Socialdemócratas desenmascarados

Manuel D. Arias Monge

He sido testigo del derrame cerebral de muchas y muchos, por hacer congruente algo que, a todas luces, es imposible: hacer compatible a una ideología progresista, humanista y de izquierda democrática, con un proyecto excluyente, confesional y profundamente neoliberal.

Si estos señores y señoras, hubiesen dicho que su apoyo a Fabricio Alvarado, por lo menos, se sustenta en sus valores religiosos, morales o económicos, yo les hubiese dado el beneficio de la duda y, además, mi respeto por una decisión que yo nunca podría compartir. Sin embargo, al intentar, sin lograrlo, explicar esta confluencia ideológica con un partido fundamentalista neopentecostal, por principio opuesto a los valores ilustrados fundamentales que sustentan nuestro acervo republicano, Han logrado que veamos lo que son en realidad, sin máscaras y sin principios.

Éstos antiguos compañeros y compañeras, se han impuesto de por vida un estigma, que los verdaderos socialdemócratas nos encargaremos de que la sociedad costarricense nunca olvide. La socialdemocracia fue para ellos solo una etiqueta conveniente, para ganar elecciones y para convencer a los sectores medios y más pobres de nuestro país.

Luego de este complejo y oscuro panorama electoral, por lo menos me ha servido para algo: identificar a muchas personas, que se decían liberacionistas, que utilizaron el nombre de la socialdemocracia durante muchos años, pero que, ahora, en momentos críticos para la democracia en Costa Rica, nos han revelado su verdadero rostro.

Yo sabía, desde hace muchos años, que en el otrora glorioso Partido Liberación Nacional convivían dos almas, muy diferentes: una, la socialdemócrata, que nació de la mano con el pensamiento de don Pepe, de don Daniel, de don chico y de don Luis Alberto; Y, otra, conservadora, que apoyó a Figueres, creyendo que aboliría las garantías sociales y otros logros de la década de los 40. Hoy por hoy, sin embargo, del pensamiento de Figueres, de Oduber, de Orlich, de Facio, de Monge y de los otros padres fundadores, verdaderos social demócratas, progresistas, queda muy poco o nada.

A quienes nos hemos salido del canasto, de una cúpula neoliberal y reaccionaria, que ha preferido el silencio cómplice, cuando no el apoyo explícito al predicador, se nos ha llamado traidores. No, las y los costarricenses no son ingenuos, los traidores son los que, como ratas, se han dejado seducir por El hechizo del flautista de Hamelín.

Ciudadanas y ciudadanos de mi patria, hoy les vengo a decir, con toda certeza y claridad ideológica y filosófica, que los verdaderos liberacionistas, que los socialdemócratas, que los que creemos en una sociedad de oportunidades, que los que creemos en los derechos humanos, vamos a votar el próximo 1 de abril por don Carlos Alvarado Quesada.

Justificar el voto contra la democracia, en un añejo y agrio resentimiento contra el PAC, no solo es pueril, sino que es un insulto a la inteligencia de este pueblo noble. No se dejen engañar, compatriotas, por los cuentos de quienes han cavado la tumba de la lucha sin fin, que inició don Pepe allá en La Lucha y en San Cristóbal. Ahora, si bien es cierto, estos fariseos e hipócritas se creen los dueños del partido y los dueños de las siglas PLN, esto es solo temporal, porque hay muchos verdaderos liberacionistas y socialdemócratas que estamos dispuestos a luchar por esa herencia histórica.

A esos antiguos compañeros y compañeras, yo les pido, no, les exijo, que dejen de ensuciar el nombre del PLN Y de la socialdemocracia. Nunca, podremos olvidar su traición.

Por eso, con convicción, seguros de nuestros ideales, continuadores de esa lucha sin fin por el mayor bienestar para el mayor número, acudamos a las urnas, porque tenemos un compromiso con la democracia: votar por Carlos Alvarado Quesada.

– Periodista