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Días malos en la historia

27 DE OCTUBRE DE 1991

De la URSS a … simplemente extraño: el líder lunático de Turkmenistán

El 27 de octubre es un día especial en el calendario de Turkmenistán, que celebra la independencia del país centroasiático de la URSS en 1991. Pero la libertad es un concepto relativo, pues aunque la nueva nación escapó del yugo soviético, tuvo que cargar con un líder que el escritor Paul Theroux describió como «uno de los lunáticos más ricos y poderosos de la Tierra», un dictador ladrón (o «presidente vitalicio») cuyo culto a la personalidad hacía que el de Stalin pareciera sutil en comparación.

Los pocos periodistas occidentales a los que se permitió entrar en Turkmenistán bajo el régimen represivo de Saparmurat Niyazov se quedaron con las vívidas impresiones de una nación enloquecida. «Loonistan», lo llamó Theroux en su libro Ghost Train to the Easter Star: On the Tracks of the Great Railway Bazaar, «menos un país que un gigantesco manicomio dirigido por el paciente más loco, para quien ‘megalómano’ sonaba demasiado cariñoso e inexacto».

Los recuerdos de la omnipotencia de Niyazov, y de su arrogante narcisismo, se encontraban prácticamente en todas partes, empezando por los retratos gigantescos. El retrato de gran tamaño del hombre que se autodenomina Turkmenbashi, líder de todos los turcomanos, aparece en pancartas colgadas de edificios, vallas publicitarias, papel moneda, tiendas y escuelas, e incluso en los mamparos de los aviones de ali T urkmenistan Airlines. Por supuesto, también había estatuas, cientos de ellas de diferentes formas y tamaños, quizás la más llamativa de todas en lo alto del Arco de la Neutralidad de la capital, Ashgabat, una monstruosidad de 250 pies chapada en oro que giraba constantemente de cara al sol.

«Lo admito», dijo Niyazov una vez a un periodista, «hay demasiados retratos, fotos y monumentos [míos]. No encuentro ningún placer en ello, pero el pueblo lo exige por su mentalidad». Es de suponer que el pueblo también exigió a su líder que rebautizara el mes de enero con su nombre y el de abril con el de su difunta madre.

El gran líder accedió a estas «exigencias» populares, pero esperaba mucho a cambio. De hecho, el juramento nacional de Turkmenistán incluía la frase «[si] traiciono a …Turkmenbashi, que mi aliento se detenga». Y así fue para muchos, en las húmedas celdas de las prisiones en las que a menudo se encontraban los ciudadanos que no cooperaban.

Las leyes idiosincrásicas de Niyazov, la mayoría de las cuales reflejaban su propio estado de ánimo inestable, acobardaron a los turcomanos hasta la sumisión. Se prohibieron las barbas y el ballet, junto con las radios de los coches, la ópera e incluso los dientes de oro, que se ordenó extraer.

Como el dios que esperaba convencer al pueblo de que era, Niyazov levantó maravillosas creaciones del desierto que es Turkmenistán -o al menos lo intentó- con un poco de ayuda de la enorme riqueza que saqueó de las explotaciones de gas natural de su empobrecido país. «Construyamos un palacio de hielo», declaró en 2004, «lo suficientemente grande y grandioso para 1.000 personas». Luego vino el enorme lago artificial proyectado en el desierto de Garagum y la plantación de un vasto bosque de cipreses que pretendía modificar el clima árido, pero que sucumbió rápidamente a él.

Con un gesto de su poderosa mano, el gran líder arrasó hectáreas de la capital, desplazando a miles de personas y reconstruyendo con un estilo único que un diplomático extranjero describió como «Soviet-Vegas». Entre los inspirados proyectos de Niyazov, tan útiles para su sufrido pueblo: una pirámide de 40 metros, un estadio olímpico que nunca llegó a ver las Olimpiadas, un inmenso parque de atracciones llamado el Mundo de los Cuentos de Hadas Turcomanos y la mezquita de Kipchak, un coloso que la mayoría de los musulmanes consideran blasfemo. De hecho, cincelados en las paredes, justo al lado de extractos del Corán, hay extensos pasajes de tonterías del Rukhnama de Niyazov, o Libro de los Espíritus, descrito por Theroux como un «fárrago de historia personal, extrañas tradiciones turcomanas, genealogías, cultura nacional, sugerencias dietéticas, ataques a los soviéticos, fanfarronadas dementes, promesas descabelladas y sus propios poemas, uno de los cuales empieza: ‘Oh, mi alma loca…'»*.

Afortunadamente para su pueblo, ahora yace enterrado bajo ellos.

* Este tedioso mamotreto -la biblia cotorra del propio Niyazov, que dio nombre al sábado y al mes de septiembre- era de lectura obligatoria para todos los ciudadanos.

Tomado del libro «Bad Days in History»