Arqueología y religión

Roberto Vargas

Roberto Vargas Pardo
rvargas@acerosvargas.com

En una imagen, el “Mosaico de José”, que adorna la Basílica de San Marcos (Venecia), el José bíblico reparte entre sus hermanos el grano almacenado en los graneros que mandó construir previo la sequía del siete años del Nilo, “graneros” que corresponden, según la imagen, a las pirámides de Giza, tumbas de los reyes Keops, Kefren y Micerinos. Paradójicamente esta sequía, un hecho histórico, documentado en la “Estela del Hambre” (isla de Sehel, río Nilo) narra un episodio bajo el reinado del rey Djeser (2650-2611 a.C) en el cual el río Nilo durante siete años no creció y en cuyo texto, que incluye un “sueño del faraón”, no se hace mención a José, en cambio nos introduce a Imhotep, canciller y arquitecto, constructor de la pirámide escalonada de Saqqara tumba del mismo rey la que, aún en pie, da testimonio que Imhotep fue, y sigue siendo, un personaje histórico, de hecho el primer arquitecto de la historia.

En el año 450 a.C el historiador Herodoto en su visita a Egipto es informado, y documenta, sobre quiénes, cómo, cuándo y por qué construyeron estas pirámides (Libro II Eurepe Cap. CXXIV-CXXV). Que un artista administrado por un cuerpo de sacerdotes en la Venecia del año 832 confunda las tumbas de estos faraones con graneros sugiere un intento de habilitar, en algún grado, la historicidad a la leyenda bíblica.

Para los años 1802 y 1824 George Grotefend y Francisco Champolion resuelven, al fin, el problema y descifran la escritura y documentos cuneiformes y jeroglíficos, exponiendo la Biblia en su hábitat a miles de años de civilización sumeria y egipcia emanando de ella serios anacronismos e incoherencias que abren campo en la segunda mitad del siglo XIX a la Crítica Bíblica. La técnica utilizada en el Mosaico de José de superponer la fe al legado arqueológico resultó en una práctica que compromete la paternidad hebrea de episodios como, entre muchos otros, la circuncisión, el Éxodo, el Diluvio, etc. Llevando la Biblia ya no a un libro de historia sino una colección de historias de otros pueblos, personajes cronología, geografía y circunstancias.

Liderada por Julián Wellhausen, la escuela alemana Wellhausen y su Crítica Bíblica, desafía la historicidad de la Biblia afirmando que la historiografía bíblica fue formulada, y en gran medida “inventada” durante el exilio babilónico, siglo VI a.C. En su defensa irrumpen William Foxwell Albright americano hijo de sacerdote y el rabino Nelson Glueck para quienes con su argumento que la arqueología era “…el medio científico principal para refutar las afirmaciones críticas contra la veracidad histórica de la Biblia, particularmente de la escuela de Wellhausen”, dando inicio lo que hoy conocemos como Arqueología Bíblica que no fue engendrada por iniciativa de los museos sino emanada por motivos religiosos.

La Arqueología Bíblica tuvo un efecto no esperado dando respuesta a preguntas que nunca le fueron formuladas y de las que se concluye que: “Los actos de los patriarcas son pura leyenda, los israelitas nunca estuvieron en Egipto, no vagaron por el desierto, no conquistaron la tierra en una campaña militar y no la legaron a las doce tribus de Israel” (Dr. Ze´ev Herzog arqueólogo de la Universidad de Tel Aviv). Siendo que en el campo meramente de las creencias y la adoración los sitios arqueológicos de Kuntilieat Airud (colina del Negev) y en EL-Kom de Khirbet (llano de Judea), p.ej, abrieron algunas inscripciones, en hebreo antiguo, mencionando una pareja de dioses “Jehová y su consorte Asherah” quienes envían bendiciones. “Estas inscripciones, a partir del siglo VIII a.C, levantan la posibilidad que el monoteísmo, como religión del estado, es realmente una innovación del período del reino de Judea, siguiendo la destrucción del reino de Israel.” (mismo autor).

Lo anterior viene a colación sobre un tema abierto en el foro de la Nación bajo el título de “el otro Jesús” (06/05/12) por el sacerdote Víctor Hugo Munguía quien adversa la tesis del método histórico crítico el cual trata de: “negarle carácter histórico a gran parte de las narraciones de la historia de Jesús”, siendo que, “…se pensó en que más importaba la consecuencia existencial de la relación con Jesús (hermenéutica existencial) que en la historicidad de los acontecimientos”, método que sugiere dos religiones una para su estudio y la otra para su culto, que me parece lo correcto. La pretendida síntesis entre la fe y la historia, experimento en el que la Arqueología Bíblica enfoca, subjetivamente, su investigación en búsqueda de la evidencia histórica de la Biblia, contrasta con el método de la Crítica Bíblica: la interpretación de la información que el azar de los descubrimientos ofrezca para su análisis.

La fe es creer mover la montaña, moverla para creer es método de la ciencia.

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