La crisis migratoria de los cubanos

Ágora*

Guido Mora

Guido Mora

Para desgracia de muchos, que no han superado la forma tradicional de hacer política, la crisis de los migrantes cubanos está en camino a resolverse.

En el entretanto, desde el mes de octubre a la fecha, en que los migrantes cubanos poblaron nuestras fronteras y nuestro territorio, se escuchaban las voces de pseudo líderes políticos, enemigos de las mejores tradiciones costarricenses, quienes recurriendo a la politiquería barata y a la demagogia, pretendían que el Gobierno de la República abandonara la tradición humanitaria costarricense, de dar asilo político o cobijo temporal a quienes históricamente lo han requerido.

Esta práctica, instaurada en nuestro país desde hace muchos años y fortalecida por la solidaridad internacionalista de nuestro querido Don Pepe, posibilitó brindar abrigo a importantes líderes latinoamericanos, -muchos de los cuales fueron Gobernantes de sus respectivos países- y a miles de ciudadanos latinoamericanos, víctimas de la persecución de dictadores de izquierda y de derecha.
Importantes aportes han realizado a lo largo de nuestra historia chilenos, argentinos, colombianos, venezolanos, mexicanos, peruanos, nicaragüenses o salvadoreños, -para mencionar solo algunas de las nacionalidades que han disfrutado de este beneficio-, quienes solicitaron y obtuvieron cobijo en nuestro territorio y que han enriquecido con su conocimiento, formación y experiencia, el crisol de culturas que caracteriza la sociedad costarricense.

Este o cualquiera otro Gobierno, no podía faltar a la responsabilidad histórica de solidarizarse con los miles de migrantes económicos procedentes de Cuba, víctimas no sólo de la situación política y económica prevaleciente en la Isla, sino además, del negocio de delincuentes internacionales, que trafican con las necesidades de los seres humanos y viven del coyotaje y el tráfico de personas.

Por encima de la falsa, calculada y oportunista “solidaridad internacional” de la cual habla el dictadorzuelo Daniel Ortega y su cómplice Rosario Murillo, Costa Rica ha dado una lección de solidaridad, protegiendo una vez más a grupos de seres humanos, que de no ser atendidos, se habrían convertido en víctimas de la delincuencia internacional que lamentablemente subyuga las sociedades y los estados del norte de esta pobre y castigada Centro América.

Extraño resulta el hecho de que, cuando son descubiertas las redes de coyotaje, que trasegaban a miles de estos migrantes a lo largo de Centro América, el Gobierno de Nicaragua decida cerrar las fronteras al paso de los cubanos y confinarnos al territorio costarricense, sin brindarles posibilidad de paso por sus fronteras.

Contrario a lo que muchos puedan pensar o desear, Costa Rica cumplió y sigue cumpliendo con su tradición civilista y humanitaria.
Esta es una posición que, si don Pepe estuviera con nosotros, hubiera apoyado a ojos cerrados, pues responde a una de sus más firmes convicciones y a una práctica a la que recurrió en un sinnúmero de casos.

Nos se puede ser mezquino. El Presidente Luis Guillermo Solís, hizo lo que le dictaba su conciencia y siguió al pie de la letra el cumplimiento de uno los valores profundamente costarricenses.

Por su parte, es necesario resaltar la labor abnegada y comprometida del Canciller Manuel Gonzalez, cuyo trabajo posibilitó la valoración y apertura de alternativas para resolver esta tragedia humana.

Ante la negativa del resto de los Gobiernos de Centro América de coadyuvar con la solución de la situación que se presentaba en Costa Rica, el trabajo de los equipos costarricenses supero las resistencias que le presentaba la realidad política centroamericana y abrió el camino para permitir a los cubanos continuar con su romería hasta las fronteras de Estados Unidos.
Una vez en la frontera entre Estados Unidos y México, los migrantes pueden acogerse de inmediato a la Ley de Ajuste Cubano, una norma estadounidense promulgada en los años 60 que ordena recibir a los nacionales de Cuba que lleguen a suelo norteamericano por tierra o por agua.

Injusto además resulta el reclamo de los Gobernantes de Guatemala, el Salvador y Honduras, que se oponían a facilitar el paso de los cubanos, por considerar que existe una desigualdad entre el tratamiento que se brinda a los ciudadanos de la Isla, en contraposición a los de cada uno de sus países.

Tal como expresé en otro foro de discusión, lo ideal no es que los centroamericanos migren con igual facilidad que los cubanos hacia los Estados Unidos. Lo deseable es que los centroamericanos no se vean obligados a desarraigarse y a vivir alejados de sus familias, por la incapacidad de sus Gobernantes de proveerles trabajo, alimento y seguridad, para continuar siendo habitantes de la tierra que los vio nacer.

Es imprescindible resaltar el hecho de que evitar el paso por el territorio nicaragüense ha sido una de los más ingeniosos mecanismos para restar importancia a la decisión inhumana de la tristemente célebre pareja presidencial de ese país.

Este es un mecanismo que tenemos que considerar también, para exportar algunos productos a Centro América, ante el continuo hostigamiento de las autoridades nicaragüenses a los transportistas y exportadores, que nos vemos obligados a transitar por sus carreteras, para llegar hasta los mercados del llamado Triángulo del Norte.

Esperemos que concluya pronto ésta malaventura humana y que una vez más nuestro país salga con la frente en alto, en el cumplimiento de nuestro compromiso histórico de defensa de los derechos humanos y el acatamiento de nuestra Constitución Política, que en el Artículo 31 consagra el asilo político, una tradición arraigada en nuestro Derecho Constitucional, estableciendo de manera puntual, que “El territorio de Costa Rica será asilo para todo perseguido por razones políticas”.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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