“Make America Great Again” ha significado siempre “Make America White Again”

Malik Miah y Barry Sheppard

“Make America Great Again” ha significado siempre “Make America White Again”

El intento de golpe para revertir las elecciones con disturbios masivos y la invasión del Capitolio para impedir al Congreso certificar los resultados del Colegio electoral fue preparado con meses de antelación.

Antes de las elecciones del 3 de noviembre de 2020, Donald Trump repitió en muchas ocasiones a sus decenas de millones de adeptos que no sería reelegido a causa de un fraude electoral masivo.

Cuando perdió las elecciones rechazó inmediatamente reconocer su derrota, afirmando que se había producido dicho fraude electoral y que en realidad había sido reelegido.

Sus decenas de millones de adeptos le creyeron. Las encuestas han mostrado que un 70% de los electores republicanos le creían.

Así, amenazó con utilizar este apoyo masivo para organizar un golpe para mantenerse en el poder. Intentó una sesentena de procesos –apoyado por la dirección del Partido Republicano– para que los tribunales rechazasen los resultados electorales en los Estados clave, lo que le habría declarado vencedor. Los republicanos han perdidos todos esos procesos, porque sólo se sostenían en vagas afirmaciones sin niguna prueba material.

Después, el 14 de diciembre, se reunió el Colegio electoral y ratificó que Trump había perdido por 306 votos (de grandes electores) contra 232. Preparando esta reunión del 14 de diciembre, Trump exhortó a sus partidarios armados nacionalistas blancos, entre ellos los fascistas Proud Boys, a acudir a Washington.

Miles de personas se reunieron en el National Mall [parque que alberga el Lincoln Memorial y el Washington Monument] para exigir la anulación de la victoria de Biden. Hubo una contra-manifestación que la policía atacó con sprays de gas pimienta y con porras. Detuvo a 33 personas. Los nacionalistas blancos consiguieron apuñalar a cuatro.

La agresión tuvo lugar justo después de que miembros de los Proud Boys arrancasen una pancarta de Black Lives Matter de una de las iglesias más antiguas de Washington y la quemasen en la calle. Trump señaló a los Proud Boys por su nombre y les dijo que “se retirasen” por el momento, pero a “mantenerse preparados” para más adelante.

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Sólo después de la votación del 14 de diciembre reconocieron algunos dirigentes republicanos que era Biden, y no Trump, el elegido. Trump les denunció inmediatamente, incluyendo al jefe de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, hasta entonces una de sus más fieles marionetas. Desde ese momento, Trump llamó a sus partidarios a acudir a Washington el 6 de enero para detener el voto de certificación del Congreso. “Gran manifestación en Washington el 6 de enero. ¡Acudid! ¡Sed salvajes!” gritó Trump.

La propuesta de movilización masiva fue apoyada por una mayoría de dos tercios de los republicanos en la Cámara de representantes y por algunos en el Senado, que declararon que el 6 de enero votarían por revocar la elección [esto es, a favor de las objeciones], un intento de “golpe de Estado legal”.

Decenas de miles de partidarios nacionalistas blancos se movilizaron esa mañana cerca de la Casa Blanca. Trump se dirigió a ellos. Y declaró: “Todos nosotros, hoy y aquí, no queremos ver nuestra victoria electoral robada por una izquierda demócrata temeraria y radical –es lo que hacen– apoyada por medios de comunicación que difunden hechos alternativos. Es lo que han hecho y lo que están haciendo”.

“No abandonaremos nunca. No cederemos nunca. Eso no ocurrirá. No se puede admitir cuando hay un robo. Nuestro país ya tiene bastante. No soportaremos más, y es de lo que se trata […]. Utilizando una expresión favorita que vosotros habéis inventado: ¡pondremos fin a este robo!”.

Después de una larga arenga atacando las “noticias falsas”, a los republicanos que han renunciado a su intento de golpe, etc., dio la orden a sus partidarios de marchar hacia el edificio del Capitolio y de “ser fuertes”, porque era la única manera de “recuperar nuestro país”.

Poco antes, su desacreditado abogado personal, Rudy Giuliani, había declarado a la multitud: “Hagamos un proceso por medio del combate” en el Capitolio. Y Trump le felicitó.

“Levantáos y pelead”, gritó el hijo de Trump, Donald Jr., amenazando a los republicanos reunidos en el Congreso que no querían revocar la elección: “Vamos a buscaros y nos vamos a divertir haciéndolo”.

La muchedumbre se dirigió hacia el Capitolio. Con apoyo de miles de partidarios delante del edificio, algunos centenares, tal vez un millar, de maleantes forzaron las barreras de la policía del Capitolio hasta que la policía les dejó invadir los peldaños del Capitolio y algunos se desplegaron hasta invadir las salas y las oficinas del Congreso.

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El mundo vio por televisión que muchos miembros del Congreso tuvieron que ser evacuados por su seguridad mientras que otros se atrincheraban en sus despachos. Despachos saqueados, dossiers robados, muebles rotos. Por todas partes, banderas pro-Trump. Se vio una gran bandera confederal. En una camisa podía leerse: “Campo de Auschwitz”.

En un video se podía ver a los insurgentes gritando a un poli que dijese a la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, que iban a buscarla. Otros fueron vistos amenazando al vicepresidente Mike Pence por no haber utilizado su posición de presidente durante la certificación de los votos del Congreso, gritando: “¡Queremos a Pence!”.

Algunos polis fueron vistos chocándose la mano con manifestantes, haciéndose selfies con los manifestantes e indicándoles dónde se encontraban algunos despachos de miembros del Congreso.

Pero hubo ataques contra otros policías y un enfrentamiento armado en la puerta de la Cámara. Un policía fue muerto por un miembro de la multitud y una policía que pedía ayuda estuvo a punto de ser aplastada en un ataque deliberado. Una partidaria de Trump fue muerta de bala por los policías cuando les atacaba.

Pero durante horas nada se hizo para apartar a los insurgentes. La alcaldesa del Distrito de Columbia [Muriel Bowser] intentó obtener del ejército que dejase intervenir a las tropas de la Guardia Nacional que se encontraban a la espera, pero eso fue rechazado, según algunos informes por orden de Trump.

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El mundo se quedó boquiabierto: el centro de la democracia americana, por muy decrépita que esté, fue ocupado durante horas, sin que se hiciera nada por detenerlo.

Cuando finalmente llevaron tropas, reunieron a quienes se encontraban en el interior. Educadamente les escoltaron fuera, liberándolos sin una sola detención.

Mientras los insurgentes tomaban al asalto el Capitolio de Estados Unidos, centenares de fervientes partidarios de Trump organizaron concentraciones locales en todo el país. En Los Angeles, una muchedumbre pro-Trump atacó a una mujer negra cerca del ayuntamiento. La joven, Berlinda Nibo, volvía a pie a su casa cuando se topó con esa concentración. Comenzó a filmarla con su teléfono. Según la web Democracy Now: «Decenas de personas la cercaron rápidamente, exigiéndole saber por quién había votado y le quitaron su mascarilla. Después fue brutalmente atacada por el grupo de supremacistas blancos, que la empujó, le arrancó sus extensiones de pelo y la roció con gas de pimienta en los ojos. Un hombre barbudo que esta detrás de ella [filmado en su teléfono] ha sido uno de los testigos que intervinieron para ayudar a Berlinda Nibo a escapar de esta multitud desatada”.

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Tras la retirada de los insurgentes del Capitolio, el Congreso se reunió de nuevo. Sin embargo, justo después de la insurrección que habían contribuido a fomentar con Trump, 139 miembros republicanos de la Cámara y diez del Senado votaron por anular las elecciones –votaron por un golpe, aunque fuera simbólicamente, porque habían quedado en minoría.

El contraste entre la forma como este intento de golpe ha sido tratado por los polis, el ejército y la Guardia Nacional, y lo que hemos visto en los numerosos ataques a manifestaciones de Black Lives Matter, ha sido señalado por muchos comentaristas. Esto desde luego no ha pasado desapercibido a los afro-americanos.

Al día siguiente, una de ellos fue entrevistada en Democracy Now, Bree Newsom, artista y militante antirracista. Después de la masacre, en 2015, de ocho afro-americanos miembros de una iglesia negra por un nacionalista blanco en Charleston, en Carolina del Sur, Bree Newson escaló el mástil de 30 pies [unos 9 metros] del Capitolio del Estado y arrancó la bandera confederada, como pudo verse en la televisión nacional.

Ella declaró: “Una de las cosas que se pudo apreciar ayer [en los medios de comunicación sociales] a lo largo de toda la jornada, es que gente, como yo, que ha estado presente en diversas manifestaciones, sobre todo gente de color, negros, han notado la diferencia evidente con la manera como la policía, muy militarizada, se enfrentó a todo tipo de manifestaciones contra el racismo en la policía o contra el racismo en el seno del gobierno, una clara diferencia respecto a lo que vimos ayer. Pienso que se trata de otro de esos momentos de la historia que representa un punto culminante de todo lo que le ha precedido. Queda a la vista todo lo que es fundamentalmente malo. Y una de esas cosas es el mantenimiento del orden”.

Hay que imaginar cómo habrían sido tratados los manifestantes de Black Lives Matter si hubieran intentado asaltar el Capitolio, tras haberlo anunciado desde más de un mes. Habrían sido recibidos por miles de soldados, carros y ametralladoras.

Sobre los miembros del Congreso que han continuado votando a favor del golpe, Bree Newsom declaró: “Una de las cosas que más me llamaron la atención ayer –fui una de esas personas que se quedaron hasta altas horas de la madrugada mirando qué ocurría en el Capitolio– fue ver a los miembros del Congreso condenar unos tras otros a la multitud insurreccional […] Pero casi no se reconocía el hecho de que las personas que estimularon la insurrección, las personas que incitaron a esas otras personas a imponer su ley al Capitolio, estaban sentadas en la sala, y continuaban expresando su oposición a la elección. Por tanto, esa idea de que, de alguna manera, vamos a cruzar la calle y darnos un apretón de manos y a continuar como si no hubiésemos visto cómo desarrollaron las cosas, como si el principal instigador de la violencia, ayer, no fuera el presidente de los Estados Unidos, eso es sencillamente irreal. No hay ninguna posibilidad de que esto ocurra”.

Bree Newsom ha señalado también un punto esencial: “La cuestión central aquí es la supremacía de la raza blanca. La supremacía blanca ha sido fundamental para la constitución de esta nación. Como militante, sigo diciendo que se trata del conflicto central. Está anclado en nuestras instituciones. Fue integrado en nuestra Constitución en el momento de su fundación. Y sigue siendo el caso. Es el conflicto interno que define la nación. Para eso hay componentes del ejército, de la policía, del gobierno. Son los electos quienes iniciaron los acontecimientos que han llevado a este motín”.

A esos pretendidos marxistas que nunca han asimilado lo que Marx y Engels escribieron sobre la opresión inglesa de Irlanda y de los trabajadores irlandeses, o lo que Lenin, Trotsky –y los primeros años de la Internacional Comunista– escribieron y dijeron sobre la opresión nacional, a quienes pretenden que la única contradicción central del capitalismo de Estados Unidos es la que opone a la clase obrera y a los capitalistas, les decimos que Bree Newsom entiende mejor que vosotros la realidad, sobre todo en este momento candente.

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Primero la esclavitud de los negros, después la opresión nacional de los negros desde la contra-revolución hasta la guerra civil y la reconstrucción después, hasta hoy día, esta historia ha estado en el centro de la manera como la clase capitalista reina sobre la clase obrera, dividiendo a los trabajadores blancos y los trabajadores negros (y por consiguiente los otros trabajadores no blancos), impidiendo la unidad de la clase obrera sin la cual no puede haber contestación de la clase obrera a la dominación capitalista.

Fue Lenin el primero en ver que los negros forman una nationalidad oprimida en Estados Unidos. Fue Trotsky quien atrajo la atención del primer Socialist Workers Party sobre este punto, junto con C.L.R. James [1901-1989, autor, entre otras obras, de Los Jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití, en 1938], lo que le distinguió de otros socialistas.

Como escribió W.E.B. Dubois (1868-1963) sobre la reconstrucción [período que sucedió a la guerra civil, de 1863 a 1877, en el sur de los Estados Unidos], es la “línea de color” que mantiene dividida a la clase obrera. Escribió esto en 1934, entonces era cierto y hoy sigue siendo cierto

¿Dónde está Trump?
Todo esto nos muestra lo que nos espera en materia de Trump y de trumpismo. Trump ha podido aprovecharse del miedo y del odio de los blancos hacia los afro-americanos, latinos, musulmanes y otros muchos más, y presentarse como su salvador. “Make America Great Again” ha significado siempre “Make America White Again”.

El miedo y el odio de los blancos hacia los negros alcanzaron un punto de ebullición este año, cuando estalló la gran ola de movilización de Black Lives Matter contra los asesinatos de negros por la policía y el racismo sistemático e institucionalizado.

Los racistas blancos no podían soportar ver a millares de negros, junto a jóvenes blancos, tomar el control de las calles, movilizarse contra el racismo blanco. Apoyaron con firmeza la dirección de Trump en los violentos ataques contre BLM por las fuerzas armadas y la policía en todo el país.

Setenta y cinco millones de americanos han votado por Trump, esto es más del 45% de quienes votaron. ¿Cuántos de ellos simpatizan con la supremacía blanca de Trump? ¿Sesenta millones? ¿”Sólo” cincuenta millones?

Trump ha conseguido dinamizar a estas decenas de millones y darles una legitimidad. Les ha movilizado también tras su posición sobre lo que hace falta: un Estado autoritario fuerte que defienda sus intereses resentidos. Aunque esta vez no haya conseguido imponer un golpe para establecer dicho régimen, la amenaza se mantiene.

Estas decenas de millones no van a desaparecer. No están en absoluto desmoralizados. Siguen siendo la base electoral del Partido Republicano. Los republicanos pueden dividirse, ya sea echando a sus enemigos por medio de un golpe, o a la inversa. En ambos casos, Trump sigue siendo el jefe carismático de esta base, al menos en el próximo período.

Estas decenas de millones de personas continuarán peleando y seguirán siendo un factor en la política americana. Los grupos abiertamente fascistas como los Proud Boys, los Boogaloo, y otros de este tipo se van a desarrollar. El movimiento más amplio en torno a Trump se desplazará más a la derecha. Se volverá probablemente un grupo fascista naciente que será la punta de lanza de la intención de la clase dirigente de apartar el empuje negro.

Los demócratas lo intentan conseguir por cooptación, utilizando promesas demagógicas y una retórica pro-negros desprovista de toda acción, con el pretexto de la necesidad de hacer compromisos con los republicanos para “hacer avanzar las cosas”.

No habrá vuelta a la situación anterior a Trump. En el próximo período, el trumpismo está para quedarse, aunque se trate de un movimiento minoritario de “sólo” algunas decenas de millones.

Fuente: http://alencontre.org/laune/etats-unis-make-america-great-again-a-toujours-signifie-make-america-white-again.html

Traducción: viento sur

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