El CNP: ¿un mal necesario?

Carlos Francisco Echeverria

CNP

Llevamos años discutiendo sobre la pertinencia de mantener abierto el CNP. Ahora, ante cuestionamientos de la Contraloría y el proyecto de ley de un diputado, el Presidente sale a defender su existencia. Más aún: se le autoriza a construir un nuevo edificio, porque vendió la propiedad que ocupa en San José. Es un buen momento para analizar el tema. De la lectura de su ley orgánica se desprende que el CNP fue concebido en 1956 como un poderoso instrumento de fomento a la producción agropecuaria. Se le autoriza no sólo a comprar cosechas sino también a abrir caminos, producir semillas, industrializar productos, vender equipos y muchas cosas más. Es claro que nunca fue capaz de asumir todas esas tareas, y que ahora lo es todavía menos. El país tomó otros rumbos, y han sido el sector privado y las cooperativas los que más han impulsado el desarrollo agropecuario, con una variable participación del MAG en materias técnicas y regulatorias.

El CNP ha sido reducido a una función residual: actuar como una especie de agente de compras y distribuidor de alimentos para una serie de instituciones estatales. ¿Se justifica su existencia para esa misión? Hay argumentos a favor y en contra. Como agente de compras, se supone que adquiere a precios justos productos que algunos agricultores de otra forma no podrían comercializar, o lo harían en condiciones muy desventajosas. Esa es parte de su misión original. Como distribuidor de alimentos, si bien en algunos casos resulta más caro que un supermercado, hay quienes argumentan que hay instituciones, o zonas del país, que tendría que pagar más por esos alimentos si no los distribuyera el CNP. El escenario en que todo esto ocurre está poblado de oligopolios: en la producción de arroz, azúcar y harina, y también en la de algunos productos procesados. En la compra y distribución de alimentos, por otra parte, el poder de mercado de una empresa tan voraz como Walmart es ominoso. El CNP pretende amortiguar esas distorsiones, al menos para comedores escolares, hospitales, cárceles y otros entes públicos. Si lo hiciera con eficiencia, con una planilla mínima y costos razonables, uno podría decir que es un buen parche en un mercado defectuoso. Pero los informes de la Contraloría sugieren que no hay tal eficiencia, y que esa labor de intermediación, además de insuficiente e imperfecta, nos resulta muy cara.

¿Qué hacer, entonces? ¿Una reingeniería del CNP (comenzando por cambiarle el nombre) que lo convierta en una institución eficiente? Suena a sueño de opio. ¿Cambios sustanciales en las reglas del mercado, para eliminar o controlar a los oligopolios? Esto debería hacerse ya no solo en función de las compras del Estado, sino de las de todos los consumidores. Pero requiere un gobierno con muchas agallas y mucho capital político, además de una Asamblea Legislativa mejor poblada que la actual.

Eliminar de un plumazo el CNP puede darles satisfacción emocional a algunos, pero equivale a entregar ese mercado, tan importante socialmente, a unos cuantos tiburones. En suma, no parece que tengamos una solución fácil a la vista. O tal vez no sea una sola sino varias. Por ejemplo, consolidar finalmente el sistema de compras digitales de Estado, en procura de transparencia y competitividad en los precios, y establecer un sistema riguroso de supervisión de esas compras sobre el terreno. O crear una bolsa agropecuaria y un mercado de futuros para productos alimenticios, donde el Estado pueda ejercer mejor su poder de compra. O entrarle al tema de los oligopolios. O todas esas cosas a la vez, o bien otras mejores que a ustedes se les ocurran. Desvestir al santo, sin tener siquiera dónde poner la ropa, no parece ser la mejor idea en este momento.

Ah, y olvidaba que el CNP es además dueño de ese elefante blanco, la Fábrica Nacional de Licores, que se reduce a dos cosas: el anacrónico monopolio de la destilación de alcohol, y la marca Cacique. El primero existe para controlar la pureza del alcohol en el país, lo cual se puede hacer con un laboratorio y un sello. La marca Cacique, mientras todavía valga algo, puede venderse.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Coincido con Don Carlos, hay que dejar la parte útil que es el estímulo del la producción y la salvaguarda de la soberanía alimentaria, la parte de FANAL se puede trasladar pero a un grupo de amplia base social, dentro de la Economía Social Solidaria. Detrás del cierre total hay interese oscuros.

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