles de escolarización continúan bajos, incluso para las generaciones más jóvenes: sólo la mitad de los jóvenes de 25 a 34 años de edad han completado la educación secundaria versus el 80% en los países de la OCDE; muchos estudiantes repiten grados en III Ciclo (sétimo, octavo y noveno) y terminan abandonando los estudios. Al final de la educación básica, 30% de los estudiantes costarricenses han salido del colegio y otro tercio de los que permanecen en las aulas carecen de las competencias básicas”.

“El Informe del Estado de la Nación” también alerta sobre la deserción escolar, la baja calidad de la educación, la caída en la escolaridad promedio de la población y particularmente sobre la dificultad de inserción laboral, especialmente de las mujeres, que no han concluido su educación profesional.

Los resultados de las pruebas PISA, para 2016, revelan información realmente preocupante: “el área de ciencias es destacada por el PISA porque los conocimientos científicos cada vez están más vinculados al crecimiento económico y se vuelven necesarios para dar soluciones a complejos problemas sociales y medio ambientales… En este rubro, Costa Rica ocupó el puesto 57 entre los 72 países participantes, con una puntuación promedio de 420, muy por debajo de la media de OCDE de 493. En la evaluación de lectura, el país logró una nota de 427 puntos, cuando el promedio OCDE una vez más es de 493. Finalmente, en la prueba de matemática, el promedio de los 72 países es de 490 puntos y el estudiantado costarricense logró apenas 400. Costa Rica además obtuvo resultados por debajo del promedio internacional en cuanto a la equidad de género y socioeconómica”.

Es impostergable que el Gobierno realice los esfuerzos necesarios para mejorar la calidad de la educación costarricense. Las iniciativas deben de contemplar los tres protagonistas del proceso educativo: los estudiantes y sus familias, el Ministerio de Educación Pública y los educadores.

Por una parte, los costarricenses debemos de hacer conciencia sobre la imprescindible necesidad de contar con los estudios concluidos en primaria, secundaria, educación técnica o profesional: la brecha que genera tener o no tener los conocimientos y los títulos necesarios para enfrentar los retos de la sociedad contemporánea es abismal.

El Ministerio de Educación Pública debe promover, aun contra la voluntad de los gremios magisteriales, procesos de evaluación y capacitación continua de los educadores, para que refresquen los conocimientos, completen los vacíos cognitivos y logren estimular a los estudiantes, despertando en ellos el deseo del aprendizaje y la formación. Además, está en la obligación de exigir a los centros de estudio superior, una formación de calidad de los docentes, quiénes en definitiva serán los responsables de formar el recurso más valioso del país: sus niños y jóvenes.

Finalmente, el Magisterio Nacional y los gremios que lo integran, deben comprometerse seriamente con el mejoramiento continuo en la formación de sus agremiados. Exigir excelencia y luchar contra la mediocridad, que tan presente está en algunos de sus representantes. Es urgente que comprendan que el apostolado que realizan debe ser ejercido con mística, compromiso y dedicación.

Bien lo señaló Ángel Gurría, Secretario General de la OCDE, en el acto de entrega del informe a que se hizo referencia en esta columna:

“Si Costa Rica no aborda los problemas de productividad e inclusión, corre el riesgo de quedar atrapada en un “círculo vicioso” en el cual las personas con bajas competencias y escaso acceso a las oportunidades quedan relegadas a puestos de trabajo de baja productividad, salario reducido y de carácter informal. Y ello perjudicará la productividad agregada y agravará aún más la desigualdad. Para poner en marcha un “círculo virtuoso” será necesario acometer reformas en varios ámbitos de políticas que brinden oportunidades en términos tanto de equidad como de aumentos de la productividad”.

Es urgente e imprescindible volver al camino correcto, para poder disminuir la desigualdad entre costarricenses, un problema que debe de preocuparnos, apenarnos y contra el cual debemos de luchar, con todos los instrumentos que tengamos a mano.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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