Los Santos, expresión del ADN costarricense

Nos brinda un sendero para el desarrollo

Miguel Sobrado

Miguel Sobrado

La cultura costarricense se diferencia de otras de la región, en que tuvimos que aprender a trabajar. A diferencia de otros países que se enriquecieron con el trabajo servil de las encomiendas indígenas o los esclavos africanos. En nuestro país no hubo una población indígena con encomiendas numerosas como las que tuvieron otros estados de la regiones y tuvimos que doblar el espinazo frente al arado. El café marcó la economía y la sociedad nacional, desde donde se expandió por las serranías al resto del país. La región de Los Santos uno de estos casos que marcaron nuestra historia y señalan senderos.

El cultivo del café, a diferencia del banano que exige grandes extensiones para ser rentable, facilitó la sobrevivencia de una modalidad de la pequeña y mediana empresa agropecuaria del país. Este a su vez fue un factor central en la historia de colonización de la región de Los Santos, basada en pequeños grupos de población con relaciones de parentesco que llegaron y asentaron sus poblaciones y cultivos sobre terrenos aluvionales, con un clima muy favorable para el cultivo del café. En estas condiciones y ante la carencia de un Estado con presencia directa en la región, se desarrollaron relaciones de colaboración y confianza para enfrentar los desastres y crisis sin esperar ayuda externa, construir infraestructura y cooperar activamente en la búsqueda de soluciones.

Estas redes de confianza y cooperación creadas a través de la historia, denominadas capital social por ser algo que no es propiedad individual como el capital financiero, sino colectivo y que se basa en la confianza recíproca, han generado un clima estimulante para el desarrollo económico y social que explica los éxitos alcanzados por la región en contraste con el modelo de desarrollo nacional, que veremos más adelante.

Las cooperativas cafetaleras, hoy en día con más de seis décadas, fueron el motor primigenio de articulación económica y social, que liberó a los productores del tutelaje de los tradicionales beneficiadores que definían los precios, y les dio autonomía y capacidad empresarial para el manejo de la agroindustria y de los servicios requeridos. Hoy en día la región produce el 40% del café nacional.

La crisis internacional del café, provocada por la decisión política neoliberal de finales de la década de los 80s de acabar con el Convenio Internacional del Café, que establecía los precios entre productores y consumidores, y que llevó al Banco Mundial a financiar la siembra del café en la India y Vietnam, generó un exceso de oferta que bajó los precios y provocó una profunda conmoción entre los productores y crisis económica en la región. Muchos de ellos perdieron sus propiedades, otros tuvieron que emigrar hacia los Estados Unidos para conseguir ingresos adicionales para salvar sus fincas. Es muy posible que esta crisis haya contribuido a elevar la tasa de suicidios en la zona, que es de las más altas del país.

Esta migración conllevó, como bien los señala la Dra. Milagro Núñez Solís, grandes cambios culturales que propiciaron nuevas perspectivas y mejor desempeño frente al riesgo. También estimuló el estudio y la formación profesional, incluso musical, de muchos de los hijos de los productores.

En este nuevo contexto han surgido, una gran cantidad de micro beneficios que procuran incorporar valor agregado en el procesamiento familiar del café, ampliando la actividad no solo en el cultivo sino en el procesamiento y calidad del café, teniendo mayor proyección en ferias nacionales e internacionales y en la mayoría de casos abriendo perspectivas de mejores ingresos con mucho éxito. Además, con un gran sentido de compromiso por una producción más limpia que sus contrapartes productores convencionales quienes aún mantiene prácticas basadas en agroquímicos.

La innovación se ha ido expandiendo a nuevos campos: siembra de uvas y uchuvas y su industrialización en forma de vinos y licores; se ha avanzado en el procesado de quesos dándoles cada vez mayor calidad.

Al mismo tiempo ha florecido en varias partes de la región la producción de conservas, pero principalmente ha orientado la inversión post pandemia hacia el turismo. En esta última actividad ha proliferado la construcción de pensiones y cabañas para el turismo nacional e internacional, pero también servicios. Dentro de estos últimos se destacan las visitas guiadas a los cafetales y beneficios explicando el proceso de siembra, recolección y procesado del café, pero también las visitas a cataratas y otros sitios de atracción de gran belleza escénica. Además esta diversificación de servicios ha abierto oportunidades para una mayor participación de la mujer y jóvenes en la economía local.

En este proceso han surgido, desde luego como en toda actividad humana, contradicciones y diferencias de intereses, por ejemplo entre cooperativistas y micro beneficiadores, pero cabe destacar que en lo fundamental se han mantenido, ayudado por los vínculos familiares, las relaciones de confianza y cooperación, esto es el capital social de la región.

Producto de la acción autónoma generadora de confianza y cooperación, prevaleciente de las cooperativas, organizaciones y emprendedores. Los Santos, sin tener grandes inversiones públicas o privadas se distingue por tener un desarrollo inclusivo que lo aproxima por su propia dinámica al logro de las metas constitucionales establecidas por el artículo 50 que reza como sigue: “El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuando reparto de la riqueza. Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado…”

En este sentido el modelo de desarrollo establecido en Los Santos, que proviene de las entrañas de la cultura costarricense, marca un sendero que debe ser analizado con detenimiento por las autoridades e incorporarlo a las políticas públicas. Estamos en un momento que en el ámbito nacional crece la riqueza pero también la desigualdad en el ingreso. Se dispara la exclusión social, con todos los peligros que ello conlleva para la paz interna, al mismo tiempo que la pobreza permanece estancada.

Si bien es cierto que la época contemporánea es de grandes transformaciones tecnológicas y de reordenamiento de los mercados mundiales, estos ajustes no caen del cielo, pasan por la gente, esto es por su formación, capacidad de organización y reacción. La región de Los Santos y otras regiones donde ha actuado el movimiento cooperativo y asociativo con autonomía, constituyen ejemplos de las mejores prácticas enraizadas en la cultura nacional que pueden servir de guía; para promover, ahí donde existan condiciones y las comunidades lo demanden la autonomía a las iniciativas locales y brindarles apoyo. Hay que impulsar y difundir este tipo de experiencias como modelo de desarrollo en vez de pensar en grabar con impuestos la actividad cooperativa y asociativa generadora de estabilidad social y desarrollo económico.

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