Especial para Cambio Político
Misión: Bar El Tropezón |
Pero como todo oficio posee sus riesgos, el enemigo nos acecha en ese vecindario. Primero fue una cocina en remodelación. Esta vez fue el encontrarnos con la tortura de un karaoke, que nos torturó durante nuestra estancia con los arreglos más desabridos de su repertorio y las voces más desafinadas del hemisferio occidental. Y eso que los rótulos de advertencia del lugar decían que sólo los jueves se practicaría tan denigrante espectáculo, nos jugaron sucio y nos la pasaron para el martes cuando ya no había posibilidades de huída.
Para ya enfundados en nuestras sillas, y ante la vista de un sugestivo menú de bocas, desconectamos nuestro sentido auditivo y nos concentramos en el gusto. Al fin y al cabo, el karaokista a ratos se compadecía y ponía una pista en inglés para que nadie la cantara.
Lo que más atrajo a los patrulleros fue la existencia de bocas de gallo pinto. No hay nada más bueno que un buen pinto con todo para matizar unas frías. Que lo sepan los cantineros. Con güevito, silverio, carnita desmechada, platanito maduro. Es todo un manjar.
También para pecar con ganas había buena variedad de carnes fritas con su generosa razón de grasas saturadas, básicamente hechas al tipo «taco de alambre» mexicano, o sea, con buena cebollita y chile dulce. Se podía pedir pollito, res, o chancho, o todo revuelto. El pollo era la especialidad de la casa, aunque no resultó para tanto. Sí estuvo muy bien la tortillita con queso, la cual también cumplió con creces su aporte de colesterol y triglicéridos al sistema circulatorio de quien la ingirió. Para quienes quieren pasarlo recordando toda la noche, también había maduro con queso, otra buena calificación. Las papas a la francesa pedidas como orden de bocas, no obstante, no colmaron el paladar de quien las degustó. Y completando el menú macrobiótico, sí estuvo muy bueno el pollito frito, cuatro buenos pedazos bien jugositos y por una fracción de lo que cobran los riñas de Rostipollos.
A pesar de la tortura sufrida y los altibajos de la comida, El Tropezón pasó la prueba, el mapa estelar tiene otro punto luminoso en la constelación barística zapoteña. Peró este lugar será de los que hay que llamar antes de ir, no para reservar mesa, sino para ver si se puede comer, beber y conversar en paz.
Actualización Festejos Populares 2013-2014
El Tropezón ha sobrevivido muchos años y ya es toda una tradición en las fiestas de fin de año, con la especialdiad que ahora es también restaurante y no solamente la cantina de antaño. Fieles a nuestro trabajo, hicimos una nueva visita a la famosa taberna.
Ahora el fuerte boquero de El Tropezón son las carnes, pues cuenta con un parrillero argentino. En esta oportunidad degustamos un Choripan, que estaba realmente muy bueno, con el pan tostadito y el chorizo casi crujiente, arreglado con aceite de oliva preparado. Pero, la reina del lugar es la costilla, muy bien preparada con una guarnición de ensalada o vegetales. Una de las patrulleras se pidió un casado con pollo; que lo prepararon estilo fajitas a la parrilla, de chuparse los dedos. Si van con la familia y quieren pasar a comer a Zapote, El Tropezón es una muy buena opción, con precios normales, en realidad no es caro y la atención es de regular para arriba.
Y para los que van a Zapote a tomar, mas que a comer, está la oferta de 2×1 en “tragos premium”. Y si de casualidad no les gusta el lugar, en el sector hay una gran cantidad de otros bares como “Guzticos”, “Kon-Tiki Caribeña”, la famosa “La Caribeña” y el “Zapoteño”, todos a menos de 100 mt de distancia uno del otro, que hace palidecer a la famosa calle de la amargura en San Pedro.
SEMPER COMPOTATIUM
Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
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¡LA BIRRA EN VASO SIN HIELO! ¡NI A PICO DE BOTELLA!
Combatiente declarado contra los sports bar
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VALETE ET INEBRIAMINI