Test, test, test

Por Yayo Vicente

Yayo Vicente

Quiero explicar mi posición en contra de “TEST-TEST-TEST” que abogan especialistas reconocidos y hasta algunas organizaciones de renombre. Recomendación que interpreta la gente, la saca de contexto y la convierte en la “bala de plata” para acabar con esta tragedia en que nos metió el COVID-19.

Una prueba de laboratorio es como tomar una foto de un objeto en movimiento, capta un instante y al siguiente ya deja de ser la imagen que refleje dónde está el objeto y con quienes. Costa Rica tiene 5.022.000 habitantes y los casos no llegan a 1.000, así que si sometemos a una prueba de laboratorio a todos los habitantes, tendremos 5.021.000 negativos. En estas condiciones, es como buscar “una aguja en un pajar”.

Por ello las pruebas se realizan dirigidas. Es decir con definiciones de: “probable”, “sospechoso” y “caso”. Esas definiciones son dinámicas o cambiantes. Se ajustan de acuerdo con la etapa epidemiológica en la que se está. Más o menos estas son las reglas: muy estrictas o limitadas (especificidad) y/o muy amplias o laxas (sensibilidad). Cuando la definición es sensible, se esperan muchos falsos positivos y viceversa.

Estamos -todavía- en la Fase 3, cuando es posible buscar los casos y sus contactos, por nexo epidemiológico. Se ha hecho un trabajo de riguroso y los números de la incidencia diaria así lo corrobora. El aislamiento en cuarentena (por orden sanitaria) de contactos y casos, impacta en el R subcero (R0). Es decir, a cuantas personas puede (en promedio) contagiar un portador.

Es simple, si una persona con COVID-19 no está en cuarentena y aislada, puede contagiar entre 1,4 y 2,5 personas. Pero si está en cuarentena los contagios disminuyen muchísimo, casi cero. Ese es el famoso R0, (r sub-cero), que no es otra cosa que el número promedio de casos nuevos que genera un enfermo.

El primer afectado del país (caso 0) se salió de lo esperado y contagió a más de 80 personas. A pesar de eso, se consiguió manejar la curva de incidencia. Una demostración de la enorme capacidad de la pequeña Costa Rica en el campo de la salud pública. Un trabajo minucioso, casi de relojería, de búsqueda de contactos y proceder a ponerlos en cuarentena (y gente educada que acepta con solidaridad, no enfermar a otros).

El R0 del COVID-19 es bajo (entre 1,4 y 2,5). Por eso empieza como una basurita en el ojo y se le resta importancia. El asunto es que cuando se llega a un número de mil, en cinco días se convierten en dos mil y cinco días después en cuatro mil (si no se hace nada). La basurita se convierte en un “GODZILA”, se saldría de las manos y el país podría vestirse de luto.

Mientras hemos pasado por la Fase 3, de manera simultánea se ha podido aumentar más y más la capacidad de los laboratorios para procesar muestras para COVID-19. Se empezó en INCIENSA, al que pronto se le agregaron laboratorios privados y de hospitales principales. En poco tiempo estará disponible el PCR-RT también en los hospitales regionales.

No se hacen más pruebas porque no se requiere todavía. Es posible que en la Fase 4, las definiciones se hagan más sensibles, por ejemplo: pérdida de sentidos (olfato y gusto) + temperatura. También es posible introducir pruebas tamiz de naturaleza serológica (con distinta sensibilidad, especificidad y valor predictivo que los que aporta el PCR-RT), que en este momento (de Fase 3), no convienen.

¿Vamos a entrar a la Fase 4 (transmisión comunitaria)? Sin duda alguna. El país está modulando la pandemia con:

  • CUARENTENA de casos y contactos (por orden sanitaria).
  • AISLAMIENTO, que el núcleo familiar no interactúe con otras personas distintas a las que viven en la casa.
  • DISTANCIAMIENTO SOCIAL, estar a distancia prudente y con mascarilla cuando se está con otros que no pertenecen a su núcleo familiar.
  • HÁBITOS DE ASEO como protocolo de estornudo y tos, desinfección de superficies que tocan muchos, lavado frecuente de manos.

Lo cierto es que la cantidad de susceptibles no ha cambiado de manera significativa. Por eso la fragilidad de lo que hemos conseguido y la amenaza que se nos dispararen los casos COVID-19 de manera explosiva.

Estamos haciendo dos cosas: 1) evitando el colapso de los servicios de salud, principalmente de las camas-UCI y con ello muchas muertes, y 2) cruzando dedos o comprando tiempo, para aplicar mejores y más prometedores tratamientos y la disponibilidad de la ansiada vacuna. Con las medidas (de gran sacrificio) tendremos beneficios indirectos: menos casos de influenza estacional, menos diarreas, y podría bajar la hepatitis A.

La presión por reabrir la economía es lógica, ¿cómo y cuándo? Las respuestas a esas preguntas son las más esperadas. Pero no es una respuesta binaria porque el país no está completamente cerrado, algunos comercios siguen, la producción agropecuaria sigue, algunas industrias siguen, los bancos están abiertos, las exportaciones en su mayoría se siguen haciendo. Diseñar desde ya una hoja de ruta para la apertura total, es URGENTE, ponerla en práctica va depender de la evolución de la crisis sanitaria.

Durante la Fase 4, deberán de seguir operando quienes no han parado y agregar a otros actores económicos. El COVID-19 en esa etapa debe ser la gran preocupación de la medicina ocupacional. Evitar el contagio de trabajadores con todos los conocimientos que hemos aprendido y los que seguiremos aprendiendo.

La única ruta clara de salida, compatible con nuestra idiosincrasia, creencia y moral, es la vacunación. Mientras tanto debemos “jinetear la yegua” y no precipitarnos dejando atrás un camino de muertos.

El incremento de personas sometidas a pruebas, se hará. A su tiempo, sin desperdiciar recursos. Con definiciones (algoritmos) ajustadas a la realidad. “TEST-TEST-TEST” no es “per se” una estrategia epidemiológica. Debe dirigirse el esfuerzo de pruebas con criterios y someter a cuarentena a los casos y sus contactos.

Definitivamente las demás medidas (CUARENTENA, AISLAMIENTO, DISTANCIAMIENTO SOCIAL y HÁBITOS DE ASEO) no pueden ser abandonadas con mayor apertura económica y social, al contrario, deben profundizarse. La vida en “modo COVID-19″ implica rigores sanitarios a los que no estamos acostumbrados.

Es probable que como país, optemos por una estrategia epidemiológica de “acordeón”, que consistiría en hacer aperturas económicas y sociales en función de la respuesta sanitaria. Eso significa que cuando los números sanitarios no sean favorables, las restricciones volverán.

Esa estrategia solo es posible implementarla en sociedades disciplinadas, con liderazgos confiables y sistemas sólidos de información sanitaria. Las tres cosas presentes en el país.

Si continuamos portándonos bien, estimo que en mayo o junio, veremos mayores aperturas. No obstante algunas industrias seguirán afectadas por un mayor tiempo. Por ejemplo el turismo y la industria aeronáutica, los deportes, la industria del entretenimiento.

En fin… el país desde hace décadas decidió no cambiar muertos por colones. Los economistas deben colaborar, pero no darán la pauta en una estrategia “acordeón”. El sector pivote de esta crisis es y seguirá siendo el Sector Salud.

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