El Fin del Poder

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto Zúñiga

Recién terminé de leer el interesante libro: “El Fin del Poder” escrito por el analista económico, columnista, escritor, periodista venezolano Moisés Naím, quien fuera ministro de Fomento de Venezuela, director del Banco Central y director ejecutivo del Banco Mundial. Naím escudriña en las profundas aguas del “poder” político y económico; afirmando que “el poder puede parecer abstracto, pero para quienes están más en sintonía con él – es decir, los poderosos-, sus oscilaciones se viven de manera muy concreta. Al fin y al cabo, las personas con poder son quienes mejor detectan tanto sus posibilidades como los límites de lo que pueden hacer con él.” Uno se pregunta que atrae tanto a las personas por tener poder; es algo implícito en el ser humano, se puede vivir sin tener poder? O es necesario siempre luchar por alcanzar y disfrutar “las mieles del poder”?

Sin embargo, hoy día, en pleno siglo XXI, podemos decir y afirmar de las limitaciones del poder de un gobernante en muchos países alrededor del mundo; se puede tener la expectativa de llegar al poder político y poder cumplir las promesas, hacer los cambios propuestos; observamos que en muchos países, al igual que en Costa Rica, existen múltiples limitaciones para gobernar y tomar decisiones. Los Estados son enredados, existe una maraña institucional y legal que degradan el ejercicio del poder; los líderes actuales tienen menos poder que los antecesores. El mismo ex presidente de Brasil Fernando Enrique Cardoso se quejaba diciendo: “Si supieran lo limitado que es el poder de cualquier presidente en nuestros tiempos”. Es que efectivamente era diferente por lo menos en comparación con el pasado siglo XX; se podía ejercer el poder con mayor celeridad, respeto a la toma de decisiones e ideas fuerza? etc.

Naím nos da varias luces en su libro y afirma que los comentarios no son solamente de jefes de Estado y ministros, sino también de líderes empresariales y dirigentes de diversas organizaciones en todos los ámbitos posibles, es decir era el poder mismo lo que estaba sufriendo mutaciones muy profundas. Incluso el autor se percató asistiendo a las conferencias de mayor poder en el mundo como es el Foro Económico Mundial en Davos, la Conferencia Bilderberg, Sun Valley, el Fondo Monetario Internacional, etc; donde asisten los más poderosos del mundo y ha confirmado su sospecha: “los poderosos tienen cada vez más limitaciones para ejercer el poder que sin duda poseen”. Esto se da por cuanto el poder es cada vez más débil, más transitorio, más limitado en fin más efímero, es sin duda “la degradación del poder”. El autor profundiza en sus causas, manifestaciones, consecuencias y sus efectos para la minoría que detenta el poder en el mundo.

El autor asegura de la urgente necesidad de cambiar nuestra forma de pensar acerca del poder; incluso el ex presidente de EE.UU. Bill Clinton dijo que “el Fin del Poder cambiará tu manera de leer las noticias, tu manera de pensar en política y tu manera de mirar el mundo”. Uno de los debates que está en el tapete de forma más actual es sobre la política internacional; la discusión está sobre cual país dominará en este siglo XXI; si Estados Unidos o China? La influencia de las naciones emergentes como Brasil e India. Se cree que ninguno; que será un mundo interdependiente, de hipercompetencia y que los efectos perturbadores de las nuevas tecnologías y, modelos de negocios crean una gran volatilidad entre quienes poseen el poder económico.

Por otro lado en materia religiosa se da la exacerbación del fundamentalismo y la intolerancia, todo esto genera muchos conflictos religiosos o de tribus como por ejemplo lo que está sucediendo en el Oriente Medio, como es el caso de Siria en la actualidad y Afganistán, o el sempiterno conflicto árabe-israelí en Palestina etc. Naím afirma que: “Las repercursiones de la degradación del poder son muchas y muy importantes. Pero será imposible destilarlas e integrarlas en la visión del mundo y la mentalidad de quienes toman las decisiones –ya sea en los hogares, las mansiones presidenciales, los consejos de administración, las convenciones políticas, las cúpulas militares o los cónclaves religiosos – si no creamos una narrativa diferente que tenga en cuenta lo que le está sucediendo al poder.”

Otra conclusión importante a que llega el autor Naím es que afirma que: “Mucho de lo que se dice hoy sobre el poder sigue siendo en esencia tradicional y, por tanto, a menudo es peligrosamente anticuado. La primera prueba es el predominio, todavía hoy, de la filosofía del ascensor, la obsesión por quién está en alza y quién en baja: qué país, ciudad, industria, empresa, líder político, magnate, patriarca religioso o experto está ganando poder y cuál, o quién, lo está perdiendo. La filosofía del ascensor está profundamente arraigada en el instinto de jerarquizar y proclamar un “número uno”. Es el atractivo de las clasificaciones deportivas y las carreras de caballos.” En síntesis: “Quien está arriba y quién está abajo va a importar cada vez menos en un mundo en el que los que llegan a la cima no permanecen mucho tiempo en ella y cada vez pueden hacer menos cosas con el poder que tienen.”

El autor afirma, “que somos más vulnerables a las malas ideas y los malos líderes, la degradación del poder crea un terreno fértil para los demagogos recién llegados que explotan los sentimientos de desilusión respecto a los poderosos, prometen cambios”. Se dan manifestaciones en las calles públicas, ejemplo: “la Primavera Árabe”, “los indignados”, etc. Se debe devolver la confianza en los partidos políticos y los gobernantes. Naín concluye que: “La clave para que los partidos vivan un renacimiento y mejoren su eficacia es que recuperen la capacidad de inspirar, estimular y movilizar a la gente –en especial a los jóvenes- que, en caso contrario, acabaría a través de organizaciones monotemáticas o incluso grupos radicales y anárquicos que poco aportan a las soluciones prácticas que se necesitan.”

Se considera que el fortalecimiento de las ONG es positivo y loable si se canaliza para buscar objetivos y soluciones en diversos ámbitos. Coincido con el autor en que debemos restablecer la confianza; los partidos políticos deben convertirse en atractivo, especialmente para los jóvenes, sin duda deben reinventarse, presentando programas con hojas de ruta claras, buscar mejores mecanismos de participación de los ciudadanos dentro de los partidos, crear nuevos mecanismos de gobernanza real. El poder debe desconcentrarse, para evitar la concentración excesiva de éste; sin duda todos los países a nivel global deben buscar soluciones como por ejemplo: el cambio climático, los múltiples problemas ambientales, la búsqueda del bien común y la calidad de vida de todos los seres humanos. Como decía el Papa Francisco proteger la casa común de todos, que es el planeta.

Lo más importante es que el autor ha logrado establecer lo que él denomina “el efecto Naím”, haciendo un llamado de atención ante el mundo sobre la degradación del poder, que éste está cambiando de manos de grandes ejércitos a caóticas bandas de insurgentes (como lo que está sucediendo en Siria con el Estado Islámico (EI) y otros grupos terroristas difíciles de eliminar), de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas, los nuevos micropoderes que desafían a los grandes actores y monopolios dominantes, las redes sociales, etc. Como afirma el autor cada día es más fácil llegar al poder, pero es más difícil de ejercerlo y más fácil de perderlo.

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