Recuerdos de mi barrio (Otoya)

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Como mencioné en mi anterior columna sobre Barrio Amón, iba a escribir sobre Otoya, que es el otro barrio relacionado con mi niñez y juventud, e incluso más allá.

Mi familia se pasó a vivir a barrio Otoya, desde Amón, cuando tenía tres años de edad, a inicios del los años 60. La dirección exacta era avenida 11 bis, entre calles 13 y 15, casa No. 1367, o lo que es lo mismo —a la tica— 100 m al norte y 25 al oeste de la pulpería La Flor de Otoya, segunda casa a mano izquierda. Una calle sin salida muy especial, que terminaba en unas gradas por la calle que rodea al Parque Bolívar. Una parte de la calle todavía no estaba asfaltada y la que rodea el parque Bolívar tampoco, pero esa ni siquiera estaba lastreada, había solo cordón y caño, por increíble que parezca.

También como parte importante del entorno, estaba la línea del tren que pasaba a 25 m de la casa, y estaba muy cerca de lo que se conoce como el «límite de patio» de la estación. Lo menciono, porque la pitoreta del tren siempre fue una constante a todas horas, a partir de las 5 a.m. Aunque un poco peligroso, siempre era bonito ir en bicicleta paralelo a la línea del tren hasta el puente de San Francisco de Goicoechea, prácticamente en el límite cantonal del río Torres. La línea del tren es también el límite hacia el este de Otoya con Aranjuez.

Ni se diga de ir al llamado “bajillo” a mejenguear, en los predios de lo que fue una fallida urbanización llamada “Jardines de Aranjuez”, y que hoy es el flamante polideportivo del distrito.

Como les he comentado en otras ocasiones, iba a la escuela Buenaventura Corrales, que quedaba a siete minutos caminando desde mi casa, y si, aunque no lo crean, me iba caminado solo a la escuela, algo impensable en estas épocas. Así que todos los días hacía el recorrido por Otoya, bajando por avenida 15, doblando hacia la Casa Amarilla en la avenida 7A y hacia el parque España, y ahí ya estaba la escuela.

En el recorrido pasaba por algunos lugares que ya no existen, como la pulpería La Flor de Otoya, la también pulpería Casa Amarilla, en la esquina de la plazoleta que ahora es parte del complejo de la cancillería, y la verdulería de Tobías frente a la famosa balaustrada, exactamente donde inicia la avenida 7A. Puedo dar fe que Tobías hacía los más ricos sánguches de mortadela que he probado, el cual siempre acompañaba con una deliciosa kola. Recientemente en el lugar pusieron un café.

Antes de continuar con los recuerdos, como en otras oportunidades, les transcribo lo que dice de Otoya el libro El patrimonio histórico-arquitectónico y el desarrollo urbano del distrito Carmen de Gerardo A. Vargas—Carlos Ml. Zamora, publicado por el MCJ en el año 2000.

El Barrio Otoya

El ensanche de la ciudad hacia el sector noreste se inició con la fundación del Barrio Amón y, a principios del siglo XX, continuó con el Barrio Otoya. Podemos considerar que Otoya es una prolongación de Amón, debido a la clase social que se asentó en el sitio, el uso espacial del suelo y la calidad de construcciones que caracterizaron sus residencias.

El primer dato que tenemos con respecto a la zona que daría origen al Barrio Otoya, es de 1886. Cuando en ese año, al norte de la Fábrica de Licores, Rafael Iglesias solicitó la rectificación de las calles que delimitaban el solar en que tenía construido el Molino Victoria. Al parecer, la ampliación al lado oeste afectaba la propiedad y vivienda de Francisco Otoya, razón por la cual se apersonó a la Municipalidad de San José para manifestar las objeciones del caso. Esta referencia documental nos permite inferir en primer término, que el proceso de apertura de algunas calles, para comunicar las propiedades semirrurales del actual Barrio Otoya ya había dado inicio y por otra parte, conocer el nombre completo de la persona que poseía una importante propiedad en el sitio y de quien, posteriormente, se tomó su apellido para la denominación del futuro barrio.

Dos nuevos alegatos de Francisco Otoya fueron presentados en 1889 y 1891 ante la municipalidad. En ellos demandaba el desvío del cauce de la Acequia de Pavas, que atravesaba su propiedad causando serios problemas de inundaciones y humedad en su residencia. Estas denuncias nos dan la posibilidad de ubicar sus propiedades en una extensión que abarcaba desde el norte de la Plaza de la Fábrica, hasta las riveras del río Torres, comprendiendo parte del actual Parque Zoológico Simón Bolívar.

El origen de la familia de los Otoya, se encuentra en el emigrante peruano Francisco Otoya Seminario, quien nació en la ciudad portuaria de Paita, perteneciente al Departamento de Piura, próxima a la frontera con Ecuador. Provenía de una familia que poseía plantaciones de algodón, gracias a lo cual pudo viajar a Europa, con la intención de ampliar sus conocimientos y estudiar agronomía en Alemania. En ese país conoció y contrajo matrimonio con Magdalene Ernest Engel Mayer, nativa de la Selva Negra, región de Badén Badén. La pareja emigró a la costa de California en los Estados Unidos de América, en donde emprendieron algunos negocios con muy poca fortuna. En búsqueda de mejor suerte llegaron a Costa Rica por el Puerto de Puntarenas, posiblemente en la década de 1870. Viajaron a San José y decidieron radicarse en nuestro país, adquiriendo una finca de mediana extensión, que abarcaba desde donde hoy día se ubica la Cancillería de la República (Casa Amarilla) hasta la rivera del río Torres. La finca conocida como «Potrero de los Otoya», fue dedicada a la cría de caballos de carrera y a ganado lechero, así como a la siembra de café, hortalizas y frutales. El matrimonio Otoya Ernest procreó seis hijos: Napoleón, Andrés, Luisa, Amalia, Francisca y Teresa.

En 1899 murió Francisco Otoya. Posteriormente, hacia 1906 su hija Amalia en unión de Manuel Veiga y Gabriel Vargas, presentaron al gobernador de San José las bases de un proyecto para ensanchar la ciudad en terrenos de su propiedad localizados al este del Barrio Amón. El convenio con la Municipalidad de San José estipulaba la ampliación del cuadrante de la ciudad por el rumbo noreste, entre las actuales Avenidas 7 a 9 este, las Calles 9 a 13 norte, la callejuela llamada en ese entonces de Puerto Escondido (calle 15 norte) y las orillas del río Torres. Para la realización del proyecto todas las partes se comprometieron a ceder diversas extensiones de terreno con el objetivo de concretar la apertura y el trazado de las calles necesarias. Por esta misma negociación Amalia Otoya y Gabriel Vargas hicieron cesión de algunos terrenos suyos, en las laderas adyacentes al río Torres para la creación de un parque, que diez años después se bautizaría como Parque Simón Bolívar. En virtud de este contrato firmado el 28 de diciembre de 1906, nació el Barrio Otoya, cuyos límites serían al norte el río Torres, al sur la Avenida 7, al este la Calle 15 y al oeste la Calle 9.

Al igual que con Barrio Amón, hay que mencionar que la actual división de los barrios del cantón central, pone a Otoya iniciando en la avenida 11, conocida actualmente como el Paseo de la República Argentina, del cual ya había escrito. El barrio en realidad es pequeño.

En Otoya hay lugares muy especiales como la “Embajada de México” o la “Casa Amarilla”, sede del ministerio de relaciones exteriores. De ambas ya he escrito también. Igualmente está el edificio conocido como “Apartamentos Interamericanos”, el edificio de los “Apartamentos Jiménez” a un costado de la Casa Amarilla, todo un ícono de Barrio Otoya y la famosa “balaustrada”. Mención especial merece el edificio que siempre he conocido como la “tajada de queque”, en calle 13, avenida 7A, detrás de la Embajada de México.

Capítulo aparte es la Casa de los Knöhr Hoffman, en calle 13, avenida 11A, que ha sido parte de una leyenda urbana, que ni siquiera voy a mencionar por ridícula. Conocí a los Knöhr sus dueños, muy buenas personas. La casa, aunque tengo entendido habitada, está en abandono, pero protegida por la oficina de patrimonio del MCJ. Estoy seguro que cuando se restaure, será una de las casas más vistosas, no solo del barrio, sino de todo San José. En la galería pueden ver imágenes actuales y antiguas de la edificación.

 
Hay tantos recuerdos… en los 100 m de la calle donde vivíamos estaban las familias de los Colombo, Garrón, Gómez, Amerling, Huete, Thompson, Ross, González, Portocarrero y Saborío, de las que me acuerdo a mano alzada. Ahí jugábamos cuartel ingles, quedó, turca-turca, ladrones y policías, mejengueábamos, etc.

Otoya es muy especial, hay muchas vivencias, pero lo más importante, son las amistades que se forjaron durante la niñez y adolescencia, y que aún perduran.

Al día de hoy ya casi no hay gente viviendo en el barrio, casi todo son oficinas, restaurantes, cafés y pequeños hoteles, por lo que perdió su identidad.

La galería está escogida, no son todos los que están, ni están todos los que son, pero es una buena colección de los lugares y arquitectura más destacada del barrio, como para que se den una idea.

 

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