Un momento de transición

El paso de lo uno a lo múltiple

Conversaciones con mis nietos

Querer reformar el mundo sin descubrir el verdadero yo, es como tratar de cubrir al mundo con cuero para evitar la molestia de caminar sobre piedras y espinas. Es mucho más sencillo usar zapatos.” Ramana Maharshi

Arsenio Rodríguez

Vivimos en un mundo lleno de gente, que paradójicamente está simultáneamente más fragmentado y conectado que nunca. Donde parece que se asoma una nueva gran transición. Los dolores de este parto civilizatorio se anuncian ya, en el gran desorden y algarabía del colectivo humano, en rumores de fin del mundo, en la proliferación de teorías de conspiración, en estructuras de organización colectiva que ya no funcionan, en el empoderamiento de líderes alocados que reciben el culto de grandes masas de la población, en la prevalencia de un sálvese quien pueda, y en un consumo y egoísmo desenfrenado. Ah si, y en el cambio climático con un impacto global sobre las bases de la sobrevivencia.

Sí, la vida como siempre, se derrama en una amalgama de vertiginosas corrientes, adentro y afuera de uno. Afuera, en luchas de voces e interpretaciones, pugnas de poder, alianzas tribales e ideológicas. Adentro, en una alternancia entre los egoísmos e instintos de la supervivencia propia, y la compasión y el amor por los demás. Tendencias internas fluctuantes, de miedos e impulsos, que se conjuntan en culturas, tradiciones, historia y ritos, versus el llamado interior intuitivo en cada uno, del silencio del ser.

El universo lo observamos y lo construimos, desde nuestra consciencia de ser, desde esta mente que nos distingue de las otras especies vivas, con las cuales compartimos este cosmos largo, ancho y profundo. Lo construimos desde esta consciencia, que nos hace darnos cuenta de la existencia que nos rodea y confronta, del breve lapso entre la vida y la muerte, que tratamos cada uno de definir, desde nuestro punto de vista, basado en las particulares circunstancias, creencias, opiniones, conceptos y experiencias.

Es un pasar tan intenso, que nos ocupamos de la vida, y nos dedicamos a resolver sus contrastes, sin vislumbrar por qué es este ser, y hacia dónde transitamos, y para qué es esta multitud de yos, con distintos disfraces, protagonismos y circunstancias. Nos olvidamos de la existencia.

Y así surgen, a través del tiempo y en la vasta superficie de este planeta, una infinidad de puntos de vista codificados en, culturas, tradiciones, religiones, hábitos, apegos, iluminaciones, inspiraciones, conspiraciones, ciencia, teorías, y prejuicios. Todos los cuales se argumentan y conversan día a día, buscan consenso, se congregan para intercambiar escuelas y ritos. A veces se reconocen como iguales y otras se demonizan los unos a los otros y se persiguen, se hieren y se matan.

A nivel de la colmena humana, se multiplican enormemente estas tendencias, contradicciones, deseos, preponderancias y pareceres y hacemos un gran tumulto y una inmensa belleza a la vez, creando obras maestras y genocidios, ciencia y conspiración, tragedia y comedia, iniquidad y compasión. Y estas turbulencias, al interior de nuestra persona, y en relación con nuestra convivencia con los demás, constituyen el entretejido de nuestra historia colectiva y personal.

Por un lado, uno es llamado a hacer algo, para salvar la colmena de este desbarajuste, en que aparentemente se encuentra. Y buscamos, con base en la historia reciente y nuestros puntos de vista, la razón de ser de la última corriente de inequidad y de iniquidad -las causas. Así, por ejemplo, hay una percepción, en muchos círculos conscientes; de que el sistema de coordinación internacional no está funcionando, que la desigualdad económica está llegando a niveles insostenibles, que el sistema climático global está siendo socavado y esto va a llevar a grandes desastres, que los sistemas financieros internacionales necesitan control, y que las fallas sistémicas en la organización política y social del mundo para el manejo de recursos naturales comunes, y el control de la desigualdad, están generando, y van a generar cada vez más, guerras, genocidios, abusos de derechos humanos etc.

Hace apenas unos 8 a 12 mil años, con el desarrollo de la agricultura y las ciudades, comenzó la humanidad, a desarrollar su capacidad intelectual y cultural a través del lenguaje escrito, y de la interpretación objetiva y artística del entorno y el mundo físico. Hoy en día, podemos conectar todos los habitantes instantáneamente, trasladarnos en horas a cualquier parte del planeta, conocer y manipular las subpartículas de las cuales está hecha la materia, y lanzar telescopios que se estacionan a 2 millones de kilómetros de la Tierra, a través de los cuales observamos los inicios del universo y la historia de las estrellas.

A través de este increíble desarrollo intelectual, ocurrido a partir de ese momento reciente de nuestra historia, llamado el neolítico, sabemos hoy que el universo es un sistema interconectado, que la vida es un continuo, que como decía Loren Eiseley: «No se puede arrancar una flor sin perturbar a una estrella».

Pero, por otro lado, estamos conscientes que, dentro de nosotros mismos, en nuestros comportamientos, en nuestro accionar individual, en nuestra visión de mundo, seguimos operando a través de una cosmovisión, de yo versus los demás. Esta parcelación psíquica, está enraizada más allá de la conceptualización científica e intelectual que hemos realizado como colectivo, de que todo está estrechamente interconectado.

La convicción intelectual en sí misma no tiene el alcance para cambiar nuestro comportamiento egoísta y fragmentario. La mayoría no incorporan aún este alcance científico, aunque se benefician de la tecnología que surge del mismo.

Tenemos que ir a las raíces del problema, al núcleo de la psique humana, y reconocer que la acción social colectiva comienza con nuestra acción en la vida individual. No podemos separar al individuo de la sociedad. Nos guste o no, somos responsables de lo que está sucediendo en el mundo.

Esto es lo único que nos llevará a la realización de que somos algo más que unidades racionales individuales, desplazándonos en un momento de universo, y nos dará la posibilidad de darnos cuenta de la unicidad del ser.

Esta apertura, que se denomina espiritualidad, es lo que permite que surja la compasión y el amor, que se abandonen los prejuicios separatistas y las preferencias superficiales, que se reconozca la integridad de la vida, y se tome consciencia de la unicidad existencial de la cual somos todos una manifestación.

La experiencia espiritual, va más allá de lo que puede ser captado por el mero intelecto. Aunque es a menudo considerada como algo anti intelectual, confusa, o poco práctica y desconectada de la realidad, no hay nada irracional en el verdadero misticismo o espiritualidad, cuando este, como debe ser, es una visión de la realidad, una forma de percepción absolutamente clara, y tan práctica, que se puede vivir cada momento de vida y expresar en los deberes cotidianos.

Entonces nos hacemos plenamente conscientes, de que la vida no está fragmentada; que no está dividida en espiritual y material, individual y colectivo, y que no podemos crear compartimentos en la vida: políticos, económicos, sociales, ambientales. Somos un sistema, y nos movemos como sistema.

El amor que surge de esta percepción es la belleza, el misterio delicado, el alma de la vida, la pureza radiante que trae compasión, alegría espontánea, canciones de éxtasis, poemas, pinturas, danzas, dramas para celebrar el ser.

¿Podremos crear una sociedad humana donde el amor se lleve a los mercados, a los hogares, a las escuelas, a los lugares de negocios y transformarlos por completo? Pueden llamarlo un desafío utópico, pero es lo único que hará una diferencia significativa y que nos llevará a realizar el potencial que tenemos como seres humanos plenos.

Cuando esta realización de la unicidad se convierta en la dinámica de la relación humana, entonces la humanidad evolucionará. La vasta inteligencia que ordena el cosmos estará disponible para todos. La belleza de la vida, la maravilla de vivir es que compartimos creatividad, inteligencia y potencial ilimitado con el resto del cosmos. Si el universo es vasto y misterioso, nosotros somos vastos y misteriosos. Si contiene innumerables energías creativas, nosotros contenemos innumerables energías creativas.

El universo entero es una evolución de la consciencia, y la vida, a través de la evolución es el instrumento mediante el cual se desarrolla la plenitud de esta consciencia, que llega a su cúspide en la expresión humana, cuando esta se hace consciente de que es consciente, y unitaria.

Pienso que cuando un individuo da un paso en la dirección de lo nuevo, de lo imposible, toda la raza humana viaja a través de ese individuo.

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