No hay novia fea, ni muerto malo

Bernal Jiménez M.

Bernal Jiménez

En la Juventud Liberacionista al final de los años 50s, seguíamos de cerca, con entusiasmo, las acciones armadas que dirigía en la Sierra Maestra, Cuba, un grupo rebelde que encabezaba Fidel Castro Ruy, contra el dictador Fulgencio Batista.

Fidel había visitado Costa Rica y solicitado ayuda militar en los círculos dirigentes del Partido Liberación Nacional.

Creo que casi todos conocen el episodio acontecido en Cuba, muy pocos meses después del triunfo de la revolución —1 enero 1959—, cuando en un acto público del Gobierno se le arrebató el micrófono al invitado especial don José Figueres. En síntesis, en su discurso don Pepe recomendó al Gobierno Revolucionario una ruta socialdemócrata, y una posición internacional desfavorable a la Unión Sovietica, en plena guerra fría.

En algún momento de su extensísimo periodo en el Gobierno, Fidel reconocería que sin la ayuda en armas recibida de Costa Rica —léase de don Pepe— no hubiese logrado el éxito militar contra Batista.

La filosofía y prácticas comunistas de Fidel, pronto apartaron al PLN y a aquellos jóvenes que seguimos con entusiasmo y esperanza su movimiento y el inicio de su Gobierno.

Su muerte, ha avivado la controversia sobre su legado. Difícil encontrar algún expresidente latinoamericano cuya obra e influencia en la región provoque mayor discusión. Su modelo económico y su dictadura política no favorecieron el desarrollo cubano, eso esta a la vista, aunque se reconocen importantes avances en educación y salud. Cuba antes de la Revolución tenía niveles de desarrollo y bienestar superiores a Costa Rica, hoy y hace rato, es a la inversa.

La posición cubana en el orden internacional y su agresividad influencio en América Latina, la creación y ampliación de los partidos de izquierda, motivo sin duda, una política de acercamiento de los EE.UU. con América Latina y la creación del programa de cooperación económica llamada Alianza para el Progreso, que invirtió unos $20.000 millones, y del que fui miembro de su directorio por seis años en Washington.

Algunos círculos de opinión extranjeros opinan que la historia juzgará el legado de Fidel Castro, otros consideran que ya se valoró negativamente ese legado.

Lo que si no se vale es expresar alegría, público placer y bailar de regocijo por la muerte del Comandante en la calle 8 de Miami. Eso es de mal gusto y de poca magnanimidad.

El sentimiento popular y la bondad y solidaridad del pueblo costarricense se refleja en un proverbio: «No hay novia fea, ni muerto malo»

Eso no implica dejar de enjuiciar, con respeto de su muerte, positiva o negativamente la vida y acción de una persona, sobre todo su vida pública.

Pero no está bien celebrar el deceso de alguien tocando cacerolas, bailando y cantando de felicidad.

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Exdiputado y expresidente del PLN

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