La inteligencia artificial y otros delirios

Por Gabriel Jiménez Emán

Inteligencia artificial

Desde que comenzó la guerra de Estados Unidos, Ucrania y la OTAN contra Rusia y China hace casi dos años, lo supe: de ahí en adelante nada sería igual. En lo sucesivo seria inútil y repetitivo todo lo que yo pudiera decir acerca del actual estado de cosas en el mundo, lo que yo pretendiera estar aclarando o dilucidando estaba a la vista de todos: el mundo se dirige a la destrucción y al caos casi inevitablemente, debido a la merma de calidad de la existencia orgánica y del alto grado de irresponsabilidad mostrada por la mayoría de estados y países contra la naturaleza y una vida digna en este planeta. La guerra en Ucrania sólo es un elemento límite de alarma de guerra nuclear que de seguir como va, puede sencillamente arrasar con todo vestigio de vida en el planeta, y entonces nuestros sueños de construir un mundo mejor se desvanecerían para siempre.

Mientras los países pobres o dominados pugnan por vivir en paz y libertad para lograr una independencia económica o cultural, también tienen que librar una batalla contra grandes naciones potencias que irrespetan a diario las leyes y el derecho internacional, creando una sucesión de estados moralmente fallidos, sin posibilidades de regenerarse.

Me remonto a décadas atrás, donde pudimos observar, siendo yo muy joven, la situación mundial que se avecinaba desde los años 50 y 60 del siglo XX, y me adherí entonces a la tendencia apocalíptica, contracultural y por supuesto a las ideas de una izquierda política que pugnaba por nuevas formas de convivencia mediante el socialismo, la participación popular o la comuna;. por entonces era omnipresente la antigua pugna entre rusos y estadounidenses (reeditada hoy) la cual se fue intensificando a lo largo de todo el siglo, antecedida por la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, seguidas de las más nefastas consecuencias, de otras guerras declaradas contra países pequeños como Vietnam, Cuba o Afganistán, coronado todo ello con los asesinatos de Martin Luther King en Estados Unidos, de Jorge Gaitán Duran en Colombia, de Ernesto Guevara en Bolivia y de Salvador Allende en Chile.

También estas potencias se disputaban el espacio cósmico desde mediados del siglo pasado en la llamada guerra espacial, observando cómo aquellos acontecimientos no conducían a nada positivo para la humanidad, muchos de ellos trucados mediante efectos cibernéticos como el que llevaron a cabo con la llegada del hombre a la luna en 1969 montada por el director de cine Stanley Kubrick (quien había estrenado su película 2001 odisea del espacio en 1968) por solicitud de la Nasa, lo cual constituyó el más grande y descarado de los artificios visuales.

Luego de la implosión de los movimientos contraculturales en el mundo como los beatnicks, los hippies, los existencialismos y los movimientos guerrilleros latinoamericanos, apoyados culturalmente por manifestaciones culturales de su tiempo como el jazz, el rock, el reggae, la canción protesta, la nueva trova, la anti-poesía, el mayo francés y otras manifestaciones contraculturales producidas en el seno de universidades (el arte camp) libres y en calles de Paris, Londres, Nueva York, México, Argentina y Venezuela principalmente, donde se asomaban posibilidades de iniciar una nueva convivencia entre paises. Desde aquellos años nos quedamos aguardando y luchando para que se produjeran cambios en el nuevo orden mundial, participando en cuanto podíamos en espacios académicos, culturales y callejeros, lo que vimos al final fue al asesinato de más presidentes, líderes sociales y campesinos y de jefes de gobiernos progresistas en numerosos países del mundo: Luther King, Kennedy, Gadafi, Allende, Ernesto Guevara, Jorge Gaitán Durán y de otros líderes de la derecha, como los venezolanos Renny Ottolina o Alirio Ugarte Pelayo.

Aparte de ello, asistimos gradualmente al crecimiento de una sociedad que basa casi todo su progreso en una descabellada industrialización y en el dominio de un mercado de consumo sencillamente irracional, donde los bienes y rubros ofertados superan con creces al número de sus potenciales consumidores, lo cual expresa de modo explícito la naturaleza injusta y cruel del mundo en donde nos movemos a diario, coronado todo ello por una permanente contaminación del ambiente debida a la creciente desforestación y quema, explotación minera criminal, cambio climático y polución de mares, ríos, lagos y selvas, lo cual ha revelado una inconsciencia por parte de la mayoría de los gobiernos con poder económico, por lo cual el ejercicio de la llamada política global se ha mostrado ineficaz y fallida. Sobre estos temas he escrito dos novelas. Averno (2006) y Limbo (2016) y numerosos ensayos y artículos que se insertan en una línea de ecología mundial donde se han sumado numerosos movimientos y grupos de todo el planeta.

Los países de América Latina hemos intentado, una y otra vez, dialogar con las grandes potencias, pero sin suerte, pues éstas dan muestras de su avidez hacia nuestros recursos naturales, mientras destrozan nuestras economías mediante una política invasiva que viola los más elementales acuerdos legales y diplomáticos, cuestión que se ha agravado con las pandemias inoculadas por ellos mismos, para acabar con buena parte de la población de ancianos y pobres, y desde ahí crear liderazgos acríticos y presidentes títeres movidos sólo por el afán de lucro y por movimientos políticos fascistas como el que impera en Ucrania hoy. El único progreso que hemos conseguido es tal vez puramente tecnológico: el de las veloces comunicaciones a distancia.

Al industrializar el campo, lo hemos puesto a depender de máquinas y de gasolina; de fertilizantes artificiales y de frutos modificados genéticamente. Ahora para colmo nos dicen que la inteligencia artificial puede sustituirnos como seres humanos en el trabajo para que seamos más felices. La nueva manera de ser eficientes, listos, rápidos o cultivados es creando redes de artificio a nuestro alrededor y quizá dentro de nuestro propio cerebro. También hemos creído que la gran ciudad es superior al campo porque esta representa al progreso y el campo el atraso cuando es lo contrario, pues las ciudades no podrían mantenerse sin la producción de la tierra, a menos que creamos que ciudades como Dubai, que no producen casi ningún rubro ni alimentos, sean los modelos de convivencia a seguir.

Por otra parte, se han creado estados paralelos debido al tráfico de narcóticos y drogas que legalizaron la corrupción de Estados alternativos, conformando ellos los suyos mediante normas criminales que sólo toman en cuenta grandes sumas de dinero y al éxito individual como parámetros de progreso. Estados Unidos, pongamos por caso, ha basado casi toda su riqueza mostrando un gigantismo seudo imperial amorfo, basado en la arrogancia, la prepotencia y el poderío bélico, aunque mostrando muy claramente su anverso: un creciente deterioro moral como el que se aprecia en la mayoría de jefes de Estado en occidente. El desmesurado crecimiento económico-monetarista ha terminado por devorar la ética de las instituciones, incluyendo la de las instituciones públicas más importantes: la salud y la educación, supeditadas al mercado y a los intereses de la empresa privada, con sus respectivos bienes y servicios. La economía sustenta a una ideología voraz, y a la vez la ideología sostiene y convalida a un ejercicio político errado.

Ojalá los conflictos sólo fuesen económicos, y pudieran solventarse con medidas urgentes o reformas sustanciales, pero en este caso el problema no es de forma sino estructural, es decir, cultural, pues hemos perdido la capacidad de pensar con sentido común y en beneficio del colectivo, y no mediante recursos puramente individuales del sálvese quien pueda, o luchando contra la voracidad del lucro de otros. Los Estados-Nación han creado cercos ideológicos fundados en el poderío militar, en una burocracia y una bancocracia casi inexpugnables.

Podemos pasar a las acciones colectivistas, a tomar las calles en muestra de protesta organizada, pero preferimos esperar hasta la próxima elección para ver cuál es el mejor candidato y así ir dócilmente a votar para que otros resuelvan los problemas urgentes que padecemos.

Llevo varios años escribiendo artículos de crítica cultural, haciendo crítica literaria y filosófica, donde abordo a veces temas de política desde un punto de vista holístico, diríamos, desde la óptica de una geopolítica de correlación de fuerzas. Ningún Estado puede sobrevivir ahora solo o de manera aislada en el concierto de países; la política se ha vuelto global y en esa condicion deben asumirse los problemas; los individuos por si solos no pueden llegar a auto realizarse, sino en su condición de seres societarios, de interrelación y necesidades mutuas y compartidas.

A pesar de los continuos sabotajes a nuestra economía y a nuestros recursos naturales, a los robos descarados de activos, a las injerencias militares, a las “sanciones” de las potencias, pese a los bloqueos bancarios de cuentas y de la manipulación malsana que se ejecuta de la información mundial por los medios de masas a través de los llamados falsos positivos, en varios países de América como Colombia, Venezuela, Brasil, Perú o México aún estamos haciendo esfuerzos para recuperarnos de estos ataques permanentes, y de una flagrante violación del estado de derecho, respondiendo con dignidad desde una filosofía política bolivariana o nacionalista, que pueda servir de símbolo de dignidad y de motor de lucha.

O pasamos a la acción transformadora, o fracasamos en los intentos de volver a tener fe, o de albergar una indefinida esperanza en modos de gobernanza que no pueden ayudarnos a sembrar en nosotros nuevos discursos y actitudes, otras formas de convivir y de relacionarnos, más allá de los delirios de poder y de las especulaciones ideológicas y científicas que se suscitan ahora a partir de la inteligencia artificial.

Resumen Latinoamericano

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