Una vez más, hablando en nombre de la paz

SPD-PLN

Ocean Castillo Loría

La escuela matará al militarismo o el militarismo matará a la República”.

Ricardo Jiménez Oreamuno. Palabras dichas en 1922.

Tres experiencias nos han obligado a detener la escritura de un texto que estamos elaborando, para volver a hablar del tema de la paz.

Todas las experiencias refieren a las noticias de un reclutamiento que prácticamente está haciendo un grupo paramilitar, con el presunto objetivo de defender a Costa Rica en su frontera norte.

La primera experiencia, es acerca de un muchacho de unos 20 a 22 años, que con suma alegría, nos decía que ya había entrado en la página de Facebook de dicho grupo, para inscribirse en el proyecto que ellos plantean.

Al hacerle ver al jovenzuelo, sobre el riesgo de resultar derrotados y de que él muriese en un presunto conflicto armado con Nicaragua, el muchacho terminaba argumentando, que al final Colombia iba a defendernos.

La segunda experiencia, es referente a un pequeño comerciante, dueño de una soda, que nos decía que si él hubiera estado más joven, se hubiera inscrito en dicho grupo.

Al reiterarle nuestras tesis por la paz, él nos decía que los organismos del sistema internacional no servían, que cuando ellos nos dieran la razón (Si nos la daban), el territorio costarricense arrebatado por Nicaragua, iba a estar despedazado.

Pero además, este señor decía que el ejército en Costa Rica era necesario, que de haber existido fuerzas armadas en Costa Rica, no se hubiera presentado tanta corrupción en la clase política o tanta vagabundería en nuestras juventudes.

El colmo de la argumentación del respetable ciudadano, era que lo único que había dejado la ausencia de ejército en Costa Rica, era “un poquillo de educación y de salud”.

La tercera experiencia, fue de una familiar que de alguna manera apoyaba el grupo paramilitar, basada en la indignación que ha generado en la sociedad costarricense, las posiciones de Nicaragua.

¿Hemos olvidado nuestros valores?

¿Hemos olvidado la esencia del ser costarricense?

Mientras en otros países se enorgullecen de la fortaleza de sus cuarteles, en Costa Rica nos enorgullecemos de la lucha por robustecer nuestra educación y nuestras escuelas (Esto pese a los grandísimos deterioros en este campo)

Mientras en otros países se realizan desfiles militares, en Costa Rica nos enorgullecemos de nuestros desfiles de estudiantes de escuelas y colegios.

Cuando se abolió el ejército, se consideró que un buen cuerpo de policía, era capaz de defender el territorio nacional… en caso extremo de defender el país, está la fuerza pública: ¿Para qué grupos paramilitares?

Es increíble, que algunos ciudadanos y ciudadanas costarricenses, hayan olvidado las profundas heridas que ha dejado en América Latina el militarismo. Basta el ejemplo de nuestro vecino de Nicaragua para recordarlo.

Es increíble que algunos ciudadanos y ciudadanas quieran apostar, la civilidad costarricense, a favor de un grupo de “cabezas calientes”.

Es increíble que algunos ciudadanos y ciudadanas, no se den cuenta que al permitir grupos irregulares, se está arriesgando la democracia misma.

Es increíble que algunos ciudadanos y ciudadanas, miren pasivamente como se arriesga la vida institucional.

Esto lo que refleja, es que pese a que el costarricense tiene una identidad bien definida, es débil para defenderla ante las múltiples influencias que recibe. Esta es nuestra responsabilidad y culpa: la ciudadanía costarricense debe restaurar el valor de la paz y sostenerlo.

Por otro lado, ningún país, digamos, centroamericano, para referir a nuestra realidad más cercana, se ha hecho más rico o más libre con la existencia de ejército o de grupos armados.

Es increíble que Costa Rica, durante los peores años de la llamada Guerra Fría, fuera capaz de sostener el bastión de la paz, y hoy, que los países están cada vez más convencidos de la conveniencia de la democracia, haya grupos que quieran echarnos a los brazos de la guerra.

En Costa Rica no se debe permitir el retroceso de nuestra cultura democrática y de paz, a costa de ideas y acciones que atentan contra nuestro acervo cristiano y democrático. Valga decir, que si nuestra sociedad es cristiana, debe recordar que Jesucristo no es el “príncipe de la guerra”, sino, “El Príncipe de la Paz”.

Es lamentable, como el apoyo minoritario, pero apoyo al fin, a estos grupos irregulares en Costa Rica, muestran el retroceso de nuestra cultura, muestran el disgusto por la crisis económica, muestran el desencanto hacia la política, como forma de resolver conflictos.

No se dan cuenta estos faltos de conciencia, que al existir grupos irregulares en territorio nacional, estamos negando nuestra virtud de resolver por medios políticos, nuestros problemas específicos, en este caso, los de tipo internacional.

Nuestra fuerza está en las instituciones internacionales, las que respetan los derechos, las que en el devenir de la acción humana robustecen la posibilidad de que el ser humano respete su dignidad y su libertad.

Esa fuerza, ya tiene una doctrina política fundamental, es la doctrina que sustenta a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a la Organización de Naciones Unidas (ONU)

En efecto, las instituciones del sistema internacional, son imperfectas, pero no por eso son innecesarias. Es lamentable que el sistema al que Costa Rica ha confiado su seguridad, sea tan lento y a veces tan incomprensivo de lo que significa para nuestro país el valor de la paz.

Las y los costarricenses, siempre han mostrado gran devoción al derecho internacional, porque ese derecho, implica una inmensa defensa de la paz, pero el ejercicio de ese derecho debe ser más efectivo.

Solo con el triunfo de esa doctrina y de esas organizaciones, de las que ya hemos hablado, podremos seguir avanzando en materia de educación y salud. Lo que resulta dolorosísimo es que algunos costarricenses piensen que “lo que tenemos es un poquillo de educación y salud”, a costa de no tener la “maravillosa y poderosa institución de un ejército”.

Es dolorosísimo que algunos costarricenses hayan olvidado que en Costa Rica no hay interés por armarnos para la guerra, es dolorosísimo que algunos costarricenses crean que por la vía de las armas se puede mantener la paz.

La base de la paz no son las armas, la base de la paz es la justicia.

Costa Rica escogió hace mucho tiempo el camino de la ley, de un inmenso respeto a la dignidad humana, de luchar contra el militarismo y por la verdadera paz.

Es por eso que en Costa Rica, salvo algunas minorías, creemos en el derecho y la justicia del sistema internacional.

Esta situación que estamos viviendo con Nicaragua, nos debe hacer reflexionar cuál es la situación de unión de los pueblos centroamericanos en esta época de globalización, del mundo visto como una aldea global, Centroamérica está dividida y eso es lamentable.

Los gobernantes de Costa Rica y Nicaragua no pueden desconocer el ansia de paz que hay entre sus pueblos: por tal motivo, las instancias jurídicas respectivas deben investigar e imponer la ley a quien o quienes están organizando grupos paramilitares en nuestro país.

Uno de nuestros más grandes valores es el prestigio que tenemos en el ámbito internacional por ser pacíficos. Esto ha resultado clave para ir dando pasos en nuestro desarrollo.

Quien o quienes está organizando este grupo armado, no piensan (En el campo militar se piensa poco y solo se obedecen ordenes) que están ensombreciendo la imagen de la patria y lo peor, están alimentando la tesis nicaragüense, de que Costa Rica se está militarizando para combatirlos.

Lo mejor para Costa Rica, es entregar su defensa a la asistencia que los países americanos nos puedan brindar y que están establecidos dentro del sistema internacional: Costa Rica necesita del derecho internacional para poder defenderse.

Esto es clave, para que Costa Rica invierta sus recursos en lo que debe invertirlos, aún más, esto es clave para que en el país no haya grupos armados fuera de la ley, que puedan servir a intereses espurios.

La ciudadanía debe ser informada y si se quiere reeducada, en la verdad de que nosotros como país, a pesar de nuestro subdesarrollo, hemos logrado dar pasos claves en el progreso, por encima inclusive, de países que malgastan su dinero en armamentos y en ejércitos.

Es muy peligroso mirar cómo se abre la puerta para que se vaya convenciendo a pequeños sectores de costarricenses, de que en una apuesta armada, pueda inclusive perderse la democracia, la libertad y la paz.

Es muy peligroso mirar cómo se abre la puerta para que se vaya convenciendo a pequeños sectores de costarricenses, de que por posiciones extremistas se puede defender la patria, cuando en realidad lo que se hace, es que se la somete.

Sí, debemos defendernos, pero de la tragedia en la que nos hundiría un potencial enfrentamiento armado con Nicaragua.

Sí, debemos defendernos, pero de la ignorancia y la miseria, que son el caldo de cultivo de la violencia.

A ocho años del bicentenario de nuestra independencia, debemos volver a gritar a los cuatro vientos, que el único ambiente posible para el desarrollo es el de la paz.

A ocho años del bicentenario de nuestra independencia, debemos volver a gritar a los cuatro vientos, que el único ambiente posible para alcanzar la justicia es el de la paz.

Un conflicto armado no resuelve nada…

En Centroamérica se sabe lo que deja la guerra.

En Costa Rica sabemos las mayorías lo que significa apostar por la negociación.

La mal conceptuada “solución militar”, no va resolver nada en los diferendos entre Nicaragua y Costa Rica.

Y en este punto, los costarricenses debemos atisbarnos con mirada autocritica: si como decía un ex presidente de la República, la escuela mató al militarismo, entonces el descuido de nuestra educación está haciendo surgir en la mente de algunas minorías, las falsas bondades del belicismo.

Solo con la educación lograremos la justicia social, solo con la educación mantendremos nuestra libertad, solo con la educación perfeccionaremos nuestra democracia, solo con la educación mantendremos la paz.

No puede ser que en este momento un grupúsculo esté convocando a la juventud costarricense a la guerra, en vez de convocarla al estudio y al trabajo.

No puede ser que haya un grupúsculo que se esté organizando para la guerra, en vez de fomentar la organización ciudadana para resolver los graves problemas que hoy por hoy tiene nuestra educación.

No puede ser que haya un grupúsculo que tenga más fe en las balas que en las palabras.

No puede ser que haya un grupúsculo que tenga más fe en la violencia que en la razón.

No puede ser que haya un grupúsculo que tenga más confianza en organizarse con armas, que en profundizar la huella positiva de la educación.

No puede ser que haya un grupúsculo que crea más en la fuerza de las armas, que en la fuerza de las ideas.

No hay más camino que concluir que este grupo y quien o quienes lo organizan, padecen de una grave locura: la locura de llevar al país por el despeñadero del militarismo.

Al inicio de este texto, a modo de epígrafe, hemos dejado patentes las palabras del Ex Presidente Ricardo Jiménez Oreamuno, en 1922. Pero ya desde antes, quien fuera nuestro primer Presidente de la República, Don José María Castro Madriz, dijo en 1866: “Quiero que mi patria, ya que no puede ser temida por su fuerza, sea considerada por su justificación y cordura, de modo que sobre cualquier agravio que se le infiera, caiga el anatema del mundo civilizado. No tenemos escuadras, tengamos la simpatía de las naciones”.

Indudablemente, estas palabras deben ser la luz que alumbre a nuestros abogados en las sesiones que este mes de octubre, se estarán llevando a cabo, en el seno de la Corte Internacional de Justicia.

Ahora bien, quienes piensan que con la existencia de un ejército, se limpiaría la corrupción política, simplemente desconocen la historia: cuando se mira el devenir de América Latina, se observa como las estructuras castrenses, por lo general, se alían a los grupos poderosos.

Es así como en el subcontinente se pisotearon procesos electorales.

Es así como en el subcontinente se pisotearon las justas demandas por justicia social.

Es así como los ejércitos en América Latina eran guardianes y participes de odiosos privilegios y ante la protesta social, aplicaban la represión.

Frente a esta realidad, muchos dirigentes de partidos políticos democráticos y de grupos de presión, fueron llevados a la cárcel, la clandestinidad y el exilio.

En este periodo muchas vidas de civiles fueron segadas por la bota militar.

La verdad es que quien escribe estas líneas se encuentra profundamente acongojado, un solo acto irresponsable, como la organización de un grupo paramilitar, puede echar por la borda todo lo que hemos construido.

¿No se dan cuenta estos faltos de conciencia, que la sola organización de este grupo puede ser interpretado como una declaración de guerra? Esta pregunta está exenta de exageraciones.

Las mayorías costarricenses, debemos luchar con todas nuestras fuerzas para que Costa Rica no sea parte de un conflicto armado en la Centroamérica del siglo XXI. Para esto debemos insistir en los organismos internacionales con la ley de nuestro lado.

Es lamentable que los favorecedores de la existencia de un grupo irregular en el país, desconozcan el testimonio histórico de nuestra patria, basado en el derecho y la razón. La guerra pone en peligro nuestra paz y nuestra seguridad.

Si vamos a la guerra con 4, con 400 o con 4000 costarricenses, habremos perdido… no solo en el campo de batalla, sino que nos habremos debilitado frente a la comunidad internacional.

La Costa Rica que abolió el ejército en 1949, resultará hipócrita ante el mundo.

La Costa Rica que en 1987 fue galardonada con el Premio Nobel de la paz por la pacificación de Centroamérica, resultará hipócrita ante el mundo.

La Costa Rica que lucha por su desarrollo económico y social, recibirá un golpe mortal… estaremos ante el inicio de una pobre historia con una senda llena de incertidumbres.

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