Wasapeando

Bazar digital

Carlos Revilla

Carlos Revilla M.

El uso de Whatsapp a escala mundial se ha más que doblado en los últimos 9 meses, llegando a 450 millones de personas: y sigue creciendo en cerca de un millón de usuarios por día. El 31 de diciembre de 2013 manejó 54 mil millones de mensajes (haciendo que su servicio fuera más popular que Twitter, ahora valorado en cerca de 30 mil millones de dólares).

Es tal su influencia que incluso la Fundeu (Fundación del Español Urgente) ya admite el sustantivo wasap (mensaje gratuito enviado por la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp), así como su verbo derivado wasapear (intercambiar mensajes por WhatsApp), como adaptaciones adecuadas al español, de acuerdo con los criterios de la ortografía de la lengua española que publica en su página web. Esta obra señala que la letra w es apropiada para representar la secuencia /gu/, entre otras, en palabras extranjeras adaptadas al español (waterpolo y web, por ejemplo), criterio por tanto aplicable a wasap como españolización del nombre que se da a los mensajes enviados por WhatsApp.

Su valor procede de dos cosas que precisan sólo de un puñado de personas. Primero, su tecnología: un app simple y potente que permite a los usuarios enviar y recibir mensajes de texto, imagen, audio y video a través de Internet. En segundo lugar, su efecto de red. Cuanta más gente lo usa, más gente quiere y necesita usarla para poder conectarse. En esa medida, lo mismo que Facebook, está impulsado por la conectividad.

¿Cuanto le cuesta Whatsapp al usuario? La aplicación en sí es gratis, por tiempo limitado, sí, pero gratis. El primer año de uso es sin costo y posterior a eso de un dólar ($1) por año. Realmente casi regalado. Sin embargo si buscamos en Google las palabras ”WhatsApp gratis”, el buscador nos ofrece 69,7 millones de resultados. Si le añadimos al final la palabra ”iPhone” la cifra desciende hasta los 22 millones. Esto es lo mismo que decir que a un montón de gente le interesa saber cómo hacerse con la popular aplicación sin tener que efectuar pago alguno.

Considero el primer año gratuito de esta aplicación como un regalo, ya que nos ofrecen comunicación con prácticamente todo aquel que tenga un smartphone y sin pagar nada, claro hay que tener algún plan de internet, pero ahora esto es muy accesible para la mayoría de personas. A partir del segundo año el costo es realmente ridículo para lo que la app hace, incluso dentro de poco ya se podrán hacer videollamdas, con lo que prácticamente solo se pagará, en el caso de los que tengan tarifa plana, el mínimo mensual por tener y usar un celular. Por eso sorprende cuando algunos de esos usuarios lo buscan para que sea del todo gratis, inclusive pagando cuentas astronómicas de teléfono.

Pero ahora veamos el otro lado ¿qué hay y quienes están detrás de Whatsapp? y especialmente ¿cómo se puede interpretar la reciente compra de la aplicación por Facebook? en lo que ha sido el mayor precio pagado en la historia por una empresa incipiente, y una de las transacciones más grandes de todos los tiempo en el sector tecnológico.

De acuerdo con las informaciones periodísticas, Facebook pagó por WhatsApp la bicoca de 19 mil millones de dólares. Son 3 mil millones más que lo recogido por Facebook cuando salió al mercado, y más del doble de lo que Microsoft pagó por Skype, otra aplicación de mensajería y llamadas, pero especialmente para computadoras. Para ser precisos, 12 mil millones de esos 19 mil millones de dólares son a cuenta de acciones en Facebook, otros 4 mil millones en efectivo y 3 mil millones en forma de acciones restringidas para el personal de WhatsApp a cuatro años. Dado este importe enorme, se podría pensar que WhatsApp es una gran empresa. Pues no, solo tiene 55 empleados, incluidos los dos jóvenes fundadores, Jan Koum y Brian Acton.

Los ganadores aquí son, desde luego, ganadores a lo grande. Los 55 empleados de WhatsApp son ahora enormemente ricos. Sus dos fundadores son ahora multimillonarios. Y los socios de la empresa de capital riesgo que los financió ha cosechado una fortuna. ¿Y nosotros, todos los demás? Somos ganadores, en el sentido de que disponemos de un modo todavía más eficiente de conectarnos. Y la promesa de Facebook de que poco o nada cambiará, especialmente el costo, bueno por lo menos eso es lo que ha circulado en el medio.

Vean entonces que interesante, el valor de Whatsapp no viene de que fabrique nada, solo tiene 55 empleados, y mientras tanto su uso extendido cada vez por más personas hace quedarse sin empleo a trabajadores de correos, operadores de llamadas, instaladores telefónicos, operarios y empleados de cableras, así como millones de trabajadores de la comunicación alrededor del mundo. Lo mismo que desaparecen tiendas con Amazon, oficinistas y secretarias con Microsoft y las librerías y editores de enciclopedias con Google y Wikipedia.

Recuerdo a Guido Fernández, quien fue economista, presidente de Anfe y director de la Nación, ya fallecido, decir que la electricidad seguramente hizo que los que hacían candelas quebraran y tuvieran que dedicarse a otra cosa. El problema con WhatsApp, y otros similares, es que todo ese monumental movimiento de dinero no está produciendo más puestos de trabajo, más bien como ya vimos, es al contrario. Ya no hay correlación entre las dimensiones de la base de consumidores y el número de empleados necesario para prestarles un servicio. Lo cierto es que la combinación tecnologías digitales y enormes efectos de red reduce drásticamente —a niveles nunca vistos— la proporción de empleados en relación con los consumidores (los 55 empleados de WhatsApp es todo lo que necesitan los 450 millones de usuarios).

Todo esto es en realidad un contrasentido. Cosas que supuestamente son un avance y nos beneficia, más bien nos están perjudicando (a la humanidad). La productividad sigue subiendo, así como los beneficios empresariales. Pero los puestos de trabajo y los salarios no aumentan o peor aun decrecen. Las ganancias se están concentrando todavía más en unos pocos, sin que se distribuyan más ampliamente.

WhatsApp

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Un comentario

  1. No hay mas remedio que pensar en una distribución de ese dinero, mas bien que en crear el empleo que los distribuya: lo que ahora es imposible porque lo impide el deseo de conectividad. Lo primero que me viene a la mente es el dicho popular de que «lo barato sale caro»

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