Partidos políticos

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Los partidos políticos están en crisis. No aguantaron la revolución de las comunicaciones y la posmodernidad los tiene casi enterrados.

Lo acabamos de ver en Colombia y sucedió en Costa Rica. Dos candidatos sin partido político rompieron los paradigmas tradicionales y quedaron habilitados para la segunda vuelta. En nuestro país, Rodrigo Chaves ganó en definitiva la Presidencia de la República, pero no tiene casi poder en la Asamblea Legislativa. En Colombia está por verse qué sucederá.

Igualmente pasó en otros países, en donde los partidos políticos tradicionales perdieron frente a candidatos sin partido y con demoledoras campañas de derecha o izquierda contra el establishment y el statu quo. Esa vieja diferencia ideológica no responde más a las exigencias del presente, como tampoco la historia y obras de bien de los partidos políticos. O su ideología.

Lo que ahora importa, en la posmodernidad, son las necesidades objetivas y reales del pueblo y las nuevas causas y contra causas, unido a mensajes simples para llegarle a los ciudadanos con una comunicación directa, básica y entendible, unida a candidatos que produzcan impacto y votos en las urnas. Se acabó la propaganda política como la conocíamos. Ahora se trata de denunciar las cuatro verdades a la yugular. Después se verá el cómo entrarle y hacerle.

En Colombia, al que llaman Rodolfo o ingeniero, propone “no robar, no mentir y no traicionar”. Esa es su potente propuesta electoral y podría ganar en segunda vuelta frente a una izquierda fuerte y bien organizada que nunca ha gobernado en ese país y, sin embargo, representa en el imaginario colombiano al viejo y gastado sistema político. Una gran paradoja. ¿Quién lo iba a decir?

En esta era de la información sin límites, la gente está harta de la falta de oportunidades, los privilegios públicos y la tramitología abusiva que genera corrupción. La sociedad civil organizada, además, no necesita de los partidos políticos, porque tienen sindicatos y cámaras patronales. Agréguele a esa realidad la libertad de prensa, redes sociales y el pensamiento crítico, irreverente, contestario y libertario de la posmodernidad. Ese es el cuadro.

Pero a los partidos políticos hay que salvarlos y bien harían sus líderes oficiales en entender estas verdades, democratizarlos y abrirlos a las críticas internas y al acceso del pueblo, sometiéndolos a intensos y profundos procesos de reforma, renovación y apertura popular, exigiendo intachables conductas éticas a sus representantes y coherencia con sus principios e ideología, para así retomar la confianza y los votos leales que han perdido en este siglo XXI.

Se necesitan nuevas, transparentes y coherentes formas de hacer política y de comunicarse con los electores. O lo hacen, o los “outsiders” seguirán ganándole a las maquinarias electorales. Hoy la gente sale a votar por sus propios medios, sin mediar transporte ni estructuras partidarias, en un mundo bien informado y sin límites para luchar por un legítimo mejor futuro. Así es la cosa.

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