La otra pandemia

Crónicas interculturales

Por Remy Leroux Monet

Me parece que lo que consideraremos hoy nació con los periodistas especializados en deportes (en realidad, no deberíamos llamarlos periodistas deportivos porque a menudo se les nota que el saco y la corbata les están ahogando de lo rellenitos que son…). Quiero mencionar la velocidad extrema con la cual se expresan esos señores. (Cuando empezó este fenómeno, no había mujeres periodistas especializadas en deportes).

Pero poco a poco esa locución digna de un concurso de velocidad verbal pasó a otros campos de la información y de la comunicación, casi a todos. Es como otra pandemia. Hasta tal punto que ni toman el tiempo de corregirse cuando se equivocan. Sólo quedarían algunos pocos dinosaurios de las “noticias” televisivas como Grettel Alfaro e Ignacio Santos para hablarnos con una velocidad normal y decente.

¿Será entonces cosa de edad de estos profesionales? ¿de su formación?

Como si fuera poco, tras de cuernos, palos: en 1 h 30 o 2 h de “noticias”, repiten hasta tres veces los mismos temas.

Ahora bien. ¿Por qué es así? Les agradecería mucho si, ustedes queridos lectores, me pudieran regalar algunas pistas, algunos inicios de pistas de respuestas a mi angustiante pregunta.

Si hablan tan rápido, es que están apurados. Y ¿por qué están apurados?

¿Será que no les otorgan el espacio-tiempo que necesitan para sus reportajes? Pero eso es una problemática común a todos los reporteros. Siempre necesitan más tiempo.

¿Será que les pagan por número de palabras por minuto? A los periodistas de la prensa escrita independientes (free lancers), se les remunera a menudo por línea o por palabra.

En realidad, creo que sencillamente se olvidaron de algunos principios básicos de la comunicación efectiva, envueltos que viven en el estrés del oficio. Por ejemplo: mejor menos contenido, pero bien articulado, que al revés.

Ni hablar de los centros de llamadas (call centers), donde el ritmo de palabra alcanza a ser supersónico. Pero ahí sí creo que se esconde un elemento de remuneración para el locutor: más llamadas, más ganancias…

Ha sido ampliamente estudiado que el televidente retiene, capta, entiende pocos elementos de las “noticias”. ¿No será también debido a la velocidad con la cual habla el locutor?

En el caso de las mujeres, me parece peor la sintomatología. ¿Será que nadie le ha hecho alguna observación por ejemplo a Laura Brenes? ¿Nunca le han enseñado cuándo respirar? A veces con las nuevas reclutas femeninas, uno llega a confundirse: ¿estaríamos escuchando locomotoras o más bien ametralladoras?

Mi opinión es diferente en relación con los motivos de las locutoras para hablar rápido. En Costa Rica, las mujeres ejecutivas tienen que luchar más fuerte que los hombres para poder ocupar sus puestos y sobre todo mantenerse allí arriba. Tengo el sentimiento que la velocidad en el habla de ellas es parte de sus armas. La velocidad les aumenta su autoridad sobre la audiencia y les crea una competencia extra. Si de veras es así, están perdonadas.

Pensar que en Francia o en el Reino Unido (no me acuerdo, ofrezco disculpas), en las universidades elitistas, en las Hautes Ecoles, donde se forman los futuros administradores de las mayores empresas estatales y privadas, se enseña a hablar muy lentamente, casi tartamudeando, buscando sus palabras, con el fin de intentar dar la impresión a su interlocutor de lo bueno, inteligente, astuto que es.

Una vez más: verdad de un lado del Atlántico, mentira del otro…

(Con la colaboración de M. Q. B.)

– Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.