El viaje imaginario del amor

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Salimos de la quietud del Ser, buscando el paraíso de la autoconsciencia. Rebotando en los límites de la nada, expandimos el espacio con una danza cósmica, mientras nos tomábamos de la mano en nuestro mundo cuántico. Rebotamos unos con otros, nos fusionamos en formas más estables, y nos organizamos en filigranas más elaboradas de materia y energía.

Y así construimos formas más complejas, para experimentar cualidades de esencia, como fundirse y fluir. Conectados siempre por fuerzas nucleares íntimas. Nos unimos en moléculas, tan estrechamente, que nos reproducimos y autorreplicamos, creando formas de vida que transformaban la luz, en flores y aromas. Y el universo se exploraba a sí mismo, en un jardín de color y fragancia, dentro de todos los estados posibles de la vegetación.

Estuvimos juntos en esos charcos originales de la vida, en los jardines, en las criaturas que adquirieron la locomoción, para explorar todas las dimensiones y nichos, nos arrastramos por el suelo y volamos en los cielos. Caminando juntos, evolucionamos y evolucionamos, hasta que llegamos a saber que éramos.

Nos conocimos de muy cerca; Nos comíamos los unos a otros y nos apareábamos, luchábamos juntos contra los depredadores o cazábamos juntos a nuestras presas. Hasta que nos vimos a nosotros mismos dotados de conciencia, humanos. Sin embargo, los residuos de nuestro viaje quedaron grabados como instintos inerciales en nosotros. Y todos los volcanes, las novas, los impulsos de depredación y reproducción, las luchas por la supervivencia, solidificados como programación de computadora, quedaron inscritos en el espejo de nuestra conciencia, impidiéndonos ver nuestra verdadera esencia.

Y la procesión continúa, mientras limpiamos nuestros espejos, mientras tamizamos las memorias registradas, sacudiéndolas, a través de la intensidad de la alternancia de roles y géneros, y la representación en tantas obras diferentes. Y continuamos la búsqueda del Conocimiento, en diversas formas humanas.

La primera de las partículas nacidas de ese vientre cósmico inimaginable, después de mucho rebotar, saborear, luchar y amar, finalmente se reconoció a sí misma, como realmente ser- el Ser. Entonces el Amor se llenó de consciencia, y una dicha interminable lo inundó todo. El Amado se conoció a si mismo cuando el Infinito abrazó, esa antigua partícula que rebotaba en el espacio.

Hasta entonces, todo había estado conectado constantemente en unicidad, en un impulso inconsciente de saber, y ahora todo estaba conectado al conocimiento consciente del Amor. Y todos ahora buscaban al Amado, sabiendo que tenía un rostro.

Y el Amado, siendo Uno con todo desde la primera oleada del anhelo, irradia para siempre pulsos de Amor, como un Faro en la noche. Para que todos pueden encontrar el camino de regreso a la fuente, y el Amor se regocije infinitamente, mientras cada una de las innumerables partículas regresa y recrea la dicha eterna del conocerse como Ser.

La procesión avanza, a través de las numerosas mansiones reflejadas en la casa de los espejos infinitos. Aquellos que están alertas como sabuesos, de vez en cuando perciben el rastro de la fragancia del Amado. Y mientras aprenden las complejidades y sutilezas de esta búsqueda romántica, se dan cuenta de que están conectados sin cesar con la unicidad del Ser.

Esos ojos que miran con luz a los tuyos, esa compasión que te mueve, a sanar y proteger a tus semejantes. Esas manos cariñosas que acarician a los caídos, los sonidos brillantes de las risas, las sonrisas que florecen como jardines en los rostros, cuando reconocemos humildemente nuestra incertidumbre y la de cada uno. Es todo parte de esta Vida que está brotando, danzando por todas partes, en un surgimiento milagroso de forma y la sensibilidad, esforzándose por llegar a Ser, siguiendo ese impulso primordial de conocer la esencia del Ser, el Amor.

¿Acaso no pueden sentir nuestros corazones latiendo con una música interior, mientras nuestro ser incompleto se va llenando de flujos de amor, según vamos reconociendo nuestras conexiones entre nosotros, con nuestros compañeros de escenario? Hoy ha llegado un momento en el que los cables nos conectan por todas partes, como telas de araña en el bosque, y nuestras imágenes y símbolos, atraviesan el espacio entre nosotros, en un continuo de pensamiento y electrones, y nuestro planeta es viajado por aire, acercando nuestros cuerpos en el tiempo. Hoy nuestras partidas de caza se están uniendo.

Los ojos están viendo ahora más ojos que nunca, ojos lejanos, de todos los colores y formas, expresando el mismo anhelo, más allá del sesgo de los reflejos percibidos por cada uno de nuestros espejos tribales, lo sentimos. Todos sentimos un nuevo amanecer, del último haz de luz proveniente del Faro del Amado.

Fluye a través del andamiaje de la conectividad y, al mismo tiempo, les revela a nuestros corazones que estamos eternamente conectados, que nos conocemos todos desde siempre en ese Amor que todo lo permea.

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