Política y movimiento estudiantil

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Manuel Carballo

Quiérase o no, política y movimiento estudiantil van indisolublemente unidos, a veces en una relación directa, a veces con disimulo. En parte esa fue la experiencia en mis tiempos de la Universidad de Costa Rica.

Al iniciarme como estudiante universitario, claro está que tenía mis simpatías políticas, pero una militancia real la desarrollé a partir de mi ingreso a la Facultad de Ciencias y Letras. Y no era para menos con la calidad de profesores con quienes tuve la suerte de estudiar en esta primera etapa. Cito algunos: Carmen Lila Gómez, Rose Marie Karpinsky, Guido Sáenz, Rodrigo Sotela, Roberto Saumels, Teodoro Olarte, Claudio Gutiérrez Carranza, el Padre Benjamín Núñez, Constantino Láscariz. En el caso mío, todos ellos fueron formando una conciencia social y política, con las materias que se impartían, como principios de sociología, historia de las instituciones de Costa Rica, principios de economía, historia universal, principios de filosofía, apreciación de teatro, apreciación musical y toda la formación en humanidades de la que hoy carecen las universidades en Costa Rica.

Pasé luego a la Escuela de Derecho y me matriculé también en Ciencias Económicas. La primera en horas de la mañana, la segunda en horario nocturno. En Economía cursé las materias sólo del primer año; en Derecho llegué hasta el tercer año completo.

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Eran tiempos en que el movimiento estudiantil estaba muy politizado, sin ambages ni ocultamientos. En esos tres años ocupé el cargo de secretario del Consejo Estudiantil de la Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica (FEUCR), en dos periodos consecutivos del Presidente de la Federación, Carlos Pascua Zúñiga. En el tercer año de Derecho, por elección directa de los estudiantes, fui nombrado Presidente de la Asociación de Estudiantes de Derecho (AED). ¿Y cómo fue que me eligieron, siendo apenas estudiante de años inferiores? La única razón explicable es la influencia de la Juventud Liberacionista en el movimiento estudiantil de ese entonces.

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En la semana universitaria se realizaba por el centro de San José un desfile de carrozas con las candidatas por facultades al reinado universitario. Se elegía a la reina y se premiaba la mejor carroza. En un año, creo que 1962, la Reina y candidata de la Facultad de Derecho lo fue Carmen María Valverde Acosta, quien años más adelante llegó a ser Secretaria General del Partido Liberación Nacional.

En 1963, la FEUCR invitó a todas las organizaciones de juventud del país a participar en el desfile de carrozas, con candidatas al Reinado Universitaria, incluyendo a las juventudes políticas. La Juventud Liberacionista participó con su carroza, que ganó el primer lugar, y presentó a Mary Heigold como su candidata. El jurado, integrado por profesores y estudiantes, eligió a Mary Heigold como la Reina Universitaria de ese año. Fue visto como un triunfo político, indudablemente.

Ya el reinado no existe, ni el desfile de carrozas en la semana universitaria.

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En mi periodo de presidente de la AED se declaró una huelga que pretendía reformas curriculares de la Facultad de Derecho. La falta de entendimento con el Decano de la Escuela, don Rogelio Sotela Montagné, forzó la intervención del señor Rector, don Carlos Monge Alfaro. La huelga resultó exitosa, gracias a la posición clara e inteligente del comité de huelga, coordinado por el compañero Juan José Echeverría Brealey.

En ese mismo año y periodo, se dieron dos hechos anecdóticos dignos de relatar, que causaron el furor del señor decano. El primero que sucedió fue el día de la pasada, que conmemora la fecha en que la Escuela de Derecho se trasladó de su sede en el Barrio González Lahmann a la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, en el edificio que compartió por muchos años con la Facultad de Ciencias Económicas. Ese día festivo un grupo de estudiantes introdujo un caballo a un aula de la Facultad. Don Rogelio casi que lloraba de la ira. El caballo circulaba por un potrero cercano al campus universitario, y los estudiantes tuvieron la ocurrencia de espantarlo hacia el edificio.

El directorio de la Asociación de Estudiantes de Derecho tomó el acuerdo de efectuar conferencias quincenales con los más connotados representantes de las ideología y partidos políticos. Para ello debíamos contar con la autorización del señor Decano. Cuando correspondió a don Manuel Mora Valverde, líder de Vanguardia Popular, el licenciado Sotela, muy conservador, reaccionario y anticomunista, nos reunimos con él para formalizar su permiso. Le explicamos nuestras intenciones estrictamente académicas, pero nada que entendió y no aceptó. Casi se desmaya y recuerdo textualmente su respuesta: «¡No señores, no puede ser! La semana pasada me metieron un caballo a las aulas y ahora me quieren traer a Manuel Mora». Fue ofensivo con quien años más adelante llegaría a ser Benemérito de la Patria, y nosotros fuimos impotentes en ese momento. Lo cierto es que no tuvimos la conferencia, ni continuamos con la serie de exposiciones. Ese era don Rogelio Sotela.

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Durante los años como estudiante de Derecho, tuve una experiencia particular. La amistad con un profesor de la Facultad, el Lic. Hernando Arias Gómez, nos llevó a un pequeño grupo de compañeros de escuela a abrir un bufete, don Hernando era el abogado y encargado de autenticar. El grupo: Bernal Allen Meneses, Olger Ruiz Contreras, Rafael Angel Faerron Ramírez, Fernando Naranjo Villalobos y este servidor. Los estudiante éramos tinterillos y Hernando Arias revisaba los casos y ponía la firma de abogado. Abrimos también una oficinita en Naranjo de Alajuela. La experiencia no duró mucho tiempo. Al año de funcionar, Bernal Allen se graduó y abrió su propio bufete, Olger Ruiz se hizo empleado público, Faerron emigró hacia Liberia, Fernando Naranjo optó seguir la carrera de Economía y yo también me retiré.

La práctica de esos meses fue para mí decepcionante. Nunca tuvimos casos importantes. Nuestros clientes fijos eran dos casas comerciales, que nos tenían a nosotros para realizar juicios ejecutivos, o sea, embargos. Además, ejecución de pensiones alimentarias. Para mí fue decepcionante porque tenía que enfrentarme con la miseria humana, hombres y mujeres. Todos con su dolor de tener que enfrentar un embargo o ser «víctimas» de pensiones alimentarias. Eso me marcó fuertemente y cuando vi, ya prácticamente estaba fuera de la Facultad de Derecho.

No critico a los abogados, esa es su profesión, más los casos trascendentales. Pero no era mi vocación.

Ya estaba muy involucrado en las actividades de la Juventud Liberacionista, y fue desde ahí que acepté hacer un curso en Suecia de Administración Cooperativa. En resumen, no me hice economista, no me hice abogado y aunque adquirí mi diploma de administrador cooperativo, nunca pertenecí siquiera a una cooperativa, a pesar de mi pasión por el cooperativismo. Confieso que ya estaba atrapado por la política, de la que nunca he salido.

¿Por qué mi afinidad con el cooperativismo? Porque también el cooperativismo es participación política. La participación política no es sólo con partidos. Lo es con cualquiera y todas las formas de organización de la sociedad y sus habitantes para transformarla y mejorarla. Desde CEDAL siempre predicamos la necesidad de la participación política ya fuere en un partido, en el movimiento comunal, en una cooperativa, en una organización de juventud, en el voluntariado, en el movimiento sindical, en el solidarismo, en la organización deportiva. Política es participación, instrumento insustituible para la transformación social, económica y cultural.

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