¿Norte austero, contra sur despilfarrador?

Manuel Damián Arias

Manuel Damián Arias Monge

A propósito de la debacle de la economía griega, que muchos achacan a un supuesto espíritu despilfarrador, irresponsable y derrochador del pueblo helénico, quiero hacer un respetuoso llamado a la reflexión, ya que otorgarles gratuitamente a las naciones valores culturales que, en realidad, no forman parte de su acervo cultural o de su idiosincrasia, me parece digno de quienes, en algún momento de la historia, han defendido una odiosa segmentación de la humanidad según su origen o etnia, algo que atenta contra la razón, la lógica y los más fundamentales derechos humanos.

A la cultura griega, y sería conveniente no olvidar algo tan elemental, el Occidente judeo cristiano le debe, en gran parte, el desarrollo de la filosofía, la ética, la razón, la ciencia y el arte.

Habrá quienes argumentarán que los griegos antiguos no son los mismos que los modernos… Una falacia de este tipo, a todas luces, es evidentemente sustentada en prejuicios, mitos y estereotipos que poco o nada tienen que ver con la realidad. Por supuesto que los pueblos evolucionan cultural, social y demográficamente y por ende, es obvio que la Costa Rica del siglo XXI es muy diferente de la que se independizó de España en 1821; pero, eso no significa que el país y su sociedad no hayan conservado una identidad y una idiosincrasia propias.

La Grecia moderna, nació de una lucha centenaria, — llena de privaciones y de un enorme sacrificio –, contra la dominación del Imperio Otomano, que culminó con la Independencia en 1821, y que, posteriormente, se templó al calor de la barbarie que fue cometida contra los griegos durante la invasión nazi y la posterior guerra civil. En la época de la Guerra Fría, los helenos eran la frontera entre el occidente capitalista y el oriente comunista y, además, también eran y son, todavía en la actualidad, el límite entre la Europa cristiana de pensamiento occidental y el oriente medio musulmán.

Su historia reciente, está marcada por la sangrienta “Dictadura de los coroneles”, que gobernó al país con puño de hierro entre 1967 y 1974, con el apoyo implícito de Washington, que veía al país cerca de una revolución de izquierda. Luego, los helenos fueron capaces de una transición ejemplar a la Democracia, que les llevó a incorporarse a la Comunidad Económica Europea, institución que luego se denominaría Unión Europea.

En la primera década del siglo XXI, vino el actual experimento del euro: una moneda única para países muy diversos, no sólo desde el punto de vista económico, sino demográfico, territorial, institucional y social. Al parecer, en ese momento fue cuando los ejecutivos helénicos, bajo la égida de los dos antiguos partidos tradicionales, el conservador y el Socialdemócrata, iniciaron con un sistemático engaño a las instituciones europeas, falseando muchos de sus datos macroeconómicos, con el fin de poder acceder a aquel club de ricos que pretendían fusionar mejor sus economías con una divisa común.

Aunque puedo intuir que, en Costa Rica, pueda suceder hoy algo similar, sobre todo cuando se considera la ausencia de una verdadera política fiscal por parte del actual gobierno, me parece increíble, casi imposible de comprender, que haya personas cultas, educadas y con valores humanos que, en el nuevo milenio, todavía crean en determinismos históricos, que anticipan el destino de los pueblos. Para estos individuos, que ponen como el ejemplo de todo lo malo a Grecia y los griegos, Costa Rica va por el mismo camino y poco puede hacer, ya que es parte de nuestra cultura “latina” ser irresponsables, indisciplinados y despilfarradores.

A todas luces, esto es totalmente inaudito; sin embargo, al remitirse a la historia, desgraciadamente, se encuentran ejemplos muy similares.

Teorías como esas, de la determinación del futuro de los pueblos por su etnia y origen, fueron las que defendieron los que, alguna vez, inventaron la idea de una “raza aria”, superior a las demás, frugal, ahorrativa, austera, trabajadora, fuerte, viril, disciplinada, de piel blanca, moralmente más avanzada, espiritualmente diferente, etcétera y etcétera.

Hoy en día, aunque ya no se habla de “arios”, hay gente que cree que el norte de Europa, representado por Alemania, es superior al sur, a esos países latinos y mediterráneos, supuestamente acostumbrados a la irresponsabilidad, a la fiesta y al despilfarro. Olvidan, estos defensores de la señora Angela Merkel y de sus políticas que, en primera instancia, mientras que los pueblos que habitaban el área septentrional de Europa eran considerados, hasta hace unos mil quinientos años, como bárbaros, en el Mediterráneo fue donde evolucionaron las civilizaciones que más cultura, ciencia y conocimiento le han dado a la humanidad: los «latinos» de Roma y los antiguos griegos

Es cierto que, geográficamente, los centros de poder cambian de posición con los siglos y con los años; no obstante, este no es pretexto suficiente para sustentar teorías xenófobas, que implican poner a unos pueblos por encima de otros, ya sea por razones étnicas, religiosas o culturales que, en su mayoría, resultan de la creación y divulgación de mitos y fantasías que justifican, en la mayoría de las oportunidades, un nacionalismo exacerbado que hace mucho daño a la convivencia humana.

Por ejemplo: ¿Cuánto tiene que ver en la pobreza de los pueblos «latinos», sobre todo en América, el robo, la explotación y la reducción a la miseria que les fue impuesta primero por el Imperio Español y, posteriormente, por las nuevas potencias industriales, como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos?

Los determinismos históricos son muy peligrosos y no quiero creer que, en Costa Rica, hayan personas, incluso dentro de un agrupación Socialista Democrática, como lo es el Partido Liberación Nacional, que sean capaces de pensar que algo así sea verdad.

Es menester recordar que, en esta misma forma, explicaban los racistas, no hace muchas décadas, el subdesarrollo de África y la presunta personalidad tendiente a los vicios, la vagancia y la fiesta de los negros. Algo así es, evidentemente, Inaceptable y contrario a los más altos valores éticos, cívicos y morales que ha desarrollado la sociedad humana desde el Renacimiento, la Ilustración y la fundación de la Democracia moderna.

¿Y los judíos? ¿También están predeterminados a ser avaros, usureros, codiciosos o banqueros y no sé que otros prejuicios, mitos y estereotipos que tanto daño han hecho en la historia, porque han servido para alimentar el cáncer del antisemitismo?

No, no, absolutamente inaceptable… En esta oportunidad, me parece que quienes defienden a ese mito del norte austero y disciplinado, han cruzado un límite muy delicado al defender algo que ya debería haber quedado superado por la historia humana: el determinismo histórico que condiciona el destino de los pueblos.

Afortunadamente, todavía quedamos muchas y muchos convencidos de la Democracia, a quienes nos ofenden esas posiciones xenófobas disfrazadas de otra cosa y que, desde cualquier posición en la que nos toque estar, vamos a defender siempre la libertad, la igualdad y la fraternidad, como los valores fundamentales que hacen posible la vida en sociedad.

Hay que acabar, de una vez y para siempre, con estigmas, mitos y estereotipos que fundamentan actitudes intolerables como la exclusión o la discriminación por razones de etnia, origen nacional, religión, ideología política, estrato cultural, condición socioeconómica, género, orientación sexual, presencia de una discapacidad, ideología, visión de mundo, grupo etario, etcétera.

Grecia y los griegos no son culpables de lo que les sucede: los culpables son, en primera instancia, los gobiernos helénicos que mintieron a la Unión Europea sobre sus cuentas, para poder entrar al club del euro. En segunda instancia, las instituciones financieras, bancos y especuladores bursátiles que, aún conociendo la realidad de Grecia, — develada por las mismas agencias estadounidenses de calificación de riesgo –, prestaron a manos llenas, para ahora recoger grandes dividendos que nacen de los rescates aplicados a ese país y que benefician, casi exclusivamente, a las entidades bancarias acreedoras, principalmente alemanas y francesas, para quienes el apuro griego ha sido un gran negocio. Y, en tercera instancia, una Alemania, — que es lo mismo que decir una Unión Europea, una “troika” o un “Reich” –, obsesionada con la macroeconomía, que tiene poco o nada de interés en cómo el «rescate» recetado a los griegos, ha deteriorado la calidad de vida de los seres humanos que habitan esa Nación, hasta conducirles a una espiral de desempleo, miseria y hambre.

Y, como ya lo indiqué, por favor, basta de falacias xenófobas, de ese discurso del determinismo histórico, de los buenos y austeros protestantes del norte, enfrentados a los botaratas y fiesteros católicos del sur. Eso quedó ya superado por la historia y es incompatible con la Democracia moderna.

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