Vladimir de la Cruz
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Los partidos que celebraron, sus dirigentes y simpatizantes, lo hacen con toda razón. Se mantuvieron vigentes, crecieron, despuntaron, mostraron capacidad organizativa. De los que no tuvieron buenos resultados, solo del partido Liberación Nacional, algunos de sus dirigentes se han pronunciado sobre el mal resultado y desempeño. Los otros hasta hoy no han hecho ver sus análisis ni sus iniciales reacciones autocríticas.
En el partido Liberación Nacional, que decreció, algunos de sus principales dirigentes, responsables de la situación organizativa y política que tiene ese partido, han entrado en shock cardiogénico, un ataque cardiaco, que puede ser fatal, a quienes les falta oxígeno, y hasta buscan conectarse a una máquina para respirar. Otros han entrado en pánico escénico.
En los partidos que tuvieron resultados positivos la razón fue su capacidad organizativa territorial, la capacidad publicitaria que pudieron desplegar para lograr que sus candidatos cantonales tuvieran el éxito que lograron y, obviamente, los mismos candidatos que hicieron su esfuerzo propio por obtener el buen resultado de su elección.
Operó contra todos los partidos, especialmente contra los tradicionales, aquellos que tenían por lo menos dos períodos consecutivos de elegir alcaldes, regidores y síndicos, el que por ley tuvieran que relevarlos, independientemente de si fueron buenos o cuestionados alcaldes. Sencillamente había que cambiarlos. Había que proponer nuevos nombres, al menos no muy conocidos. Igualmente se impuso, por ley, una exigencia, que castigó partidos, de paridad horizontal de candidaturas de mujeres y hombres que mandó a la lona a algunos partidos casi en su totalidad de representación popular. En esto último salieron afectados Pueblo Soberano y Aquí Manda Costa Rica, partidos que expresaban las simpatías por el Presidente de la República, que no pudo medir, de esa forma, el impacto que ha tenido en sus 21 meses de gobierno, lo cual sigue siendo una gran incógnita, que asusta, desde ahora hacia las elecciones del 2026, donde no van a cometer errores de inscripción electoral, lo cual se percibe en las otras tiendas electorales.
Ciertamente los resultados electorales, desde la perspectiva cuantitativa permite señalar si un partido sube o baja en número de alcaldes, regidores y síndicos, tanto nacional como provincial y cantonalmente.
Se puede afirmar que el partido Liberación Nacional salió más afectado que todos los demás partidos, por la cantidad de cantones o alcaldías que perdió y por la disminución de representantes populares que no pudo elegir. Se puede afirmar a contrario sensu, dentro del esquema clásico de bipartidismo histórico, que la Unidad Social Cristiana tuvo un repunte importante. Pero igual derrota sufrieron los partidos representados en la Asamblea Legislativa que tenían récord histórico de representación parlamentaria, que han tenido asiento, fuera de Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana, después del 2006 de manera ininterrumpida. Esos sufrieron una catastrófica derrota, incluso si se aprecia la pertenencia y domicilio electoral de esos diputados, que en sus cantones casi no tuvieron resultados que puedan considerarse positivos, lo cual muestra no solo el desconecte de sus partidos en esas comunidades, sino la poca proyección y arraigo de esos diputados en sus comunidades.
¿Qué se debe enjuiciar en los resultados, ¿partidos o candidatos?; ¿o ambos? En mi opinión los partidos en primer lugar. Las elecciones son un escenario para exhibir la capacidad organizativa de los partidos, la proyección organizativa que tienen en el territorio electoral, en este caso, en todo el país, pero de manera específica en cada una de las provincias y en cado uno de los 84 cantones.
Desde hace mucho tiempo, me atrevo a decir, por los menos en los últimos 30 años, los partidos abandonaron su iniciativa y capacidad organizativa territorial. El marco de la guerra fría, particularmente definido en la lucha contra las izquierdas socialistas, comunistas y revolucionarias, que caracterizó la lucha por el poder contra los representantes de los intereses capitalistas, en lo político y en lo económico, en la posibilidad de imponer otro sistema político y económico desapareció en la práctica de todo el orbe terrestre. Todos los partidos que significaban ese cambio, en todos los países, cayeron electoralmente al desintegrarse el mundo socialista que de muchas maneras procuraban. En el caso costarricense el descalabro se produjo en plena década de 1980-1990 cuando desaparecieron y se dividieron los principales partidos de izquierda que estaban en esa lucha. La división y desaparición organizativo política de esta izquierda igualmente afectó los niveles organizativos sociales de ella, en sindicatos especialmente, y otras organizaciones ciudadanas, que empezaron a pronunciarse por otras demandas sociales alejadas de la lucha por el poder político, demandas de la ciudadanía propiamente dichas y demandas que podían ser apadrinadas desde distintas trincheras políticas y no políticas, expresadas en movimientos sociales ecologistas, feministas, de derechos humanos etc.
Al desaparecer “el enemigo” político y electoral de las izquierdas los partidos tradicionales que los enfrentaban también se debilitaron en los niveles organizativos que se encontraban, en el campo sindical y comunitario principalmente. En el campo comunitario institucionalmente algunas expresiones de estas luchas habían sido ganadas cuando no cooptadas por los partidos tradicionales, como sucedió con instituciones como Desarrollo de la Comunidad, la Unión de Gobiernos Locales, la Asamblea del Banco Popular y las organizaciones que allí se representan, las Asociaciones Solidaristas que ganaron espacio y se consolidaron, el movimiento cooperativo nacional, las Juntas Progresistas que prácticamente desaparecieron.
Como parte de este debilitamiento, y por la crisis internacional que provocó la caída del campo socialista, y los cambios que originó en Europa, se debilitaron y desaparecieron prácticamente las ayudas a los partidos tradicionales del bipartidismo nacional, que venían de países gobernados por social demócratas, democratacristianos, y liberales alemanes. Con ello prácticamente desaparecieron las escuelas de capacitación partidaria que tenían las izquierdas, Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana. Los centros de capacitación en el país también desaparecieron y pasaron a mantener apenas oficinas representativas de aquellas corrientes europeas.
Al desaparecer estas estructuras se perdió en los partidos políticos la formación juvenil de nuevos dirigentes. Permaneció en ellos la estructura de los viejos dirigentes dominadores de las estructuras políticas partidarias, por medio de las cuales se podía acceder a puestos de elección popular o de gobierno, donde pulían espuelas y hacían carrera política, con las virtudes y vicios que el poder político podía marcar y dar a dirigentes así llegados, y con las posibilidades que para algunos se abrían de enriquecimiento desde el ejercicio del poder, y de las prácticas corruptas de administración que se podía hacer.
Eso llevó también al interior de los partidos al desarrollo interno de grupos, alrededor de viejos líderes o de nuevos que disputaban el territorio partidario, como tribus, como sectas internas, como las mafias y grupos criminales que se disputan las regiones del país. Esto último provocó el acercamiento real de mafiosos a los partidos, a la narco política que logró tener en los partidos, en la propia Asamblea Legislativa, personajes de estas estructuras mafiosas, no al estilo de cómo llegaron a tener en Colombia o en República Dominicana, pero si con posibilidad de tener gran influencia desde los puestos que tenían. Llegó a permear el engranaje público para los grandes negocios sin grandes y eficaces controles públicos, facilitando la gran corrupción que se ha colocado como un gran mantel sobre los partidos políticos tradicionales, que han ejercido y dominado principalmente el Poder Ejecutivo, lo cual pareciera ser un karma negativo de ejercicio de gobierno.
De esta forma, a mi manera de ver, los derrotados son los partidos políticos más que sus dirigentes, por la imagen que se ha trazado de estos partidos en estos últimos 24 años. También se ha derrotado a dirigentes por su condición personal y política. Cuando se produce un cambio en la Municipalidad de San José se alegraron algunos por ver la derrota que le habían infligido a Johnny Araya Monge, lo cual ha sido un análisis equivocado de la situación. En San José fue derrotado el partido Liberación Nacional. Johnny Araya no era candidato, aunque apoyara a uno de los candidatos. El derrotado fue el candidato liberacionista.
Así habría que ver la situación cantón por cantón donde se produjeron cambios parecidos. Es el caso de los dirigentes locales de algunos de estos partidos, que no siendo avalados para la reelección que se podía, se convirtieron en tránsfugas políticos, se salieron de su partido tradicional, se postularon por otro cantonal y salieron electos, por su propia fuerza lideral cantonal que tenía, por el reconocimiento de gestión municipal que se les daba, dándole una lección a los grupos internos, y de dirigencias partidarias equivocadas, que en sus partidos les objetaron, por las razones que fueran.
En Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana, en algún momento, se llegó a hablar del sindicato de diputados y de los líderes cantonales que se habían apropiado de las estructuras internas que imponían o decidían candidaturas, haciendo que las estructuras partidarias nacionales fueran de papel, o que las fracciones parlamentarias actuaran como los cerebros partidarios. Fue la captura de las llamadas Asambleas Nacionales de ,los partidos políticos, especialmente de los partidos tradicionales. Lo que está sucediendo es que en los animales políticos partidarios que tenemos la cola manda a la cabeza, vicio de los todos los partidos que eligen diputados desde hace bastantes años.
Si hubo una derrota sustancial, a nivel de la mayoría de los partidos considerados tradicionales, que han participado en más de dos procesos electorales, fue de sus dirigentes, no de sus organizaciones partidarias, los partidos. Esto es lo que hay que revisar. Hacia las próximas elecciones estos serán los dirigentes de esos partidos que estarán tomando las decisiones de participación electoral el próximo año, cuando el 1 de enero del 2025 ya esté publicado el calendario electoral, desde el primero de enero del 2025 hasta, eventualmente, el primer domingo de abril del 2026.
Historiador