¿Otra Guerra Fría?

¿…Y usted qué opina?

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Mi generación vivió y padeció la primera Guerra Fría entre los Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética. Volver a ese esquema geopolítico de división, antagonismo y confrontación mundial, ahora entre los Estados Unidos y China, significaría un retroceso para la humanidad y un contrasentido en un momento de la historia en el que, gracias a la revolución de las comunicaciones y los avances sin precedentes en la ciencia y la tecnología, el mundo se convirtió en una aldea global, desde el punto de vista de la cultura y las comunicaciones entre todos los pueblos. A la vez, la activa participación en la economía internacional, las inversiones directas y el comercio exterior se transformaron en una necesidad planetaria, tanto para los países más ricos y desarrollados como para los países en desarrollo, como es Costa Rica.

Ante la posibilidad de ese ahistórico y negativo retroceso a otra Guerra Fría, recientemente el Premio Nobel y Ex Economista en jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, en una conferencia de alto nivel político y académico en Japón, urgió al G-7 que es el grupo de los países más desarrollados del mundo, a combatir la conformación de “un mundo en dos bloques” antagónicos. De igual forma, se han manifestado líderes de la Unión Europea, el Santo Padre Francisco, el secretario general de las Naciones Unidas y jefes de Estado de la importancia del presidente Lula de Brasil y el primer ministro Narendra Modi de la India. No se trata solo de una posición pacifista y contraria a la guerra. Es una tesis correcta y ajustada a las realidades y aspiraciones legítima de la comunidad internacional en el siglo XXI, más allá de las diferencias ideológicas y de los distintos sistemas de organización política y cultural entre los países.

A nadie le conviene otra Guerra Fría y está claro que no se trata de aceptar incondicionalmente la globalización neo liberal en el interés solo de las grandes empresas multinacionales o de los consorcios que controlan el acceso a las redes mundiales de comunicación e información. Todo lo contrario. El comercio internacional necesita reglas y reforzar parámetros
obligatorios más equitativos y justos en la OMC y por la vía de tratados multilaterales de inversiones y comercio, a niveles regionales. Se trata, para un país como Costa Rica, de impulsar, participar e integrarse activamente a las negociaciones a que nos convoca la realidad internacional del presente y se trata, también, de hacerlo de tal forma que los países en desarrollo puedan potenciar y fortalecer sus capacidades de negociación frente a los grandes centros de poder mundial y de fortalecer y potenciar sus capacidades productivas internas y su participación en el comercio internacional. A la vez, se trata de saber diferenciar, soberanamente, en lo que no estamos de acuerdo con los países ricos y desarrollados y los centros de poder mundial y de coincidir en aquellos temas de política pública internacional, en materia de medio ambiente, cambio climático, protección de los mares, estímulo económico al desarrollo sostenible, libre comercio y otros temas urgentes e indispensables para la sobrevivencia del planeta y de la humanidad. La tierra nos pertenece a todos y es responsabilidad de todos participar de ese diálogo y acciones constructivas.

Desde Costa Rica, este debería ser un elemento clave de nuestra política internacional y de comercio exterior. Tenemos la fuerza moral para hacerlo, apoyando los esfuerzos de otros países en desarrollo y del Grupo de los 77 en el ámbito de las Naciones Unidas e incluso a los BRICS como fuerza emergente y hasta de coincidir, cuando sea necesario y correcto hacerlo, con las grandes potencias y de diferir con dignidad y pleno sentido de soberanía cuando nuestros intereses de país en desarrollo así nos lo indiquen. Así y con visión soberana estratégica e independiente y no de otra forma, deberíamos actuar en el ámbito y en el juego de los intereses de la comunidad internacional.

Costa Rica tiene muchísimo liderazgo que aportar y lo ha hecho en el pasado, mucho más allá de su pequeñez territorial y económica y las limitaciones de su Presupuesto Nacional. Nuestra fuerza es moral y se basa en no tener Fuerzas Armadas, inversión por décadas en educación, plena seguridad jurídica y el ejemplo democrático de nuestro Estado Social de Derecho, además de una posición territorial estratégica en el centro de las Américas y con dos océanos.

Se trata, con realismo y pragmatismo, de una comprensión integral de las expectativas de la humanidad sobre el futuro del planeta y la necesidad de cambiar la confrontación y el antagonismo geopolítico y de mercados, por la cooperación internacional, las inversiones directas y la transferencia de tecnología sin condicionamientos, para alcanzar los Objetivos de Desarrollo de la Agenda 20-30 de la ONU y darle salida a otro tipo de siglo XXI y no el que nos quieren imponer las poderosas empresas fabricantes de armas y su activo loby en las capitales de las grandes potencias y a nivel planetario. Esos son los grandes intereses económicos que fomentan la guerra en cualquier parte del mundo, porque la guerra para esos sectores es un enorme negocio, más allá de los aspectos históricos, ideológicos y políticos de determinadas coyunturas, como es la censurable y grave crisis generada por la guerra de Rusia en Ucrania.

Aceptar, por ello, esa lógica perversa de un mundo dividido en dos partes antagónicas por razones ideológicas y de poder político y económico a nivel mundial y caer en los escenarios de una segunda Guerra Fría, sería el peor de los fracasos para la humanidad y la comunidad internacional, cuando lo pertinente es un siglo XXI en paz, abierto, interconectado, ideológicamente pluralista, cooperante y convergente en eficaces soluciones planetarias a los enormes problemas de la tierra y de la humanidad. Esa es la agenda que debemos construir y en la que Costa Rica, como país, debe trabajar intensamente. Es la agenda de los seres humanos de bien, en todos los rincones de la tierra e indistintamente de su cultura, su religión, su ideológica o el sistema político en el que desarrollan sus vidas y construyen sus sueños.

Se me dirá, desde el conservadurismo criollo de la extrema derecha y desde la irracionalidad de la extrema izquierda, que esa es una posición idealista para Costa Rica y que, como país, le sacaríamos mejor partido económico a unas relaciones verticalizadas y fáciles con alguno de los grandes centros de poder a nivel mundial. Mi respuesta es que eso es el pasado que no debe regresar y la trampa en la que América Latina, especialmente Centro América, no debe caer. Los ejemplos sobran del fracaso de esos alineamientos contra natura.

Puedo dar el testimonio personal de que, cuando Costa Rica en medio de lo peor de la primera Guerra Fría estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética en tiempos del tercer gobierno de de don Pepe Figueres y, en la siguiente administración, el presidente Daniel Oduber nos hizo el inmenso honor de encargar a un grupo de jóvenes diplomáticos recién salidos del movimiento estudiantil y de la FEUCR, abrir la embajada en Moscú y formalizar esas relaciones, nuestro país creció en prestigio ante la comunidad internacional con ese acto de independencia y soberanía, frente a los que internamente estaban de luto y hacían manifestaciones vestidos de negro, como si aquello representara el fin del mundo. Hoy la Unión Soviética no existe.

Muchos años después, cuando nos correspondió presidir por un año el Grupo de los 77 y China, Costa Rica logró articularse en la Organización de las Naciones Unidas como el país líder de todos los países en desarrollo y, gracias a una visita al presidente Nelson Mandela a Sur África, en ocasión de la Conferencia Mundial de la UNCTAD, acompañando al presidente José María Figueres, al Canciller Fernando Naranjo y a don Fernando Volio Jiménez, quien por años había presidido dignamente la Comisión Mundial contra el Apartheid y por la liberación de Mandela, se potenció y concretó, con el apoyo unánime del Grupo Africano, la aspiración nacional a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU por dos años y se realizó la Conferencia Sur-Sur en San José, cuyas definiciones han servido posteriormente para implementar esa importante agenda de desarrollo y cooperación entre los países del sur, por medio del Sistema de las Naciones Unidas y sus agencias.

En esa oportunidad, a nuestro país vinieron embajadores y representantes de todos los confines de la tierra, incluyendo países árabes y asiáticos con los que no teníamos relaciones diplomáticas y ese contacto diplomático y político, abierto y transparente, con los países del Grupo Africano, el Grupo Asiático, el Grupo Latinoamericano y el Grupo de Oceanía, facilitó y fortaleció una mejor y positiva inserción de nuestro país a nivel global, como a mi juicio debería ser siempre nuestra política internacional, implementando a la vez una agresiva política de comercio exterior en varias direcciones geopolíticas, atracción de inversiones extranjeras y transferencia de nuevas tecnologías e inteligentes negociaciones económicas de “near shoring” por nuestra ubicación territorial en el medio de las Américas, la capacidad productiva y de innovación de nuestros emprendedores y trabajadores, las seguridades del Estado Social de Derecho que nos singulariza en América Latina y nuestra
determinación, como tesis política y de principios nacionales, de adoptar siempre decisiones soberanas e independientes sobre los temas prioritarios de la agenda mundial.

También dio un paso gigantesco Costa Rica al adelantarse a muchos otros países de América Latina y establecer relaciones diplomáticas con la República Popular de China en el segundo gobierno del presidente Oscar Arias. Esa ha sido siempre la política internacional visionaria del Partido Liberación Nacional.

Lo contrario a ese enfoque abierto, progresista y pluralista es otra absurda y reaccionaria Guerra Fría, contraria al espíritu del siglo XXI y a los intereses de la humanidad. El mundo es hoy una aldea global y así debemos asumirlo, potenciando una inserción activa e inteligente de Costa Rica en la economía internacional en “beneficio del mayor número”, como es el santo y seña de la lucha sin fin… ajustada a las realidades e imponderables del tiempo presente y a la defensa permanente de la vía costarricense en libertad y democracia.

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