La Patrulla de Bares: Primavera remodelada

Patrulla de Bares Especial para Cambio Político

Misión: Bar La Primavera
Dónde: Carretera a Paso Ancho, 300 mt sur del cruce a San Sebastian, San José (ver mapa)

Bar La Primavera

Quien viajaba por la carretera de Paso Ancho hacia San José, cerca de donde el gobierno tortura a los aprendices que aspiran a tener una licencia de conducir, se encontraba una extraña esquina, una cuadra de escasos 25 metros de largo, ocupados enteramente por una casona de madera convertida en bar, con un enorme rótulo encima que dice La Primavera. Por las noches y los fines de semana la esquina lucía atiborrada de carros parqueados enfrente, señal inequívoca del buen bar que atrae parroquianos desde lejos, convertidos ahora en criminales según la abominable ley de tránsito.

 
De hecho hace más de una década la Patrulla estuvo convocada allí para ejercer su noble labor, pero problemas de quórum impidieron alcanzar la cuota mínima de muestras culinarias para poder armar una crónica. Como nunca es tarde para hacer un segundo intento, esta vez sí hubo crónica, aunque con la salvedad de que lo exiguo ahora era el número de bocas: los ávidos patrulleros se encontraron un menú con sólo cinco bocas. ¿Qué pasó?

Recientemente el local sufrió una importante remodelación, la enorme barra que era la característica del viejo bar se retiró hacia atrás y dio lugar a un amplio salón. El menú de bocas criollas se ha visto sustituido por una carta de restaurante. Hasta habilitaron una propiedad al frente para que los clientes estacionen cómodamente. Y pusieron página en féisbuc ¡Ah carajo! Ya la cantina de barrio es ahora un expendio propio de este mundo globalizado, aunque tampoco es que se pasan de la raya, al fin y al cabo se impone el mal gusto vernáculo en la decoración. Lo que sí no parece haberse modernizado fue la atención, a cargo de una muchachita que aunque amable, pasaba por nuestra mesa como un exhalación sin que diera tiempo a decirle nada y peor aún, que hacía gala del desconocimiento de su oficio.

Dado el breve menú, la Patrulla se propuso examinarlo de cabo a rabo y hasta llegar a más. El ceviche sirvió de apertura para una discusión filosófica, porque una vez escogido un buen pescado, se supone que un ceviche tenía que saber bien, el de acá tenía buen pescado, pero para ser sincero, el sabor era neutro, como comida de hospital. Los dados de queso, llegaron muy bien presentados, esmeradamente colocados en el plato, el queso estaba muy bueno, bien tostadito y no muy salado, además con el detallazo de unas tortillas impecablemente enrolladas para efectos de estética que permitieron hacerse unos buenos gallitos. Los mozzarella sticks también daba lastima devorárselos, los trajeron perfectamente acomodados y con una salsa muy buena. Los deditos de pescado repitieron los méritos en la presentación pero las carencias en el sabor, eran algo así como que un adolescente salga al cine un sábado por la noche, pero con la mamá. Tal vez llegó un ladrón a la cocina y se llevó todos los condimentos. Faltaba probar nada más la quinta boca del menú, la carne en salsa, que fue descrita por la avispada salonera como una carne mechada. Dada la buena impresión visual de las bocas precedentes era toda una expectativa, pero pasó un pequeño detalle, la avispada salonera, tan preocupada en abandonar la mesa lo más pronto posible, no oyó la orden y además, cuando le mencionamos la omisión, mostró la misma preocupación que el gobierno gringo cuando los acusan de espionaje. Así que a pesar de la aparentemente sencilla labor de degustar el 100% del menú, la Patrulla se tuvo que conformar con los cuatro quintos.

Pero bueno, el legendario espíritu de sacrificio de la Patrulla dio para más y se probaron un par de platos del menú de restaurante, a precios más que razonables, algunos como de boca de bar caro y muchos con característica de boca, pero tampoco para calificar como boca por su tamaño. Se pidió un chifrijo, que sale a 2900 colones, todos lo ingredientes estaban bien individualmente, pero como en el ceviche, el conjunto carecía de esa magia que le hace a uno exclamar que está rico. Tal vez el cocinero es diabético, hipertenso y celiáco, por eso es tan díscolo con los condimentos. El menú tiene una extraña distinción: hay órdenes de papas y de patatas, estas últimas salen a 2500 colones. Al preguntarle a la avispada salonera sobre la diferencia, ésta con contundencia dio la explicación científica de que las patatas eran más ricas, así que se ordenaron y de verdad que estaban ricas, eran como unas papas a la francesa engordadas, buen doraditas y bien tostaditas.

La exigua concurrencia de comensales de la noche de la visita patrullera parece decir que el cambio de línea no ha sido muy exitoso que digamos. Pero tal parece que convertir a La Primavera de un lugar aburrido de nuevo a uno muy interesante es muy fácil, nada más con disminuir el tamaño y el precio de los platos para tener un abundante menú de bocas. Y comprarle condimentos al cocinero. Y volver a la enorme barra de antaño. ¡Ah! Y entrenar a la avispada salonera…

Bar La Primavera

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